sábado, 27 de diciembre de 2008

19º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



19º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXIX 27-12-2.008


EDITORIAL XIX
Cambio de año


Éste será el último número de Nevando en la Guinea del año 2008. El nuestro ha sido un proyecto que ha nacido en Agosto y hemos mantenido las ediciones con rigor. Esperamos mantener el ritmo en 2009, el año que ahora nace y en el que proyectamos inevitablemente nuestras perspectivas y nuestros planes. Sin duda el nuestro es un proyecto sencillo y modesto, pero no queremos cambiar porque nuestra filosofía parte del deseo de publicar y hablar de literatura, y de paso de otras artes, sin olvidar que estamos en un mundo no siempre amable ni grato. Y para eso creemos que no son necesarios grandes formatos, nos basta con lo que tenemos, eso sí, con ganas de ir mejorando en la medida de lo posible.

Se nos podrá decir que la literatura, ante los problemas que existen en el mundo y las malas perspectivas que se nos anuncian, resulta una actividad poco importante. Evidentemente, ante la tragedia del hambre, hay datos que afirman que mil millones de personas en el mundo pasan hambre, o de las guerras, hay alrededor de veinte conflictos armados en estos momentos, o de miles de hombres y mujeres que afrontan el nuevo año con la angustia del desempleo y la pobreza, poco podemos hacer. Pero la literatura ha sido una actividad que a lo largo de la historia ha podido canalizar los sueños, las ilusiones, los conflictos humanos. Igual que los niños, queremos escuchar y leer una y mil veces historias, a veces las mismas historias. Hay libros que necesitamos leer cada cierto tiempo porque conforma nuestra vida, le da sentido, explica lo que no entendemos y abre nuevos planteamientos.

Sabemos, aunque quisiéramos que fuese al revés, que la literatura no soluciona los problemas del ser humano, pero sin duda ayuda a muchos lectores a superar una cotidianidad poco fácil. El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro contaba la anécdota de un antiguo soldado norteamericano del Vietnam, de origen hispano, que leía con avidez durante aquel trágico conflicto y los libros le ayudaron a sobreponerse de lo que le envolvía y, al acabar la guerra, viajó a París, donde residía el escritor, para agradecerle su ayuda porque uno de los libros que leyó fue suyo y lo leyó varias veces. ¿Cabe mayor sentido que éste?

Esperamos poder acompañar a quienes visitan esta página y poder seguir proporcionando poemas, relatos y comentarios varios. Por nuestra parte, nos gusta lo que hacemos y eso ya nos justifica. Sólo podemos desear a nuestros lectores que sea un año de fructíferas lecturas que sin duda les hará la vida un poquito mejor.

***

Nos llega la noticia de la muerte del dramaturgo británico Harold Pinter. Autor que se inicia con el denominado teatro del absurdo, fue construyendo poco a poco una obra de fuerte carácter social y político, denunciando las violaciones de los derechos individuales y sociales.






HISTORIA DE NAVIDAD

La Navidad es fría en la cárcel,
en los hospitales, en los tanatorios,
en los albergues, en los campamentos,
en los poblados chabolistas, en los descampados,
pero esta historia no desea ser triste.
Esta historia pretende daros esperanza.
La Navidad es la única época donde
nos acordamos que debemos ser buenos.
Unos vagan bajo el manto de las ciudades
como fantasmas brotados de la pena seca,
como almas en pena bajo el reloj romano
de las ciudades grises,
como seres vacíos que recuerdan,
como seres vacíos que lamentan.
Hubo una vez un niño, un niño como todos,
inocente e ingenuo, que esperaba que el día
de Navidad dejaran de discutir sus padres.
El niño guardaba ese anhelo en su interior
secretamente, totalmente en silencio.
El día de noche buena vino su padre
mucho antes del trabajo; cosa rara en él.
El niño fue a recibirlo a la puerta del hogar,
pero el padre llegó desanimado
y sin ánimo. Tenía algo que decirles:
tenía que decirles que ese día lo habían
despedido del trabajo, trabajo precario,
pero ese era el único sustento de la familia.
La madre, que estaba en la cocina
salió a dejar en la mesa navideña
un plato con comida y el marido
aprovechó ese momento para contarle
la dura noticia que necesitaba contar a su mujer.
La mujer recibió la noticia como un mazazo.
La mujer se preguntaba: -¿qué vamos a hacer ahora?-
-¿cómo vamos a pasar la Navidad?-
-¿cómo pagaremos la hipoteca, el coche, las facturas?-
Los padres entraron en un estado de nervios
que acabaron discutiendo.
El niño entonces se fue a su cuarto
totalmente desesperanzado y derrotado.
Totalmente enfurecido con Dios,
totalmente enojado con su gracia injusta.
El niño había pedido con tanto empeño
que sus padres no discutieran que le parecía
cosa imposible que existiese ese Dios
del que todo el mundo hablaba sin haberlo visto.
El niño se hizo mayor y siempre pasó
su infancia sin creer en la Navidad lo más mínimo,
sin hacer mucha caso a toda la pompa y a todo el boato
que entorno a la Navidad se formaba.
Sus padres, ya muertos, se habían pasado
toda su vida discutiendo y él no tuvo una infancia feliz.
Ahora él era padre y tenía dos niñas
que si creían en la Navidad, en esa feliz Navidad
que su madre les había inculcado.
Pero en su interior quería que sus dos hijas
si vivieran la Navidad como debía vivirla un niño.
Ese era el verdadero milagro de la Navidad,
ese era el verdadero milagro que el padre
lograba todos los años que pasaron de infancia las niñas.
El milagro de que su padre les hiciera creer
en una Navidad en la que él no creía.
Por eso es preciso decir que la Navidad vive en nosotros,
se refugia en nuestro corazón, vive en nosotros,
y a veces es necesario fingir una creencia
para que otros de verdad sean felices.
¡FELIZ NAVIDAD!


Por Cecilio Olivero Muñoz


El progresista


Nunca te cayó bien aquel profesor con sus alardes de buen rollo y aparente progresismo. Impartía el primer semestre de Derecho Penal, que incluía más principios que normas, y siempre comentaba la realidad penal con un toque de crítica social que a los estudiantes, sobre todo a los más comprometidos, resultaba grato. Pero a ti nunca te convenció. No sabrías entonces muy bien explicar el motivo de esta desconfianza, pero había algo en él que a ti te provocaba suspicacia y aunque estuvieras de acuerdo muchas veces con el contenido de sus comentarios, había algo que no podías explicar de un modo racional, pero que te provocaba un profundo desdén. Sí, iba más allá de cualquier lógica, se trataba de una de esas antipatías que nacen de alguna zona oscura del alma, de un ignorado instinto difícil de entender.
Todos tus compañeros se mostraron, sin embargo, admirados por su verbo, su estilo y su discurso, te miraban por ello como a un tipo en exceso huraño y desconfiado, el estudiante eternamente crítico y tal vez un tanto reaccionario. No en vano, las tres clases que dedicó al principio de inocencia causó incluso entusiasmo y los propios estudiantes conservadores, o cuando menos poco dados a la izquierda, no dejaron de reconocer que era difícil no admitir la veracidad de sus argumentos. Pese a todo, tú seguías manteniendo, al menos en tu fuero interno, que aquel hombre aparentemente sobrio y ecuánime jugaba con una baraja falsa y algunas cartas en la manga.
Hubo ocasión de comprobar la veracidad de tus recelos en los exámenes finales. Marcos fue la víctima desgraciada de los desmanes de aquel profesor. O al menos de sus contradicciones ostentosas. Hay que decir que nuestro amigo poseía una de esas memorias privilegiadas capaz de recordar palabra por palabra todo un discurso escrito. No le costaba nada retener cualquier tesis frase tras frase, a veces, es verdad, como un loro, pero con frecuencia también comprendiendo el sentido de lo que estudiaba.
Como además poseía el don de los antiguos amanuenses y era capaz de transcribir un discurso oral sin apenas divergencias con lo dicho, sus apuntes resultaban completos. Me dijiste que muchos eran quienes le pedían una copia de los mismos porque era como repasar con todas las comas lo que los profesores habían referido en sus clases.
Por todo ello, por su memoria y su capacidad de recopilar datos, sus exámenes solían ir bastante bien y sus notas tendían a ser altas. Pero fue con este profesor con quien, de repente, chocó.
Terminó el examen final con la seguridad de quien lo ha bordado. No sólo recordaba a la perfección párrafos enteros de los apuntes, también se había explayado con las explicaciones dadas en dos manuales recomendados cuyos párrafos llegó a transcribir con las palabras casi textuales. Salió ese día de la facultad con la certeza de quien sabe que va a obtener una nota alta y no le cupo la menor duda de que así iba a ser. Por ello su sorpresa, al igual que la tuya, fue mayúscula cuando comprobó en el correspondiente listado, y te lo anunció poco después no sin una descomunal y comprensible congoja, que había suspendido la asignatura.
Su sorpresa pasó a un enfado descomunal casi al instante, no podía ser que le hubiera suspendido, de allí que, poco después, ante la evidencia de la imposible nota, pasara a la certeza de que todo se trataba de un error, que sin duda el profesor o alguien del departamento, sin duda alguno de aquellos torpes becarios que hacían las veces de secretarios, había pasado erróneamente a listas las notas dadas por los profesores. Por tanto, podía estar convencido de ello, en la revisión del examen el profesor se daría cuenta de la envergadura del error y repondría la afrenta aceptando el cambio y la asunción de la nota cierta, mucho más elevada que el escuálido suspenso.
En el momento correspondiente pasó por el despacho del profesor. Esperó su turno con reforzada certeza de que la razón estaba de su parte y que el mentor, en cuanto ojeara su examen, no tendría más remedio que solventar el tremendo error.
No fue así. El profesor sacó las cuatro hojas de papel rellenadas por completo, buena letra, bien presentadas y sin ningún atisbo que pudiera hacer pensar que el examinando se hallase nervioso en el momento de escribir, y antes de decir nada, observó atento la sucesión de párrafos, lo que aumentó no poco la agonía de Marcos. Le miró por fin. Este examen está copiado, le espetó de repente. Marcos se quedó parado, sin saber cómo reaccionar.
- ¿Cómo dice? -Le preguntó por fin, como si no hubiera entendido del todo la precisión del profesor.
- Este examen está copiado, es evidente.
No sabemos si a Marcos le hirió más la acusación a todas luces injusta, la calificación de “evidente“, que ahondaba aún más en la herida, o ambas cosas a la vez. Pero lo indiscutible es que Marcos se sentía profundamente humillado.
- Pero, ¿me ha visto copiar, alguien se lo ha dicho, hay pruebas en mi contra? -se atrevió a formular.
- Es evidente. -repitió el profesor como único argumento para sustentar su afirmación.
- Entonces, ¿y la presunción de inocencia? -arguyó Marcos, no sin notorio arrebato.
Bajó las escaleras que daban al departamento a grandes zancadas y farfullando insultos y vocablos soeces. Tú le esperabas a la salida y no te costó reconocer nada más verle el fracaso de la gestión recién realizada. No te hizo falta, además, preguntar nada. Me ha echado por impertinente, el muy miserable, chilló casi al borde de las lágrimas.

Juan A. Herrero Díez





TU AUSENCIA SE APODERA DE MÍ

Tu ausencia se apodera de mí
va trepando por todos mis miembros
enlazándose por los insólitos costados
de mi atenazado y vencido cuerpo.

Tu ausencia devora a dentelladas pausadas
todas las salidas de mi ánimo
conduciéndolo sin respiro hacia ti,
impregnándolo de tu color y tu olor.

Tu ausencia abre en canales
toda la inmensidad de mi corazón,
sólo tus caricias suturarán sus heridas
y tu cariño lo hará latir de amor.

Tu ausencia llena de oscuridad mis días
los encierra en una lúgubre mazmorra
prisionero de amor y lejanía,
de dulce amor sin tu compañía.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler






ME ESTÁN PASANDO LOS AÑOS

Me están pasando los años
en un tris-tras,
me percato cuando reflexiono
y veo en mi mente
acontecimientos de mi vida
y me parecen recientes
y al mirar el calendario
se convierten en viejos escenarios
de mi tiempo adolescente,
la tremenda ilusión que da alas
a mi vida encamina mi frente
a un presente preñado de futuro
de forma radical y vehemente
esos acontecimientos que han tallado
la evolución de mi vida
se alejan irremediablemente
al ritmo vertiginoso de mis impertinentes canas,
se van sin pausa y sin esperanza
de volver a reunirse conmigo
al son de un tris-tras cadencioso
se sumergen en brumas de silencio
como si de un agujero negro se tratase
pues ni sonido emiten
los resplandores del crepúsculo de mi juventud
al abandonar la estancia de mi cuerpo.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler


TODOS NOS HABLAN

Todos nos hablan... sólo que nadie escucha.
Nos hablan los niños cuando lloran en la cama.
Nos habla el viejo cuando calla en su butaca.
Nos hablan los árboles cuando los azotan los vientos.
Y también lo hacen cuando se yerguen en la calma.
Nos hablan las olas, encrespadas y salvajes,
que nos traen historias de corsarios inmortales.
Nos hablan los ríos, aunque corran a raudales,
y nos dicen a gritos que detenerse es la muerte.
Nos habla la torre, desde su altura encumbrada,
sabedora de su presto final en ruinas inertes.
Nos hablan los presos, tras rejas oxidadas,
¡este mundo no funciona, a ver cuando te enteras!
Nos hablan ambas caras de un muro fronterizo,
que suspiran a gritos por conocerse.
Nos hablan los listos, los necios y los notables,
pero mejor que a esos, escucha a las rameras.
Nos habla la tierra, agraviada por nuestras manos,
¡no me olvides insensato, qué sólo eres un ser humano!
Nos hablan las madres, con sus tristes miradas,
el pasado ya no vuelve, ¡ay si yo pudiera!
Nos hablan los pájaros, mientras nos observan,
y piensan callados en lo poco que nos queda.
Nos habla la luna, desde la distancia,
casi no nos distingue, sabe que no somos nada.
Nos hablan las estrellas, aún más lejanas,
ojalá pudieran compartir su misterio.
Nos habla el sol, majestuoso y sincero,
no lo mires a la cara, sólo siente su aliento.
Nos habla el alma, desde su tumba silente,
sueña que no es tarde, y nos dice que aún se puede.
Te hablo yo, con mi amargo poema,
pero no me hagas caso que la locura se pega.
Te hablan los libros, con su silencio patente.
Todos te hablan... sólo que tú no te enteras.


Por Pedro Estudillo Butrón


ESPERANZA CIEGA

A las madres y a sus hijos
nacidos con discapacidad intelectual.

Todas las madres
que están en estado
de buena esperanza
caminan a ciegas
esos nueve meses,
todas anhelan un hijo sano.
El capricho del destino
rueda sus dados de azar en la espera,
mientras la naturaleza,
es libre voluntad su semilla.
Lotería del cromosoma,
rosa rojiza de la vida y la ciencia
entre espina doliente
y amor orgánico y pureza concebida
busca sendero de hormiga y presencia,
la misma pregunta de incógnita
y misterio tras la cáscara
es la prisa del sueño ligero
dejando siempre claro
que
nadie quiere sufrir
esa oscura crueldad del hombre
y ninguna madre
desea sufrir por un hijo
tras el momento de peligro que existe
en esta vida de locura temporal
y enfermedad fulminante.
Las madres sufren la llaga
entre el péndulo niquelado
y la azarosa célula
de pulpa y de escondrijo
que crece y se multiplica
hacia la vida misteriosa
que parte de la luz y el témpano efervescente.
El embarazo
viene como agua en silencio
y la madre
coge su gran manojo
de ilusiones blancas y fugaces
y se contempla viva
en la silueta redonda
de efluvio y origen.
Un hijo es siempre un hijo
pues lo ganas tú a él,
y si eres buena madre,
él a ti.
Por eso duele
cuando él sufre,
cuando pasa hambre o tiene frío,
cuando es derrotado,
cuando cae,
y la muerte es un espanto,
del cual, se le aparta de ella,
intentando disimular
el preocupado aliento
que te empuja a la sombra.
De esa muerte,
nadie nunca preparado,
brota el caliente suspiro
y se ruega a un Dios del desorden
la tediosa alegría
que todo el mundo merece.


Por Cecilio Olivero Muñoz


LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO DONDE PODER


Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
FILÓSTRATO


Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.

Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.

Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.

En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler



EPÍLOGO

Abierto al mundo
con el vientre echo surcos
cual Río Tinto al cielo,
para quien lo desee
lo haga suyo
y en esa simbiosis
se multiplique y crezca
descubriendo espacios
revolucionando escenarios,
para quedarse y transformarse
en un yo rico en significados
y sabores deseados y duraderos.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler










UN BOLSILLO EN CRISIS
ES UNA BREVE CRISIS DEL CORAZÓN

Te llaman porvenir
porque no vienes nunca...

Ángel González

Y te llaman crisis porque eres una puta
sin rostro,
un personaje de lupanar clandestino,
un montón de mierda
que quiere ser Dios.
Un bolsillo en crisis
es una breve crisis del corazón,
porque las putas van al mercado,
porque el mercado
es un bullicio de total prostitución,
donde se vende y se compra
la vida,
se sustituye oropel por gramos de ceguera,
porque la mezquindad es un kilo
de noses rotundos,
porque se disfrazan las voluntades blancas,
porque los voceros gritan
como perros de rabia,
porque los ceros son noventa y nueves
hipócritas,
porque el redondeo es la boca del lobo,
porque la trampa está oculta
en el aire que se respira,
porque la codicia se sobreentiende,
porque sin bolsillo pleno
no hay corazón que te responda,
porque los mercados son murallas
para algunos,
porque se tira lo que no se quiere
y se desprecia al que pide fiado,
porque los minutos son Euros
que respiran ante el tedio del mundo,
porque las sogas y el patíbulo
son una vereda abierta para el pobre
que de forma gratuita su opinión le niegan.



Por Cecilio Olivero Muñoz


INSTRUCCIONES
PARA RESPIRAR

Aspira trece veces por minuto
un aire contaminado y de segunda mano.
Aspira que lo necesitas.
¿Se imaginan que cobraran
por la necesidad perentoria de respirar?
Muchos ya lo han hecho y lo seguirán haciendo.
Respirar para vivir,
vivir para respirar,
necesidad donde la vida es para todos igual.
La necesidad vital del ser humano.
Los sueños se respiran en la noche
y son esenciales para la derrota que el azar justifica.
Se respira desde el vientre materno,
ahí en el líquido amniótico,
hay una espiral de partículas de aire
que se hacen presencia y antesala
hacia la realidad del hombre y su existencia.
Suspiros, sollozos, resoplidos, soplos, gemidos,
son atrezo eterno y perenne desde que nacemos.
Son parte del oxígeno necesario que llevamos
adheridos a nuestra alma, a nuestra suela del zapato,
a nuestro rincón del silencio, en nuestra huella impresa.
Tenemos la necesidad de sobrevivir
al antecedente hipnótico de la desnudez.
Tenemos el alma pegada a nuestro suspiro.
Sospechamos que la derrota está esperando
nuestra caída rendida, decir no puedo más,
rendirse, caer al vacío, dejar de luchar.
Sólo las sonrisas despiertan a nuestra
esperanza, la zarandean y le dan de beber,
la levantan y la incorporan a la vida.
Respirar, vivir, existir, follar, roncar,
todo ello lleva implícito el deber de inspirar y aspirar.
De vivir mientras tanto.
De respirar sin darse ni cuenta.
Vamos hacia el noble paseo del vivir por vivir.
Somos seres que respiramos,
y mientras tanto, resistimos al esperma negro, vacío y estéril
que la muerte lleva en su seno.


Por Cecilio Olivero Muñoz


sábado, 20 de diciembre de 2008

18º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



18º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXVIII 20-12-2.008

XVIII EDITORIAL


El castellano y su difusión

La catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid Inés Fernández-Ordoñez ha sido elegida miembro de la Real Académica de la Lengua (RAE) y pasará a ocupar el sillón P, que dejó vacante el poeta Ángel González. Experta en la Historia de la Lengua y en dialectología, ha estudiado en profundidad las variantes rurales del español peninsular. Su labor, según la propia Academia, podrá ser importante en el proyecto de Diccionario Histórico de la Lengua que está elaborando la RAE.

Aunque somos poco amigos de lo institucional porque creemos que el idioma, cualquier idioma, ha de ser un cuerpo vivo poco dado a las ataduras formales, no por ello somos ajenos a la labor de la Academia, principalmente en un momento en el que el español está sufriendo, sobre todo en España, un retroceso atroz. No por culpa de las otras lenguas que se pueden hablar tanto en España como en otros países de lengua española -Perú, Guatemala, México, Bolivia, Guinea Ecuatorial o Paraguay, principalmente-, sino porque hay una enorme despreocupación por parte de muchos hablantes hacia la lengua y también un descenso cultural y educativo del que nos hemos hecho eco en algunos editoriales, lo que provoca carencias que afectan al castellano, lo empobrecen como idioma y devalúan la capacidad de diálogo entre las personas porque se devalúa la lengua que es el medio de comunicación por excelencia. En este sentido, la Academia de la Lengua se convierte en un útil instrumento de referencia.

Por desgracia, falla el uso del idioma. El conflicto lingüístico ha pasado a ser un conflicto político en algunos países, por ejemplo en España, donde se quiere enfrentar lenguas por razones de interés partidista. Es verdad que el castellano se impuso en algunos momentos de la historia tanto dentro de la Península como en las antiguas colonias, el castellano fue un arma de dominio político en detrimento de otros idiomas, expresiones de cultura. Pero ahora el español pertenece a millones de personas repartidos en España, América Latina y en Guinea Ecuatorial. En el Sahara Occidental y en Filipinas apenas es un idioma testimonial. Por ello el castellano es el patrimonio de millones de hablantes, no de un país determinado, y no se puede decir que un español sea mejor que otro, al mismo nivel se hallan el castellano de España como el de Argentina o Cuba, el de cualquier país americano.

Nos gustaría que la labor de la académica Inés Fernández-Ordoñez, como dialectóloga que es, fuera en ese sentido. Puede llevar a cabo una apreciable tarea de concienciación de la importancia que posee la lengua, aun cuando el papel principal para la conservación, difusión y desarrollo del castellano esté en manos de los hablantes que han de saber que sólo de ellos depende el idioma.





WOMAN DEL CALLAO II

Dónde estás tú, dónde estoy yo,
dónde está el norte y dónde el sur,
quisiera ser para ti eterno sol,
quisiera ser alegría redonda,
quisiera ser pasión sin nudo,
quisiera ser gracia que se improvisa,
quiero ser paciencia de agua,
quiero ser tu confiado socorro.
Me duele expulsarte de tu paraíso
con el turno de la dulce noche,
despojarte de la ternura del beso,
arrancarte de la volteleta ciega,
expropiarte la pureza a ratos
de arrebato doliente,
desahuciarte de tu libre mirada,
negarte una nueva posibilidad.
¿Qué hace una mujer tan bendita
de la mano de un juguete roto?
¿Qué clase de anti-juez sin paz
te sostiene la mirada hecha añicos?
¿Qué púlpito de negrura asola
tu voz huída en tu inocencia?
¿Qué beso de ti se me ha escapado?
¿Qué mirar de soslayo
fue miedo de sombra sin nombre?
¿Qué azul de ti se fue tan callando?
¿Qué rosa nació con la espina
dolorosa de la libertad soñada?
¿Qué canción no rima todavía?
¿Qué conclusión tan nefasta
da pasos en el ahogo a solas
de este verso desesperado?
¿Por qué mi amor tú tan lejos?
¿Por qué me dueles tanto?
¿Qué ritmo dió la noche
a la tormenta de sabor a selva?
¿Qué suspiro negro de mí
te llevas al irte?
¿Qué bofetada del silencio
se retuerce como pez fuera del agua?
¿Por qué el amor es tan difícil?
¿Por qué mi voluntad es un preso
anciano, sabio y cansado?
Woman del Callao me dueles,
me dueles al alba, y de noche,
me dueles a solas o sin ti,
me dueles cuando miras
a la ciudad que te enseña sus dientes.
Me dueles cuando vas sola
por el llanto del mundo.
Me dueles cuando huyes
de la verdad desnuda.
Me dueles en la sombra
del momento en el viento.
Me dueles cuando callas, cuando vives,
cuando andas, cuando flaqueas.
Si te rodeo en mis brazos
y veo que ves
el loco poema
del guardián de espejos,
me muero por dentro y todo tú
me corroes.
Te beso y no cierro la esperanza secreta
que nos mantiene soñando.
Me conmueve el sabor
de tu sueño sacudiéndose.
Me enamora la alegría
de tu presencia que regala sin descanso.


Por Cecilio Olivero Muñoz



La Revuelta


Me atraían todas aquellas luces dispersas: las que se contemplaban por el destello de las barricadas ardiendo o por el repentino resplandor de los cócteles molotov que estallaban al fondo de la avenida, el resplandor de las luces de los coches policiales o del inútil parpadeo de los semáforos. Se impuso un silencio tenso que sólo fue roto por las sirenas de la policía y de los bomberos, por el ruido de los cristales rotos y por algunos gritos que, desde lejos, apenas se entendían. Yo contemplaba aquel espectáculo impresionado, tal vez porque se me aparecía en cierto modo como el fin del mundo, un caos que no podía menos que calificar de sinfónico y que, no por llegar de pronto, me resultaba extraño ni imprevisto. Al fin y al cabo, lo artificial era lo anterior, aquella paz social engalanada de aparente riqueza que, estaba yo seguro, más tarde o más pronto se vendría abajo, como un edificio al que se ornamenta en demasía pero descuidando sus cimientos.
Es verdad que aquello no era la revolución. Apenas era una revuelta, una de las muchas que se iban produciendo desde tiempo atrás y que nos conducían al caos. Pero también era cierto que hacía tiempo que no esperábamos la revolución, lo que no hacía que las cosas existentes, el capitalismo real, según lo llamó el sarcástico Klaus, fueran bien y quizá por ello el caos ya nos resultaba suficiente, dado que, nos parecía de pronto, no había alternativa posible.
Me metí por las callejas adyacentes, más silenciosas pero no por ello menos caóticas, y vi a grupos de encapuchados que se movían raudos por las esquinas, casi de un modo militar. Algunos ni me miraron, me sentía invisible, otros me observaron apenas unos segundos, lo suficiente como para barruntar que yo no era un policía de paisano, y continuaron sus movimientos ajenos a mi presencia. De tanto en tanto volvía a escuchar el ruido de los cristales rotos, de las sirenas, los gritos, más lejanos sin duda pero, por romper el silencio de las calles estrechas, más intensos y tal vez más sonoros. Seguí andando. No tenía dirección fija, iba de un lado a otro, como un turista que visitase el caos.
El mundo se venía abajo, no había vuelta atrás, y creo que nunca antes me había sentido más feliz. El orden se derrumbaba, ¿cabía algo mejor?, y aquella destrucción me resultaba gratificante. Me sentía regocijado, lo reconozco, al ver, en una calle comercial, los escaparates de las tiendas rotos, algunas sucursales bancarias con evidentes signos de haber sido incendiadas, los coches traspuestos y colocados como barricadas en medio de la calzada. El corazón se me aceleraba, se me despertaba la pasión y me acercaba a un ámbito en el que se diluían los límites de lo material. No crean que yo hubiera bebido ni consumido ninguna droga, nada más lejos, pero sin duda estaba muy cerca de los efectos más extremos que producían dichas sustancias.
Salí de las callejuelas del casco viejo y avancé por plazas y calles que, si bien parecían no estar afectadas por los desórdenes, te hacían sentir la tensión. El ulular de las sirenas se escuchaban desde aquí y tal vez la falta de consonancia con el paisaje, todo de pronto tan ordenado, me inducía a pensar que lo que veía era apenas un espejismo o que lo recién contemplado no existía en absoluto.
Me senté en un banco de una extensa plaza. Ahí el silencio era absoluto y el bisbiseo de los incidentes quedaban ya demasiado lejos. Quizá nunca amaneciera, pensé. La noche eterna, era lo que me pareció que iba a ser aquella noche. Miré a mi alrededor y tanta soledad, por un instante, me resultó gratificante. Parecía imposible que poco antes hubiera asistido los incidentes. La tensión quedaba aquí diluía y me pareció que la calma siempre había existido. Concluí que el mundo era ambivalente y en él convivían ámbitos que llegaban a ser absolutamente contradictorios pero por los que se podía pasar con suma facilidad.
Sin duda había algo poético en todo eso. No me moví de ahí hasta el amanecer, a la espera de no sé muy bien qué.


Juan A. Herrero Díez



SU ABRAZO


Ese nudo orbital en mi cintura
delimita el espacio en donde habito
y ahueca entre sus alas todo un nido
donde entibio mi noche más oscura.

Rodea con su manto de ternura
la pesada raíz de mis olvidos,
y me diluyo lejos del silencio
con las voces de luz que me que murmura.

En ese globo astral arden los fuegos
que lamen las laderas del infierno
y borran los perfiles de la bruma.

Se estremece mi piel con el contacto
que surge de su abrazo dilatado
y alcanzo la verdad que me desnuda.
Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com/




DESTINADO

A Lula, por su agudeza visual.

Le pedí que me leyera la mano
cuando mi juventud era un suspiro que nace.
Ella llevaba gusto a brandy en el paladar
pero vió la luna crecer en la palma de mi mano
como un espejo redondo y profundo como un pozo.
Se invocaba paulatinamente
a un pasado de travesura que salió cara,
a un presente de misterio escondido
en la semilla de la luz,
y a un futuro que florecía como una incógnita
vestida de ensueños plateados.
No lo supe hasta más tarde,
que una deuda quedaba tan finamente cobrada
como la justicia de Dios
hecha por los hombres.
Ella movía su mano como un abanico
esparciendo su visión de chamán ancestral y místico
como el humo espeso de la goma o del neumático.
Ella me dijo después:
sígueme con tu mirada hasta perderme en la esquina,
no quiero caerme como otras veces caí.
No le perdí el rastro zigzageante
que su andar delicado soportaba.
Se perdió entre las estrellas de la noche de verano
cruzando la lluvia
eterna de las risas del populacho gris
y los borrachos que por una gastada sonrisa
hacen burla de la grandeza pequeña
que el mundo oculta.
Las esperanzas son un aliento que alivia
en lo remoto de cada corazón.
Por eso no la olvido cuando veo mi destino
venir a mí como un perro suplicante de caricias.
Por eso no la olvido cuando escucho
la canción de la noche en los veranos australes
que mi caminar oye salir de las ventanas.


Por Cecilio Olivero Muñoz




POEMA MANDADO POR CRISTIAN
CLAUDIO CASADEY JARAI.

EL VOLCÁN POÁS

Del clásico costarricense, Carlomagno Araya.

Levantado en mitad de la maleza
Está el volcán que a imaginar invita
En una gran cabeza que medita
Y en una enorme fauce que bosteza.

Este monarca cuyo aliento sube
Sin padecer fatiga ni desmayo
Tiene por cetro luminoso el rayo
Y por corona singular la nube.

Apoyado en los hombros de la cresta
Que baña el sol de fúlgida vislumbre
Contempla la ansiedad de la floresta
Que tiene la locura de ser cumbre.

Atalaya propicio desde donde
Pueden los pueblos extender su vista,
Para ver el lugar en que se esconde
El peligro fatal de la conquista.


Maldigo al primer ser humano que interpuso una frontera imaginaria entre él y uno de sus semejantes. Maldito sea mil veces aquel ignorante individuo que en un remoto día fue el primero en pronunciar las infames palabras “mío” y “tuyo”; ojalá se pudra por siempre en los infiernos. Maldigo las perversas razones que le condujeron a tan depravado comportamiento de menosprecio fraternal. Yo maldigo también a la siniestra evolución que nos arrebató sin misericordia las eternas primaveras y las brisas suaves de la edad de oro de la tierra primigenia y nos condujo irremediablemente a través de las edades de plata y bronce hasta llegar a la más actual de las edades, la más violenta y desgarradora, la corrompida edad de hierro. Maldigo las patrias, las banderas, los himnos, las lindes, los idiomas, las vallas, las aduanas, los iconos, las ideologías y todo aquello que suponga una diferenciación ficticia entre individuos de la misma especie.
Éstos han sido los responsables de las mayores matanzas y peores injusticias de todos los tiempos. Por culpa de todo ello existe E.T.A, Al Qaeda, los nacionalismos estrechos de miras, el fanatismo religioso, las miserias de unos y las riquezas de otros, los gobiernos totalitarios y déspotas,...
Soy un ciudadano del Todo; mis hermanos son los seres que en Él habitan. Sus dominios comienzan allá donde nacen los vientos, y acaban donde se oculta el arcoiris. Mi bandera son las nubes que rodean todo el globo ondeando en lo más alto del cielo, y no necesita asta donde ser colocada. Mi himno, el sonido de las olas del mar rompiendo en la dura roca o el melodioso canto del ruiseñor en la profundidad del bosque. Mi idioma es el Lenguaje del Mundo. Las estrellas son el único confín que conozco; y los horizontes que contemplo, la luna y el sol. Mi Templo es mi cuerpo, y el único ritual que requiere mi religión es la meditación.
Si te agrada mi patria, siempre serás bien recibido en ella. La única condición que te exige es que olvides fuera los prejuicios, las prohibiciones, las dualidades (sobretodo aquella de “yo” y “los demás”), la envidia, el rencor, la ira, el odio. Entra con la mente limpia y clara como la de un bebe recién nacido antes de ser bautizado y déjate llevar. Si dudas de la existencia del paraíso, olvida todo lo conocido hasta ahora y sígueme; está más cerca de lo que imaginas. Te prometo una existencia plena y feliz hasta el fin de todos los tiempos. Te aseguro la completa desaparición de todas tus actuales y absurdas preocupaciones.
En este lugar no se conoce el miedo, porque no hay nada que temer. Tampoco existe el amor, ya que todo es amor. No se habla de paz, debido a que la guerra es impensable. No hay principio ni fin; el nacimiento y la muerte sólo son pasos intermedios. Aquí no tienen cabida jefes ni gobernantes, la Naturaleza es la única que impone leyes e imparte justicia. En nuestra tierra no son necesarios papeles para vivir dignamente; no se conocen ciudadanos ilegales. En este mundo, el único propósito es vivir. Mientras naden peces por sus ríos y mares, el cielo sea surcado por aves de todos los colores y de la tierra broten los más variados frutos, seremos ricos y dichosos; todos por igual... Y al que pronuncie la palabra “frontera” se le colgará del árbol más alto de este infinito Reino.

Las cuatro edades. Extraído del libro Metamorfosis, de Ovidio
“La edad de oro fue la creada en primer lugar, edad que sin autoridad y sin ley, por propia iniciativa, cultivaba la lealtad y el bien. No existían el castigo ni el temor, no se fijaban, grabadas en bronce, palabras amenazadoras, ni las muchedumbres suplicantes escrutaban temblando el rostro de sus jueces, sino que sin autoridades vivían seguros. Ningún pino, cortado para visitar un mundo extranjero, había descendido aún de sus montañas a las límpidas aguas, y no conocían los mortales otras playas que las suyas. Todavía no estaban las ciudades ceñidas por fosos escarpados; no había trompetas rectas ni trompas curvas de bronce, ni cascos, ni espadas; sin necesidad de soldados los pueblos pasaban la vida tranquilos y en medio de suave calma. También la misma tierra, a quien nada se exigía, sin que la tocase el azadón ni la despedazase reja alguna, por sí misma lo daba todo; y los hombres, contentos con alimentos producidos sin que nadie los exigiera, cogían los frutos del madroño, las fresas de las montañas, las cerezas del cornejo, las moras que se apiñan en los duros zarzales, y las bellotas que habían caído del copudo árbol de Júpiter (la encina).
Había una primavera eterna, y apacibles céfiros de tibia brisa acariciaban las flores nacidas sin cimiente. Pero además la tierra, sin labrar, producía cereales, y el campo sin que se le hubiera dejado en barbecho, emblanquecía de espigas cuajadas de grano. Corrían también ríos de leche, ríos de néctar, y rubias mieles goteaban de la encina verdeante.
Una vez que, después de haber sido Saturno precipitado al Tártaro tenebroso, el mundo estuvo sometido a Júpiter, llegó la generación de plata, peor que el oro, pero más valiosa que el rubicundo bronce. Júpiter empequeñeció la duración de la primavera antigua, haciendo que el año transcurriese, dividido en cuatro tramos, a través de inviernos, veranos, otoños inseguros y fugaces primaveras. Entonces por vez primera el aire, encendido por tórridos calores, se puso candente, y quedó colgante el hilo producido por los vientos. Entonces por vez primera penetraron los hombres bajo techado; sus casas fueron las cuevas, los espesos matorrales y las ramas entrelazadas con corteza de troncos. Entonces por vez primera fueron las semillas de Ceres enterradas en largos surcos y gimieron los novillos bajo la opresión del yugo.
Tras ésta apareció en tercer lugar la generación de bronce, más cruel de carácter y más inclinada a las armas salvajes, pero no por eso criminal. La última es de duro hierro; de repente irrumpió toda clase de perversidades en una edad de más vil metal; huyeron la honradez, la verdad, la buena fe, y en su lugar vinieron los engaños, las maquinaciones, las asechanzas, la violencia y la criminal pasión de poseer. Desplegaban las velas a los vientos, sin que el navegante los conociese aún apenas, y los maderos que por largo tiempo se habían erguido en las altas montañas saltaron en las olas desconocidas, y el precavido agrimensor señaló con largas líneas las divisiones de una tierra que antes era común como los rayos del sol y como los aires. Y no sólo se exigían a la tierra opulentas cosechas y alimentos que ella debía dar, sino que se penetró en las entrañas de la tierra y se excavaron los tesoros, estímulo de la depravación, que ella había escondido llevándolos junto a las sombras de la Estige. Y ya había aparecido el hierro dañino y el oro más dañino que el hierro; apareció la guerra, que combate valiéndose de ambos y con mano sangrienta blande las armas que tintinean. Se vive de la rapiña; ni un huésped puede tener seguridad de su huésped, ni un suegro de su yerno; incluso entre hermanos es rara la avenencia. El marido maquina la ruina de su esposa, y ésta la de su esposo. Madrastras horribles preparan los lívidos venenos del acónito; el hijo averigua antes de tiempo la edad de su padre.
La piedad yace derrotada, y la Virgen Astrea (la justicia) ha abandonado, última de las divinidades en hacerlo, esta tierra empapada de sangre.”


Por Pedro Estudillo Butrón




RESURRECCIÓN



Y el disfraz se apartó
de su último rostro.

Descendió por las aristas,
y se negó a aceptar
la resignación de la clausura.

Midió el alcance del combate iniciado,
y rompió aquel asedio que frenaba sus líneas
adheridas a un cuerpo.


Enloqueció su brújula
y se liberó de apremios
sin atisbo de culpa.

Quería astillar ademanes primitivos.

Despilfarrar los guiños
de dueños asimétricos.

Sumergió la imagen conseguida
en un espejo falso,
y dejó que la hondura
inventara otras puertas
por donde escabullirse.
Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com/



LA ORGÍA

Esa otra que me habita,
se oculta
entre navajas y sudarios.

Por mis recodos íntimos,
alarga sus controles
para tocar mis poros
y se empeña en el registro
de una maldad suprema.

Pone a macerar
unos granos de sal
y viaja hasta mis ojos
para hurtarme una lágrima.

Mi piel embaucadora
busca líneas erguidas
desde otras tarimas.

Y una vez más,
la intrusa
se recluye
entre los matorrales
y regresa a mi fondo
con las arcas vacías.

Hay un pastor de llantos,
sin rebaño.


. T.P.C.



Me llamo Pedro Andrés Estudillo Butrón, soy ciudadano del mundo, hijo de Adán y de Eva, y declaro la guerra abiertamente a todas las multinacionales del mundo.
Al igual que en otros tiempos sembraron el terror por el mundo ambiciosos emperadores, dictadores totalitarios, fanatismos religiosos con su Santa Inquisición al frente (no sé por qué lo de “Santa”) o ejércitos de bárbaros descontrolados, por mencionar algunos, en la época en la que nos ha tocado vivir, son las multinacionales las que constituyen la reencarnación del mismísimo Satanás.
Pero todos los anteriormente mencionados juntos no tendrían nada que hacer con el mortífero monstruo que se cierne sobre nuestras cabezas en estos días, ya que, el alcance de esta máquina infernal es a nivel mundial, a diferencia de los aparecidos en otras edades, los cuales sólo podían atacar a unos cuantos desgraciados esparcidos por algún rincón concreto del planeta. En nuestros días, gracias a (o por culpa de) los fabulosos avances en las telecomunicaciones y la tecnología, los poderosos y maléficos tentáculos de las multinacionales llegan hasta los más recónditos lugares de este precioso mundo que habitamos. No hay escapatoria, no tenemos a dónde huir; ¿o sí?
Si no podemos salir del planeta para escapar de tan terrible amenaza, tan sólo nos queda una opción: luchar. David derrotó al gigante Goliat, los griegos vencieron al poderoso ejército persa en la batalla de Salamina, los Hunos de Atila pusieron en jaque al todopoderoso imperio romano, al igual que el cartaginés Aníbal, después de realizar la hazaña de cruzar toda la península ibérica, los Pirineos y los Alpes con todo su ejército. Ahora ha llegado nuestro momento. Debemos plantarle cara al enemigo si no queremos que el mal se extienda irremediablemente por todo el planeta. Si nos rendimos ahora, acabaremos como tantos otros ya lo han hecho, muertos en vida, vagando como zombis invisibles en oscuras y monótonas existencias, sin presente ni futuro que merezca la pena, sin posibilidad de escape, esclavos de la peor de las miserias en las que se puede caer: la del aburrimiento y la esclavitud consentida. Inmersos en un insulso mundo de hipotecas, préstamos a bajo interés, móviles de última generación, grandes automóviles todoterrenos, televisores de pantalla plana, últimas rebajas, moda a precio de saldo, líneas ADSL´s, obligatorias fiestas de cumpleaños, de despedidas de solteros, de bautizos, de Navidad..., preasignados días de los enamorados, de las madres, de los padres, del tío abuelo..., paseos al centro comercial más próximo (o más lejano), minivacaciones en la atestada playa, colección de películas y CD´s piratas que nunca utilizaremos, falsas reuniones familiares donde debemos aparentar la más absoluta felicidad, formidables planes de pensiones, superseguros fondos bancarios de renta libre... Y vuelta a empezar de nuevo. ¡Manipulación, manipulación y más manipulación!
Quince de mis más vitales años he ofrecido a uno de estos pérfidos monstruos surgidos del profundo abismo de la globalización, por eso los conozco bien, sé cómo piensan, cómo actúan, de qué se alimentan. No tienen compasión, actúan impunemente, protegidos y amparados por el vil sistema que ellos mismos han creado y que mantienen a costa del pobre ciudadano. Cuando te atrapan es difícil escapar, te devoran poco a poco, acaban con tu vida, con la de tus hijos, tus seres queridos, lo destruyen todo a su paso; si caes en sus miserables garras, no tienes salvación.
Desde mi trinchera oculta entre la maraña de la red cibernética, grito ¡SOCORRO!, solicito tu ayuda, tu compromiso para con la causa. Podremos ser pocos, pero nuestra voluntad es fuerte y nuestra motivación surge de la razón; además, el enemigo es ingenuo, está distraído y es cobarde. Si el hombre es un lobo para el hombre, seamos nosotros zorros, astutos y vigilantes.
La mayor y más importante arma utilizada por nuestro común enemigo es la manipulación; si queremos vencerle, tenemos que intentar por todos los medios posibles anularla. Estas son nuestras armas, tómalas y lucha conmigo:

1. Acude para tu consumo diario a los pequeños comerciantes de tu pueblo o ciudad. Cada vez son menos, por desgracia, pero los pocos que hay te recibirán con los brazos abiertos, te ofrecerán el mejor trato, te darán calidad y total confianza.
2. Huye de las masas enfervorecidas; éstas son el principal alimento de nuestro insaciable enemigo.
3. Arroja inmediatamente en la bolsa de reciclar el papel toda la propaganda que te dejen en tu buzón sin tu permiso; no caigas en la tentación de leerlas.
4. No escuches ni uno solo de los anuncios televisivos; representan una de sus principales armas contra el desprotegido ciudadano.
5. Olvídate de la política y de los políticos; sólo son herramientas utilizadas por el adversario para despojarnos un poco más de nuestra libertad. Haz como el sabio Diógenes; cuando el poderoso emperador Alejandro Magno le preguntó de qué modo podía servirle, éste le respondió: “Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol”.
6. Antes de comprar algo, plantéate en serio si de verdad lo necesitas. No olvides la máxima “No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita”; practica el saludable arte del desapego material: serás más feliz (por experiencia). Otro de mis preceptos favoritos es que todos los inventos del hombre, absolutamente todos, son prescindibles. No lo olvides.
7. No te fíes de las ofertas ni de las gangas; suelen ser otro timo más. La máxima: “Nadie regala nada”, suele ser verdad.
8. No engroses la deprimente lista de los que acostumbran a sustituir sus bienes a las primeras de cambio (móviles, automóviles, viviendas, ordenadores, etc.). Recapacita bien sobre la auténtica utilidad que le das a tus artilugios. El enemigo es un experto en crearnos necesidades absurdas.
9. No contrates nada por teléfono; es más, ni siquiera pierdas tu tiempo escuchando a un desconocido que te llama sin tu consentimiento para ofrecerte algo que no has pedido.
10. Utiliza todos los servicios públicos que estén a tu alcance; son tuyos (como ejemplo, este blog lo publico desde la biblioteca municipal de mi localidad).
11. No consumas alimentos precocinados, sólo conseguirás envenenarte poco a poco. Intenta alimentarte con productos naturales y del tiempo, aunque requiera más esfuerzo; quién algo quiere, algo le cuesta.
12. Organiza tu tiempo de manera que cada cosa que hagas en cada momento, tenga una utilidad concreta, y procura no salirte de ahí. El tiempo es lo único que no se puede recuperar jamás, una vez que se pierde; no se lo entregues tontamente al adversario. Recuerda que actividades como el descanso, la relajación, la reflexión o la meditación, no son ninguna pérdida de tiempo.
13. Olvídate de las modas; hay un refrán que las define estupendamente: “Cuando un tonto coge un carril, o se acaba el carril o se llena el carril de tontos”. No seas uno de esos tontos, y de paso le darás una buena estocada al adversario, que se lucra con ellos.
14. No te inscribas en ninguna asociación, sindicato, club, organización, etc. Los carnés sólo sirven para esclavizarte un poco más (si estás pensando en las ONG´s, tampoco es necesario un carné en el bolsillo para hacer el bien).
15. No te “enganches” a programas o series de televisión (mi consejo es evitar empezar a verlos desde el principio), ni te conviertas en un forofo del deporte de moda; es otra de las estratagemas usadas por el enemigo para anular nuestra voluntad, y con ella, nuestra libertad. Nuestra principal arma es una mente lúcida y libre; que nadie ni nada te la arrebate.
16. No seas prosélito ni acólito de nada ni de nadie (mucho menos de mí). Que sea tu sentido común el que gobierne tu vida. La capacidad de razonar es lo que nos diferencia de los animales, si no la utilizas serás más parecido a un cordero que a una persona.
17. Aprende a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas. Hay muchas actividades interesantes que se pueden realizar sin necesidad de estar ganando o gastando dinero.
18. Las leyes se pueden infringir, pero nunca las normas de la buena conducta; no confundas a tu prójimo con el sistema que lo envuelve. Recuerda que somos guerreros, no soldados ni bárbaros.

Admito propuestas y consejos. Me considero uno de los escasos y privilegiados seres humanos del mundo que son capaces de aprender por cabeza ajena. No pretendo convertirme en ningún líder ni cabeza visible de nada; nuestro ejército no necesita jefes, nosotros somos inteligentes.
BUEN COMBATE, AMIGO.




ASESINATO DE UN JILGUERO

Cuando era un niño, no tan niño,
un día cacé a un jilguero con liria de muérdago
con la tradicional trampa del arbolito.
Como se le quedaron las alas
untadas con la liria
quedó el pájaro totalmente desplumado,
pegado, feo y pegajoso.
Unos amigos me dieron la brillante idea
de untarlo con aceite de oliva
para quitarle toda la liria que tenía
en sus plumas.
Pero no fue tan brillante esa idea,
pues el pajarillo quedó aceitoso y resbaladizo,
y se me ocurrió después lavarlo
con agua del grifo del lavabo,
pero esa idea fue aún menos brillante.
Al mezclar la liria, el aceite de oliva
y el agua, aquel jilguero
ya no parecía ni jilguero, ni pájaro,
y ni si quiera parecía que tuviera alas.
Parecía un colibrí untado en petróleo,
una contradicción de ave que, de haber sido una ave exótica,
seguro sería una ave exótica en vías de extinción.
Estaba mojado, pegajoso, grasiento,
aceitoso, desplumado, no era ya el mismo que cacé,
Después se me ocurrió la brillante,
y al mismo tiempo, la inocente y equivocada idea
de secarlo con el secador del pelo.
¡Nefasta idea!
Yo direccioné el aire caliente del secador
contra esa especie rara de jilguero feo
y él abría el pico y lo cerraba,
aleteaba desesperado, impotente, aterrorizado,
pero a mí no me preocupó demasiado.
A mí lo que me importaba era verlo
seco, bien acicalado, (cosa imposible)
pero yo seguía y seguía ofreciéndole su dosis letal
de aire caliente al pobre pajarito.
Como todavía estaba mojado, pegajoso, grasiento
y aceitoso, seguía y seguía,
hasta que el colorín se arrinconó en su jaula
agonizante, totalmente humillado
y sin ningún indicio ni resquicio de fuerza.
Decidí darle el último secado
y lo que conseguí es darle el toque de gracia
y el pájaro me lo agradeció, creo yo.
Por que murió al instante.
Yo no tenía ninguna idea preconcebida
de que aquel pobre pájaro iba yo a matarlo,
yo sólo quería verlo seco y bonito
pero el pajarillo no lo resistió.
Entonces fue cuando al verlo
totalmente tieso, engarrotado y muerto
empecé a sentir una enorme culpa.
Un sentimiento de tristeza se apoderó de mi ser,
que me hizo comprender,
que la muerte estaba ahí esperando,
expectante y agazapada.
Comprendí que unos mueren por la torpeza
y el egoísmo de otros,
pues no pensé en ese animal,
no vi en ese momento que lo estaba condenando
a una muerte horrible y agonizante.
Entonces cogí al jilguero y lo envolví
en un paño de papel de cocina
y lo enterré en un macetero de la casa.
Le puse una cruz atando dos palitos,
recé por él un medio Padre Nuestro,
pero eso no creó en mí ningún consuelo,
solamente un arrepentimiento y un sentimiento
de culpa que me duró varios meses.
Ese mismo día se lo conté a mis padres
en el almuerzo
y mis padres me dieron una riña un tanto leve
sin darle mucha importancia.


Por Cecilio Olivero Muñoz



viernes, 12 de diciembre de 2008

17º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA






17º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXVII 12-12-2.008

EDITORIAL XVII


Violencia en Grecia


Asistimos esta semana a la violencia desatada en Grecia que ha hecho coincidir la revuelta juvenil con una huelga general en la misma semana. No somos nosotros quiénes para dirimir las causas y los pormenores políticos de esta situación, no vamos a dar soluciones, no tenemos una varita mágica ni poseemos la verdad absoluta. Sin duda quienes escribimos en este espacio no nos pondríamos de acuerdo ni en los análisis ni en las soluciones, tampoco el debate político está en el origen de esta revista, pero creemos que hay una lectura social y cultural que no queremos, por ser una revista literaria, callar.

Sabemos que, por desgracia, la violencia es algo ligado a la historia de la humanidad. Pero creemos firmemente que la cultura y la educación son dos instrumentos idóneos para solventar los conflictos y avanzar colectivamente. Lo hemos formulado ya en varios editoriales y a ellos remitimos, no es cuestión de repetirse. No obstante, reiteramos nuestra tesis ya formulada, por otro lado evidente, de que el descenso del nivel educativo y cultural provoca frustración individual y también colectiva porque produce falta de perspectivas y desata la ira. Ahí está en gran medida el origen de la violencia. Por tanto, no podemos quedarnos en lo meramente externo: las calles cortadas, los bancos destruidos, los comercios arrasados, los enfrentamientos callejeros con su cúmulo de heridos y muertos; todo esto nos impresiona, pero la violencia no es sólo eso, está más en el origen mismo de la rabia, en la frustración, la miseria, la incultura, la explotación. Es menos evidente, pero no menos real. Lo vimos claro en el año 92 en Los Ángeles, donde un acto de injusticia policial provocó las iras de la ciudadanía negra, mostrando al mundo la marginación y el bajo nivel educativo, social y laboral que esta población sufría, lo hemos visto en otros casos y lo vemos hoy en Grecia, que se vuelve el reflejo de hacia dónde va Europa.

No en vano es Grecia la que se revuelve hoy, la cuna europea de la filosofía, de la lógica y la dialéctica. Grecia es el símbolo de una Europa que se ha lanzado a una deriva consumista y que ha dejado de lado los valores de la educación y de la cultura para adorar el dinero, el euro, como única divinidad. No es la primera vez que ocurre, Europa es el continente que arrasó el mundo en provecho propio, que se enriqueció con el trabajo ajeno, el de los esclavos negros llevados a América, por ejemplo, pero que también abusaba de la población local, sometida a unos valores egoístas de enriquecimiento rápido y de superficialidad.

Pero también es un continente que ha expresado una sensibilidad enorme por las artes y las letras, sin duda al igual que los otros continentes, donde las expresiones culturales son también importantes, pero por ello mismo con una singularidad propia producto de numerosas influencias. Por eso lamentamos que la deriva tomada por los gobiernos europeos esté provocando el caos. Lo que está pasando en Grecia es la punta de iceberg de un estado de cosas que a muchos habitantes del continente europeo les desagrada bastante y que desean la vuelta a unos valores democráticos, de justicia y de solidaridad, en los que la cultura tanto tiene que decir.





EN EL HUERTO

Cavando bajo un sol
te mirábamos los dos,
mientras la tierra, toda tuya,
la domabas dando bulla.
Eras sudor de estrella
y eras la voluntad aquella
que extrañaba vernos
entre tomates y ajos tiernos.
Todo tú eras campesino,
tu domingo era don divino,
y entre semana era hierro
tu labor de paz y encierro.
Trabajador del sí rotundo,
hombre fiel al viejo mundo,
anhelas sólo lo tranquilo
del laurel y el tilo.
Buscas la raíz del consuelo
cuando cavas en el suelo,
donde pisa la lombriz
con toda tu verdad motriz.
La acequia es tu gran obra
que al momento y a su hora
sigue el agua pertinaz
ese rastro de antigua faz.
Tu hoz es enorme corazón
que busca una razón
donde se corta la mitad
de esa luz en contrariedad.
La cabaña es sombra vieja
y tu mirar sin la queja
corta la caña y con maña
deshace telaraña y maraña.
Agacha el lomo de hombre
pues cosechas tu nombre
entre la llaga y el callo,
pues sigue tu mirar el rayo
del sol que distraído
encuentra en tu tierra ruido,
con la entraña sumergida
de tu carne morena sufrida.
Eres campesino por que veo
en tus ojos el pestañeo
del escozor que da el sudor
y te escuece aquel dolor
que la tajada y el tajo sembró
aunque tienes tornasol
que en tus manos dice no
cuando llora seco el sol.

Por Cecilio Olivero Muñoz


Barrios

Había un punto en esa atracción por los barrios bajos que me parecía indecente. Éramos privilegiados que querían emular a los poetas malditos de quienes nos hacíamos una idea preconcebida, un cliché sin sentido, años después de que aparecieran y a los que imitábamos sin vergüenza. Paseábamos por las callejas del puerto, entre borrachos, voyeurs, putas y ladrones, entre gente derrotada, y nos mostrábamos como turistas que se encandilan ante los falsos decorados orientales. Puede que hubiese un toque poético en aquel espectáculo, pero desde luego no era bello, ni atractivo, ni nada. Me voy, dije de pronto y todos me miraron como si hubiese soltado la mayor sandez de mi vida.
- No te irás a marchar ahora. -dijo Marcos como si lo preguntase.
- Pues sí.
- ¿Nos vas a dejar tirados?
Marcos me resultó especialmente estúpido. Más estúpido de lo que ya lo era por costumbre, quiero decir. ¿Tirados? Continuaban todos juntos. ¿Para qué me querían junto a ellos?¿Acaso me consideraba -me lo consideraban todos, pues todos mostraban rostros de carneros a punto de morir- el alma mater de aquel safari como para tomarse como una traición mi partida? Seguís todos juntos, que os divertíais, fue lo último que les dije. Torcí por una calleja que me llevaría fuera de la zona.
No tenía la menor duda de que Marcos habría comenzado a despotricar contra mí nada más desaparecer por la esquina, me estaría acusando de moralista pequeño burgués ante los otros, pensé, él, nuestro gurú poseedor de la verdad absoluta y que gustaba de emplear palabras rimbombantes con las que juzgaba a los demás desde su posición aparentemente superior. Pero a esa altura de la historia me daba igual. No estaba dispuesto a disfrutar con las miserias ajenas. Me asqueaba aquel divertimento de niños bien que jugaban a marginales. Aunque también era verdad que había otra razón, aun cuando no quisiera reconocerlo: me sentía en desventaja con respecto a mis compañeros. Al fin y al cabo, yo no era en realidad, como ellos, un niño bien. A pesar de que mis padres, enriquecidos tras años de trabajo, se daban aires de alta alcurnia. Pero bien sabía que estaba lejos de pertenecer a su clase social, que me sentía fuera de lugar entre ellos, un bicho raro. Y en ese momento concreto, tampoco lo quería. Había asumido de pronto que nunca sería parte integrante de un mundo con el que no me identificaba, ni me apetecía esos juegos de niños bien jugando a poetas.
Claro que tampoco tenía muy claro a que mundo pertenecía. Todo lo que me rodeaba me parecía en ese momento demasiado complicado. No conseguía tampoco identificarme con nada. Era un desclasado y tal vez el equivocado fuese yo, me dije, al torcer la última esquina que me sacaba del barrio portuario.
Anduve hasta casa, esforzándome por no pensar más en nada, ni en mis amigos pseudomarginales, ni en mi crisis de identidad. Seguramente, lo que necesitaba era un cambio de aires. Sí, era eso, justo eso, ni más ni menos: necesitaba salir de aquella ciudad. O mejor dicho, escapar de mí mismo. Aunque esto iba a resultar más difícil. Estaba condenado a vivir siempre conmigo mismo allí donde estuviera. Pero esa noche me di cuenta de lo importante que era marchar.
Llegué a casa. Eran las dos de la madrugada, acababa de dejar atrás a mis amigos que me reprocharían ser un aburrido, un insustancial aborregado, y tampoco me apetecía meterme en mi habitación, dormir y despertar unas horas después en la misma cama de siempre. De repente, me sentí inmovilizado por dentro. Mis músculos se quedaron fijos como piedras. Me quedé quieto frente a mi casa, la miré como si nunca antes me hubiera fijado en sus detalles, y tal vez nunca me fijé, y me entraron ganas de llorar. Mi vida me daba asco y no sabía como seguir viviendo. Me vi reflejado en el cristal de la puerta del portal. Ciertamente, me dije, nada me podía resultar más penoso.


Juan A. Herrero Díez



ANIVERSARIO.

A la memoria de mi madre.


Un puñado de orillas
en la piel sometida.


El temblor en las manos
y un crisol de palabras clausuradas.


Tal vez quiso rendirse mucho antes
pero disimuló el puñal
emboscado en la herida.


Se mintió en alboradas
y escondió entre las canas
la estrechez de un imperio
derrumbado.


Cumplió con la sonrisa
más allá de las dudas
y hoy se inventó
algún ala
para lograr un vuelo
postergado.

Por Teresa Palazzo Conti
( Letra de un tango que lleva el mismo nombre, en el CD “TRAVESÍA” )


RITUAL

“La noche relampaguea dentro
de tu máscara.”
ALEJANDRA PIZARNIK

Soy árbol desgajado
en mitad de su pulso
y una mácula absorta
al borde del espejo.


Renacía como el Fénix
desde mi propia hondura
y hoy tan sólo
interpreto
el libro de la vida
en un teatro marchito.


Comienza el espectáculo
y el público se inquieta.


Ya me pondré la máscara
para salir a escena.



Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com/

Literatura en Guinea Bissau.
Por Cristian Claudio Casadey Jarai.

Hablar de literatura africana en nuestra lengua es algo todavía sumamente difícil. A pesar de haber abandonado ya hace casi una década el famoso y esperado año 2000, muchas cosas parecen haber quedado en el olvido o en el pasado, como si fueran sobrevivientes agonizantes de un tiempo que no les permitió avanzar.
En el caso específico de Guinea Bissau, es muy complicado separar sus letras de su país hermano Cabo Verde. Se trata ciertamente de una literatura escasa y tardía, subordinada a la insular.
El primer periódico, “Ecos de la Guiné” aparece recién en 1920 y la primera universidad en 1990. Carlos Semedo con su libro “Poemas” de 1963 será el primer poeta de la joven república africana. Es imposible no nombrar al carismático caboverdiano Almícar Cabral, líder del Partido para la Independencia de la Guinea y Cabo Verde, autor de poesías y ensayos de mucha influencia en el África de habla portuguesa.
Interesante es el caso de Abdulai Sila que en su novela “Eterna Pasión” de 1994 cuenta la historia de un americano de raíces negras que decide emigrar a África en busca de su identidad.
La cruenta guerra colonial portuguesa, llamada también guerra de ultramar o guerra de liberación ha dejado su impronta en la reciente narrativa portuguesa, como por ejemplo en las obras de Manuel Alegre y Antonio Lobo Antunez entre otros. La lucha guerrillera fue extensa y ardua. La independencia de Cabo Verde y Guinea Bissau, como la de las restantes colonias portuguesas africanas (Mozambique, Angola y Sao Tomé) no se obtuvo hasta la llegada de la década de los setenta. Las Naciones Unidas reconocieron la independencia de Guinea Bissau el 24 de septiembre del 1973. Portugal no la aceptó hasta un año después, luego de la caída del gobierno salazarista respaldada por la Revolución de los Claveles.
Es de esperar, con fe y esperanza en el futuro, los frutos de la nueva generación de creadores africanos, que a pesar de las adversidades actuales lucha día a día por expresarse y contribuir a la cultura universal.


LA HIJA DEL SOL Y LA LUNA

Desde la agreste quebrada


dónde el cóndor hace nido,


desde el cerro bendecido


por su belleza encantada,


mi tierra es tierra sagrada


hija del sol y la luna,


hermosa como ninguna,


por el poeta ensalzada.


Es mi tierra tan amada


de valientes indios cuna.




Aroma a menta y tomillo,


cola de quirquincho y berro,


parece un jardín mi cerro,


entre verdosos junquillos


agua que corre en pasillos


entre cumbres y quebradas,


cae en preciosas cascadas


deslizándose hasta el río,


mientras en libre albedrío


cantan grillos y cigarras.




Montes, valles, lagos, ríos,


manantiales y cascadas,


sembró Dios en la alborada


la tierra dónde he nacido


y cuando el godo abusivo


no dio tregua y quiso guerra


en cada piedra en la sierra


resonó mortal bramido


¡Antes muertos qué vencidos,


no entregaremos la tierra!

María Magdalena Gabetta


SIEMPRE AGRADECIDO

Imploro tu sonrisa día y noche,
la aurora es espesa y busca luna,
busca un pasado sumergido
en un vaso de disculpa con anís.
Si tus ojos no me buscaran
qué perdido estaría entre mí,
qué vacío inmenso busca espacio,
qué dolor en la ceniza se consuma.
Tu perdón es una mano abierta
ciega, pura y confiada que da
más que recibe y es caliente
su caricia entregada siempre.
Soy paz porque tu paz es amor,
un amor que da la calma
y es derrota el pozo de mi tedio,
y es blancura tu sonrisa de luz.
Tu perdón es un dulce manjar
que saboreo en los límites
de parques y paseos al sol,
tu perdón es todo lo que tengo.
No te vayas criatura celeste,
no te vayas de mi miedo a Dios,
pues se queman las virtudes
en el fuego infravalorado.
Cuando rozamos las estrellas
buscando redondo epitafio
también buscan los astros una voz
tranquila en la guerra de la calle.
También se buscan elixires
trepados en el azúcar de diamante
que en tus te quieros revientan,
soy malo por llevarte sin carabina
ni custodia que vigile tu azul.
Soy mal hombre que pertenece
a tu sendero desnudo
que sentencia un cenit sólo visto
por nuestra cópula de galaxia.
Existe un cielo en tu mirada,
una mirada que busca fuente
rodeada de besos y abrazos,
de te amos rotos en los labios.
Vas pasando frío en la cloaca
del mundo y te arrojan salvajes
despistes de metal en el silencio,
eres mujer sencilla y frágil
que te conformas con poca cosa,
quizá una cama, una ventana,
y un pantalón vaquero,
quizá un verso que te saque
de tu cocina, quizá un suspiro
oportuno y cercano, quizá
la comprensión y la calma
en anaqueles pulcros y neveras
repletas de calidad de vida,
quizá un desmaquillador
de barba de tres días y pasión
en el romanticismo fucsia
de tu pintalabios alocado.
Pero todos los perdones son
una cadena que acaba pesando,
son meses de economía austera
y cigarrillos baratos sin filtro,
son torpes peldaños que se derriten
con las disputas y los gritos,
son resbalones en la bañera
y un vuelco el corazón que cae solo,
son ratas que en la noche callada
renuncian a su mundo invisible,
son todo eso que sabes
que marchita los sentimientos,
son todos esos perdones
por los que debo estarte agradecido.

Por Cecilio Olivero Muñoz


WOMAN DEL CALLAO

Dónde estás tú, dónde estoy yo,
dónde está el norte y dónde el sur,
quisiera ser para ti eterno sol,
quisiera ser alegría redonda,
quisiera ser pasión sin nudo,
quisiera ser gracia que se improvisa,
quiero ser paciencia de agua,
quiero ser tu confiado socorro.
Me duele expulsarte de tu paraíso
con el turno de la dulce noche,
despojarte de la ternura del beso,
arrancarte de la volteleta ciega,
expropiarte la pureza a ratos
de arrebato doliente,
desahuciarte de tu libre mirada,
negarte una nueva posibilidad.
¿Qué hace una mujer tan bendita
de la mano de un juguete roto?
¿Qué clase de anti-juez sin paz
te sostiene la mirada hecha añicos?
¿Qué púlpito de negrura asola
tu voz huída en tu inocencia?
¿Qué beso de ti se me ha escapado?
¿Qué mirar de soslayo
fue miedo de sombra sin nombre?
¿Qué azul de ti se fue tan callando?
¿Qué rosa nació con la espina
dolorosa de la libertad soñada?
¿Qué canción no rima todavía?
¿Qué conclusión tan nefasta
da pasos en el ahogo a solas
de este verso desesperado?
¿Por qué mi amor tú tan lejos?
¿Por qué me dueles tanto?
¿Qué ritmo dió la noche
a la tormenta de sabor a selva?
¿Qué suspiro negro de mí
te llevas al irte?
¿Qué bofetada del silencio
se retuerce como pez fuera del agua?
¿Por qué el amor es tan dificil?
¿Por qué mi voluntad es un preso
anciano, sabio y cansado?
Woman del Callao me dueles,
me dueles al alba, y de noche,
me dueles a solas o sin ti,
me dueles cuando miras
a la ciudad que te enseña sus dientes.
Me dueles cuando vas sola
por el llanto del mundo.
Me dueles cuando huyes
de la verdad desnuda.
Me dueles en la sombra
del momento en el viento.
Me dueles cuando callas, cuando vives,
cuando andas, cuando flaqueas.
Si te rodeo en mis brazos
y veo que ves
el loco poema
del guardián de espejos,
me muero por dentro y todo tú
me corroes.
Te beso y no cierro la esperanza secreta
que nos mantiene soñando.
Me conmueve el sabor
de tu sueño sacudiéndose.
Me enamora la alegría
de tu presencia que regala sin descanso.

Por Cecilio Olivero Muñoz

sábado, 6 de diciembre de 2008

16º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA


16º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXVI 05-12-2.008

XVI EDITORIAL


Sobre premios y premiados

La semana pasada asistimos a la concesión de dos premios, el Nacional de Literatura y el Cervantes, a Juan Goytisolo y a Juan Marsé, respectivamente, dos escritores sin duda únicos, que han aportado una obra que consideramos a todas luces excelente y determinante en la historia de la literatura española tanto para su generación como para los escritores que les han sucedido.

El escritor Juan Goytisolo ha recibido el Premio Nacional de Literatura, que distingue la obra de toda una vida. El galardonado ha hecho mella de su habitual escepticismo y ha acogido el premio no sin muestras de cierta distancia. De hecho, se trata de un escritor conocido (y reconocido) por su falta de apego a los oropeles de las artes y por ser poco afín a participar en la prosopopeya del mundo de la cultura. Evidentemente, a nadie se le escapa que Juan Goytisolo es uno de los grandes escritores de este país, y lo es no sólo por su prosa, sino por su experimentación literaria. Se trata de un escritor que se ha adentrado por varios géneros, ha querido innovar y lo ha conseguido. Esto le convierte en un escritor único, en alguien que resulta a todas luces imprescindible por su singularidad y maestría.

Nos alegra especialmente porque Juan Goytisolo, además de un buen escritor, es también un autor que ha hecho gala de una inmensa preocupación por las variadas expresiones de la cultura. Se ha interesado por autores de la historia de España, en este sentido relevante ha sido su acercamiento a Blanco White, uno de los escritores del siglo XIX más crítico con la sociedad española y sus costumbres. Pero también se ha interesado por la inmigración que ha llegado a España en los últimos años y de cómo se ha ido incorporando a la sociedad española, en especial la inmigración magrebí. Creemos que Juan Goytisolo no es sólo un escritor en el sentido estricto de la palabra, es ante todo un humanista en el sentido más amplio, una persona que ha mirado con curiosidad el mundo que le envuelve y lo ha sabido, además, transmitir.

En cuanto a Juan Marsé, Premio Cervantes, es un escritor que ha conseguido crear un mundo propio a partir de los elementos de una época, la posguerra más inmediata y los años posteriores, y un ámbito geográfico muy concreto, el barrio del Carmelo, el Guinardó y el barrio de la Salud de Barcelona, zonas que han sido el espacio vital de las historias narradas en buena parte de sus novelas y relatos. Juan Marsé ha transmitido un ambiente, una cotidianidad que brota con absoluta naturalidad de sus textos, con una fuerza visual impresionante. No en vano, ha sido considerado como uno de los mejores narradores vivos en lengua castellana.

Al igual que Juan Goytisolo, Marsé ha huido de los oropeles del ambiente literario y se ha dedicado a la escritura al margen siempre de polémicas y debates que nada tenían que ver con la literatura. Marsé es en buena medida la figura que encarna al escritor dedicado que se compromete con la palabra, con el estilo, que no se deja anquilosar por formas más o menos aceptadas, sino que se adentra en la prosa para absorber una realidad no siempre sencilla.

Somos conscientes por lo demás de que hay premios y premios. También de que con frecuencia los premios reflejan la opinión de un determinado grupo de personas que deciden la concesión del mismo. Hay por tanto criterios distintos y con frecuencia también es diferente la repercusión que produce tanto en los autores como en la sociedad que rodea el rito del premio. Hace dos semanas nos hacíamos eco de la concesión del Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial a la Asociación Contexto, que agrupa a seis pequeñas editoriales, y nos alegrábamos por tratarse de un reconocimiento a una labor iniciada hace bien poco tiempo y cuyo premio se lograba una mejor promoción de sus objetivos. Pero hay otros premios que lo que buscan es reconocer la labor de un determinado autor, darle rango a lo ya conocido. Es el caso del Premio Nacional de Literatura y del Premio Cervantes. En ambos casos los premios, creemos, han sido muy acertados, aun cuando, como los insinuara Juan Goytisolo, no les añada nada a ninguno de los dos escritores, es verdad, pero es un reconocimiento merecido que tampoco sobra y sirve para que algunos lectores vuelvan a sus libros, y a los de Juan Marsé, y otros los descubran.

***

Hemos recibido con pesar la noticia de la muerte del poeta y traductor Ángel Campos Pámpano. Fue autor de varios poemarios, traductor autores portugueses -Fernando Pessoa, José Saramago, Eugénio de Andrade, Antonio Ramos Rosa, entre otros- e impulsor de revistas como Espaço Escrito o Falar de Poesía. Invitamos a leerlo, que es el único homenaje que le podemos dar.




EL AMOR ES COSA DE DOS

Él alto y muy delgado,
ella de personalidad ausente,
él lleva el corazón viciado
con quietud de agua corriente,
ella va de mañana al mercado,
le gusta comer comida caliente.
Él casi no prueba bocado,
está nervioso por un cliente,
su despotismo le ha preocupado,
le ha dejado rabia persistente
y un madrugón impagado,
pero él es inteligente,
se olvida de lo mal recordado,
a él no le causa la gente
ese tibio dolor descompasado,
esa mezcla de ruido en la mente
entre marca de tajo cicratizado
y ese temor al barrio impertinente.
Ella es sombra casi sin pecado,
es amor que mira valiente,
es momento que nace cegado,
es suspiro siempre penitente,
es derrota que se ha logrado,
es pensamiento efervescente,
también es pisotón intencionado,
es risa siempre frecuente,
es arrebato desequilibrado.
Grita a su marido absorvente,
él le contesta casi inusitado,
ella cree que él le miente,
él echa de menos su pasado,
ella sueña un amor resistente,
él dice que está quemado,
ella le dice que es muy exigente,
él le reprocha lo reprochado,
ella llena de ira se resiente
y él se arrepiente de haberse casado.

Por Cecilio Olivero Muñoz



Las sagas de Carlos


Carlos comenzó a recitar aquellas largas sagas que se sabía de memoria y todos le miramos horrorizados porque sabíamos, después de veinte noches de copas juntos, que nada nos iba a ahorrar la arenga poética. Todos menos Mabel, que lo miró al principio atónita, después sorprendida al comprobar que no se estaba marcando, como creyó en un primer momento, un farol y, por fin, admirada por la sapiencia de nuestro colega más joven y sin duda más genial. Porque Carlos era sin la menor duda el colaborador más joven y más genial. Claro que Mabel, que terminaba recién sus diez meses sabáticos autorizados por el Consejo de Estudios, y desde luego bien merecidos, meses en los que se dedicó a viajar por Francia e Italia en busca una vez más del Santo Grial, no conocía a Carlos porque fue en ese tiempo de ausencia que él se incorporó. Recién llegado con una beca ridícula -si no fuera ridícula, no sería una beca, había declarado nuestro maestro de ceremonias, el catedrático Viennes-, preparaba una tesis de literatura medieval y para justificar el honor de estar entre nosotros, insignes profesores de la cátedra de literatura medieval, un club muy selecto, le habíamos tenido como lector, archivero, consultor, bibliotecario, administrativo, corrector, custodio, monitor, acompañante y traductor, hasta que descubrimos, en la segunda o tercera cena de cátedra, que era capaz de recitar cánticos enteros en lengua d´Oil y que no se trataba una broma, como creímos nosotros también, de la primera cena o una consecuencia del vino de Burdeos que corría abundante por nuestras copas, sino que sus atentas y profundas lecturas de las mismas, además de una prodigiosa memoria, le habían permitido retener cientos y cientos de versos, al tiempo que recitaba como un rapsoda de la época y, como consecuencia de ello, le nombramos vate oficial, trovador de nuestra corte, y le declaramos joven genial.
Lo que no previmos en aquella vigésima primera cena era que Mabel, nuestra Mabel, a quien todos los solteros de la cátedra, y quizá también algún casado, pero permitan que no abra la caja de Pandora en materia tan peligrosa, habíamos querido seducir en algún momento sin conseguirlo ni de lejos, se enamorara de él en ese mismo momento, la primera vez que veía, repito, al susodicho vado, lo cual provocó que se deshiciera de repente toda la simpatía que sentíamos hacia Carlos, como era natural, ya que no sólo nos veíamos obligados a competir por asegurar nuestras plazas y mejorar nuestra situación universitaria, sino que luchábamos por conquistar a nuestra compañera, al menos los solteros, a quien por cierto su carrera no parecía interesarle lo más mínimo, tal vez porque todos aceptábamos que era la que más sabía de simbolismo medieval y era nada menos que la quinta generación de medievalistas archiconocidos en las universidades de todo el planeta. Era además bella, de una belleza que parecía haber heredado directamente de las páginas de los libros añejos, lo que ella tampoco gustaba de promocionar, pues se había impuesto una discreta y uniforme línea de vestidos comedidos en las formas y algo masculinizantes, lo que por otro lado y quizá a su pesar no ocultaba en absoluto su belleza. No por su empeño de disimular su belleza dejó de ser amada, que no sólo hubo mera atracción física, y de tanto en tanto alguno de nosotros intentamos jugar al juego del amor con ella, siendo el trastazo por sus desplantes bastante monumental en todos los casos.
A la mañana siguiente el joven Carlos apareció por mi estudio. Me llamó desde la esquina y su voz sonaba tan triste que no pude menos que decirle que subiera. No niego que esperaba que me contara su rotundo fracaso con Mabel y que vaticinaba cierta alegría por ello. En efecto, cuando subió las escaleras y se presentó ante mí su aspecto denotaba toda la tristeza de quien ha sido cruelmente rechazado, pues era más que evidente que tras todo el interés demostrado por Mabel a lo largo de la cena, lo que ya suponía una victoria con respecto a nuestros tristes intentos de seducción, no había sido más que el renovado ejercicio del juego del amour de loin, y por tanto su fracaso en la hora postrera le hundía todavía más que a cualquier otro mortal, pues él caía de una altura mucho mayor que la de los otros postulantes de su amor, al fin y al cabo todos fuimos testigos de cómo ella conversó largo y tendido con él, de cómo le miraba con atención, de cómo discutieron de trovadores y del arte del bien trovar, incluso pudimos apreciar cómo varias veces le tomó ella la mano derecha, con atención primorosa, con la dulzura prístina de aquellas sagas tantas veces leídas por todos nosotros y que en ese momento parecían haber sido escritos sólo para ellos, los únicos portadores de sus secretos.
No quería yo ahondar en la herida, pero no niego que ardía en deseos de conocer los pormenores del fracaso, o sea, del final de la velada. Con sublime delicadeza le pregunté la causa de su tristeza. No pude dar crédito a mis oídos cuando me confesó, con lágrimas en los ojos, que ya en la alcoba de la anhelada dama, cuando todo apuntaba a la felicidad suprema, la mera referencia del verso CMXXI de un poema anónimo hallado recientemente en Tours dio lugar a una divergencia entre los dos entusiastas eruditos, lo que motivó un nuevo diálogo apenas corrompido por la pasión, el fasto del momento o el vino consumido. El joven Carlos defendió con ahínco su tesis, pero no contaba con la sapiencia de su contrincante, que con una naturalidad rayana lo genial le rebatió con simplicidad sus argumentos. Fue tan duro el golpe que Carlos abandonó todo combate, inclusive el que estaba apunto de ganar. Me dio pena el muchacho. ¡Tenía aún tantas cosas que aprender!


Juan A. Herrero Díez





LECCIONES DE COMPORTAMIENTO

Si te oprime en el pecho algo,
si toda tu causa es ser feliz,
si pagastes un precio muy caro,
si piensas tan sólo en ti,
si culpas a la crisis y al paro,
si deseas tan sólo vivir,
si deseas otro mundo raro,
si deseas cambiar tu matiz,
si deseas pasar por el aro
desea la paz para vivir,
desea un mundo logrado
que nace todo para nosotros,
no te des con un canto rodado,
date tregua, sé de los otros,
acaba con lo comenzado,
que la vida respire en tus poros,
encuentra siempre sendero,
desea una paz nunca vista,
ponle música al minutero,
disimula tu vena artista,
no pongas a nada un pero,
vive de manera altruista,
intenta ser siempre sincero,
nunca seas pesimista,
confía en el amor verdadero,
pierde el orgullo de vista,
ocupa si no ves casero,
vive de manera distinta,
renuncia al podrido tablero,
moja tus frustraciones en tinta,
sé tú mismo o sé diferente,
cámbiale a todo la pinta,
vive siempre el presente,
deja que todo exista,
sé un cobarde valiente,
apártate de lo victimista,
intenta tener limpia tu mente,
perdónate a ti mismo la vida,
ríete de lo consecuente,
no hurgues nunca en la herida,
deja tu idea patente,
canta tu canción preferida,
mira siempre al frente,
siente la voz del instinto,
recuerda lo que está ausente,
no digas nunca me rindo,
haz el amor frecuentemente,
cáete de un nuevo guindo,
di te quiero a quien quieres,
no hagas jamás la puñeta,
lucha si siempre tú pierdes,
no te cambies la chaqueta,
recuerda lo que tú eres,
mama siempre de la teta,
encuéntrate si te pierdes,
huye de las alcahuetas,
vive por que nunca mueres,
huye de las fingidas maneras,
refínate si tú quieres,
ama entre las trincheras,
vive esta vida de vaivenes,
haz del amor tu condena,
colecciona distintos sostenes,
sonríele a la oscura pena,
ponle negrura a los papeles,
sé de la alegría mecenas,
traspasa de luz a las pieles,
ponle a tu sordera antenas,
endúlzate con dulces mieles,
lucha contra las cadenas,
hazte fiel a los infieles,
mira la luz de las estrellas
y desea la paz siempre.


Por Cecilio Olivero Muñoz




Cuando Ramón abrió los ojos aquella mañana, lo primero que vio justo en la pared frente a su cama fue una mancha de humedad con la forma perfecta de un payaso.
–Qué ironía –pensó–. Un payaso en este lugar tan sórdido y lúgubre.
¿Pero qué lugar era aquel sórdido y lúgubre en el que había amanecido Ramón esa mañana? En la confusión del despertar apenas podía recordar dónde se encontraba y, mucho menos, cómo había llegado allí. Pero ese momento de plena libertad que transcurre cuando nuestra conciencia aún no ha sido inundada por las aflicciones y amarguras propias de la humanidad, tan sólo permaneció durante un breve instante de salvación en la mente de Ramón. Una fugaz mirada hacia la derecha bastó para devolverle de golpe a la profundidad del abismo desde donde resurgía su triste realidad.
Allí se levantaban, rígidas y amenazadoras, las mismas rejas oxidadas que la noche anterior se cerraban a su espalda, confinándole en la más absoluta de las miserias a la que puede ser arrojado un ser humano. Ramón sabía que sólo saldría de aquella oscura y húmeda celda para dirigirse a la aún más oscura, aunque salvadora, muerte en el paredón.
¿Pero por qué tan cruel final para una vida joven y llena de ilusiones? Su confusa conciencia aún se sentía incapaz de vislumbrar con claridad la totalidad de la desesperanza que le había conducido ante aquella desgraciada situación. Las borrosas imágenes de su pasado más reciente, el vivido tan sólo unas horas atrás, irrumpían en su cerebro con una lentitud desesperante, como una película en blanco y negro en cámara lenta y descolorida por el tiempo, como si se tratase de una realidad transcurrida muchos años atrás y vivida por otras personas en otros tiempos.
Desafortunadamente no cabía duda de que había sido él el protagonista de aquella barbarie perpetrada el día anterior y que empezaba a cobrar una trágica solidez en su atormentada cabeza de recluso. Ahora sí podía recordar con tremenda claridad el momento en el que, junto con sus exaltados compañeros, vaciaban todas aquellas latas de gasoil sobre los destartalados bancos de madera de la iglesia de San Esteban, la misma en la que tantos sermones del padre Antonio había oído durante su infancia y juventud junto a su padre y hermanos. El mismo padre Antonio que en esos momentos de locura yacía moribundo, aunque con la suficiente lucidez como para percatarse de todo lo que ocurría, sobre el sagrado suelo de su parroquia de toda la vida.
Por desgracia, la sucesión de horribles imágenes no se detenían ahí. También pudo ver sus propias manos encendiendo la cerilla que haría sucumbir bajo las llamas al antiguo edificio de arquitectura barroca y poner fin a la también antigua vida de su párroco. “¡Arde en el infierno, maldito cura fascista del demonio!” oyó gritar a su compañero Miguel mientras todos corrían despavoridos para ponerse a salvo, desperdigándose sin control por las empedradas calles del pacífico pueblo que los había visto crecer. Por un instante también se le encendió en la mente la figura de su amigo Miguel quince años atrás, vestido con un inmaculado traje blanco de marinero, a unos metros del altar de la iglesia que acababan de incendiar, arrodillado frente al padre Antonio, aquel cura al que acababan de quemar vivo y al que el mismo Miguel había golpeado cruelmente en la cabeza minutos antes; lo podía ver claramente recibiendo por primera vez el sagrado sacramento de la comunión; también podía ver con nitidez, ya que él estaba a su lado en tan insigne momento, como lo había estado siempre, la sonrisa bonachona y sincera del párroco al tiempo que colocaba sobre la lengua de su futuro verdugo la redonda lámina comestible que por aquel entonces todos estaban convencidos de que era el cuerpo de Jesucristo, y que con tanta ilusión y alegría recibían en aquel día junto con el resto de compañeros de clase, incluida María, que aún no podía albergar ni sombra de sospecha de que terminaría locamente enamorada de aquel muchacho de tez pálida y pelo revuelto cuyo máximo empeño en la vida consistía en pellizcarle el culo siempre que tenía ocasión, y al que todos llamaban Ramoncito.
“¡Dios mío, María!” su abstraído subconsciente no había perdido aún la costumbre de invocar al Dios olvidado en momentos de desesperanza, como lo era justo aquél, en el que la imagen de su amada tendida sobre el inmundo suelo, inerte y con la cabeza destrozada por la certera bala de un soldado fascista, tan oportuno como despiadado, se le presentó con una brutalidad inusitada haciéndole saltar del desvencijado catre para agarrarse con rabia e impotencia a las rejas que le arrebataban la libertad. Y fue entonces cuando el duro y valiente Ramón volvió a convertirse en el inocente Ramoncito de hacía quince años; llorando desconsoladamente regresó al mugriento colchón y se entregó por completo al cruel destino al que las circunstancias le habían empujado y que ingenuamente él creía haber elegido libremente.
En su agonía no podía dejar de preguntarse cómo había llegado a esa situación; cómo había podido ser capaz de empujar a la locura a todos sus antiguos amigos y, sobre todo, cómo había permitido que le siguiese en su delirio también María, la angelical María, la persona a la que más había querido en el mundo y por la que sería capaz incluso de ingresar en un seminario si se lo pidiese, no digamos ya de dar la vida por ella si pudiera. Pero no; en vez de pedirle que ingresara en un seminario le animó a continuar con su cruzada antifascista y le apoyó en su particular lucha por salvar el mundo de las hordas nacionales que amenazaban la libertad.
¡Qué ingenuo! Salvar el mundo. Cómo si éste dependiese de un pobre infeliz como él o de un grupo de desalmados revolucionarios iluminados. En estos momentos de amargura ni tan siquiera estaba seguro de la verdad por la que luchaban. Pensó que también aquel miliciano fascista que le arrebató de un disparo y para siempre a su querida María, tendría una verdad por la que perseguir y exterminar a personas como él; pensó que el padre Antonio también había muerto injustamente por una verdad incomprensible para todos ellos. Pensó que tal vez no existiese ninguna verdad por la que matar o morir. Claro que qué sentido tenía ya pensar en todo esto.
En estas angustiosas reflexiones se encontraba Ramón cuando de nuevo su mente fue tornándose difusa y, poco a poco, sin apenas percatarse de ello, fue dejando la tormentosa realidad que le atenazaba para penetrar en el tranquilizador mundo de los sueños, donde aún existía la esperanza.
Cuando volvió a abrir los ojos, pensó que tan sólo habían transcurridos unos pocos segundos desde que su cerebro fabricase aquel extraño sueño que difícilmente podía recordar; años más tarde sospecharía que fueron mucho más que segundos. Lo primero que pudo ver apoyado sobre la pared que tenía en frente de su acogedora habitación y junto a la videoconsola y el televisor, fue el payaso de trapo que le regaló su padre al cumplir cinco años. Habían pasado ya cuatro años de eso y aún lo conservaba intacto, como uno de sus juguetes preferidos. Más adelante, también presentiría que el motivo de su conservación era otro bien distinto, más profundo y misterioso, cuando el mismo payaso de trapo, envejecido y algo remendado y en esta ocasión en el dormitorio de su propio hijo, volviese a ser el lazo de unión entre dos épocas bien distintas dentro del mismo mundo, aunque vividas por el mismo espíritu.
En ese primer instante de lucidez, trató de aferrarse con fuerza a la borrosa reminiscencia que aún flotaba en su mente y en la que se veía a él mismo, aunque bastante mayor y cambiado, encerrado en una oscura prisión y recordando inquietantes sucesos sobre el incendio de una iglesia, la muerte de un cura, amigos entrañables y un apasionado amor. “Qué tontería”, pensó el pequeño Ramón, “¿por qué iba nadie a quemar una iglesia?”. ¿Y quién sería esa tal María a la que era incapaz de verle el rostro? Con nueve años, a Ramón aún le producía náuseas la idea de enamorarse de alguien. Tampoco podía entender por qué en ese momento de confusión sentía tanta ansiedad y desesperanza, y su corazón le mantenía en un estado de agitación que nunca antes recordaba haber experimentado.
Pero al igual que todos los sueños, este también fue desvaneciéndose misteriosamente de la conciencia de aquel inocente niño, aunque no así de su más profundo subconsciente, donde permaneció durante años esperando con paciencia la oportunidad para resurgir de nuevo, justo en el momento en que su portador fuese capaz de comprender por qué un trágico suceso acaecido en un tenebroso pasado había sido evocado setenta años después en la mente virgen de una cándido muchacho de nueve años.

Por Pedro Estudillo Butrón




Beber y vivir de ti


Y con mis ojos

te admiraré

y admiraré

tus ojos

hasta que me inunde

de tu brillo

y ya sólo beba

y ya sólo viva

de tu luz.

Y con mis manos

te sentiréy sentiré

tus manos

hasta que me inunde

de tu calor

y ya sólo beba

y ya sólo viva

de tu abrigo.

Y con mi lengua

te recorreré

y recorreré

tu lengua

hasta que me inunde

de tu saliva

y ya sólo beba y ya sólo viva

de tu agua.




Por Juan Fran Núñez Parreño



Si te vas...


Cuando aún no había Sol
tú ya eras luz,

cuando todo era silencio

tú ya eras risa,

no había tierra

ni agua

y ya eras oro

y vino.

Llegaron los labios

y la mirada

y tú ya eras beso

y cuerpo.

Apareciste tú

y nació el amor.

Si te vas

se irán las estrellas

y el Sol

y ya no habrá

noches ni amaneceres

para el amor.

Si te vas

se irá el mar

y el viento

y ya no habrá

playas ni otoños

para el amor.

Si te vas

se irán las flores

y los corazones

y ya no habrá

perfumes ni latidos

para el amor.

Si te vas

se irá la música

y la miel

y ya no habrá

canciones ni dulces

para el amor.




Si te vas

ya nunca habrá amor.


Por Juan Fran Núñez Parreño



AMOR CLANDESTINO

Quise embrujarte, hechizarte, con todas las armas de mujer. Te embrujé, te hechicé y usé las armas de mujer.
Tú me hiciste sentir mujer.
Yo quise hacerte sentir hombre. Aproveché mi feminidad, mi cuerpo, mis curvas para que te embriagaras de mí, te seduje con la mirada, con la sonrisa, con mis gestos insinuantes, mis movimientos sensuales.
No te dejé opción, me hiciste tuya y yo te hice mío, un día tras otro.
Mujer desbocada llena de pasión, de ardor, de fuego por desear tu cuerpo, de pensar que tú deseas el mío.
Mujer descontrolada por tu piel, por tu aroma, hazme el amor, una y otra vez.
Mantengamos nuestro juego en la clandestinidad, que nadie lo sepa, solos tú y yo, en nuestro paraíso.
Escondámonos para que nadie nos vea, para que nadie pueda interferir, para saber que lo que estamos haciendo está prohibido, y en lo prohibido está la tentación y el deseo.
Mantengamos la clandestinidad solo por el morbo que produce que vamos a ser amados y poseídos tantas veces como queramos.
Sigamos tentándonos, sabemos que nos pertenecemos, pero nuestra pasión es prohibida. Alimentémosla pues de caricias, de besos, abrazos, de cuerpos ardientes, pieles desnudas, excitadas por el momento,.. dejemos nuestra imaginación volar.
En nuestro silencio está el secreto, en nuestro secreto la pasión, y bajo esa pasión un amor correspondido y prohibido.
Reconozco que te embrujé, que te hechicé con armas de mujer, reconoce que me embrujaste, y me hechizaste con armas de hombre.
Por ti soy mujer en todo su esplendor, por mi eres hombre en plana excitación.
Silencio oculto, que solo rompemos y chillamos al llegar al placer de nuestra entrega.
Hombre déjame seguir bajo tu embrujo, bajo tu hechizo, hombre déjate llevar por mi sensualidad, por mi placer, por mi gozo.

Amor clandestino, nuestro amor
solo nuestro,
solo los dos…


Por Silvia Marcos Fuentes



ÁNGELES PERDIDOS


Ángeles perdidos, ángeles encontrados, ángeles por buscar, ángeles,…
Alas revoloteando ilusiones, esperanzas,…,alas perdidas, ¿dónde encontrarlas?, ¿dónde buscarlas?.
Ángeles no os olvidéis de mí, necesito de vuestras alas para volar, para que sus plumas me acaricien y dejarme sentir por ellas el amor y cariño que necesito, el que anhelo, el que busco.
¿Ángeles dónde estáis para mí?.
Quiero de vuestra fantasía, quiero de vuestro don, y llevadme, llevadme muy lejos junto a vosotros para buscar a mi amante, y así podré dejaros, para dar paso a que sea mi amante el que me acaricie, el que me haga fantasear, el que me haga volar entre sus brazos apoyando mi cabeza en su pecho.
Ángeles, ayudadme a buscar a mi ángel perdido.
Y cuando lo encontremos, hacednos compañía, porque cuando esté con mi amado y nos amemos, no haya lugar a que esa pasión pueda terminar, ser nuestros cómplices para la eternidad.
¡Ángeles escuchadme!, no quiero más ángeles perdidos, solo busco mi ángel perdido.


Por Silvia Marcos Fuentes