viernes, 12 de diciembre de 2008

17º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA






17º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXVII 12-12-2.008

EDITORIAL XVII


Violencia en Grecia


Asistimos esta semana a la violencia desatada en Grecia que ha hecho coincidir la revuelta juvenil con una huelga general en la misma semana. No somos nosotros quiénes para dirimir las causas y los pormenores políticos de esta situación, no vamos a dar soluciones, no tenemos una varita mágica ni poseemos la verdad absoluta. Sin duda quienes escribimos en este espacio no nos pondríamos de acuerdo ni en los análisis ni en las soluciones, tampoco el debate político está en el origen de esta revista, pero creemos que hay una lectura social y cultural que no queremos, por ser una revista literaria, callar.

Sabemos que, por desgracia, la violencia es algo ligado a la historia de la humanidad. Pero creemos firmemente que la cultura y la educación son dos instrumentos idóneos para solventar los conflictos y avanzar colectivamente. Lo hemos formulado ya en varios editoriales y a ellos remitimos, no es cuestión de repetirse. No obstante, reiteramos nuestra tesis ya formulada, por otro lado evidente, de que el descenso del nivel educativo y cultural provoca frustración individual y también colectiva porque produce falta de perspectivas y desata la ira. Ahí está en gran medida el origen de la violencia. Por tanto, no podemos quedarnos en lo meramente externo: las calles cortadas, los bancos destruidos, los comercios arrasados, los enfrentamientos callejeros con su cúmulo de heridos y muertos; todo esto nos impresiona, pero la violencia no es sólo eso, está más en el origen mismo de la rabia, en la frustración, la miseria, la incultura, la explotación. Es menos evidente, pero no menos real. Lo vimos claro en el año 92 en Los Ángeles, donde un acto de injusticia policial provocó las iras de la ciudadanía negra, mostrando al mundo la marginación y el bajo nivel educativo, social y laboral que esta población sufría, lo hemos visto en otros casos y lo vemos hoy en Grecia, que se vuelve el reflejo de hacia dónde va Europa.

No en vano es Grecia la que se revuelve hoy, la cuna europea de la filosofía, de la lógica y la dialéctica. Grecia es el símbolo de una Europa que se ha lanzado a una deriva consumista y que ha dejado de lado los valores de la educación y de la cultura para adorar el dinero, el euro, como única divinidad. No es la primera vez que ocurre, Europa es el continente que arrasó el mundo en provecho propio, que se enriqueció con el trabajo ajeno, el de los esclavos negros llevados a América, por ejemplo, pero que también abusaba de la población local, sometida a unos valores egoístas de enriquecimiento rápido y de superficialidad.

Pero también es un continente que ha expresado una sensibilidad enorme por las artes y las letras, sin duda al igual que los otros continentes, donde las expresiones culturales son también importantes, pero por ello mismo con una singularidad propia producto de numerosas influencias. Por eso lamentamos que la deriva tomada por los gobiernos europeos esté provocando el caos. Lo que está pasando en Grecia es la punta de iceberg de un estado de cosas que a muchos habitantes del continente europeo les desagrada bastante y que desean la vuelta a unos valores democráticos, de justicia y de solidaridad, en los que la cultura tanto tiene que decir.





EN EL HUERTO

Cavando bajo un sol
te mirábamos los dos,
mientras la tierra, toda tuya,
la domabas dando bulla.
Eras sudor de estrella
y eras la voluntad aquella
que extrañaba vernos
entre tomates y ajos tiernos.
Todo tú eras campesino,
tu domingo era don divino,
y entre semana era hierro
tu labor de paz y encierro.
Trabajador del sí rotundo,
hombre fiel al viejo mundo,
anhelas sólo lo tranquilo
del laurel y el tilo.
Buscas la raíz del consuelo
cuando cavas en el suelo,
donde pisa la lombriz
con toda tu verdad motriz.
La acequia es tu gran obra
que al momento y a su hora
sigue el agua pertinaz
ese rastro de antigua faz.
Tu hoz es enorme corazón
que busca una razón
donde se corta la mitad
de esa luz en contrariedad.
La cabaña es sombra vieja
y tu mirar sin la queja
corta la caña y con maña
deshace telaraña y maraña.
Agacha el lomo de hombre
pues cosechas tu nombre
entre la llaga y el callo,
pues sigue tu mirar el rayo
del sol que distraído
encuentra en tu tierra ruido,
con la entraña sumergida
de tu carne morena sufrida.
Eres campesino por que veo
en tus ojos el pestañeo
del escozor que da el sudor
y te escuece aquel dolor
que la tajada y el tajo sembró
aunque tienes tornasol
que en tus manos dice no
cuando llora seco el sol.

Por Cecilio Olivero Muñoz


Barrios

Había un punto en esa atracción por los barrios bajos que me parecía indecente. Éramos privilegiados que querían emular a los poetas malditos de quienes nos hacíamos una idea preconcebida, un cliché sin sentido, años después de que aparecieran y a los que imitábamos sin vergüenza. Paseábamos por las callejas del puerto, entre borrachos, voyeurs, putas y ladrones, entre gente derrotada, y nos mostrábamos como turistas que se encandilan ante los falsos decorados orientales. Puede que hubiese un toque poético en aquel espectáculo, pero desde luego no era bello, ni atractivo, ni nada. Me voy, dije de pronto y todos me miraron como si hubiese soltado la mayor sandez de mi vida.
- No te irás a marchar ahora. -dijo Marcos como si lo preguntase.
- Pues sí.
- ¿Nos vas a dejar tirados?
Marcos me resultó especialmente estúpido. Más estúpido de lo que ya lo era por costumbre, quiero decir. ¿Tirados? Continuaban todos juntos. ¿Para qué me querían junto a ellos?¿Acaso me consideraba -me lo consideraban todos, pues todos mostraban rostros de carneros a punto de morir- el alma mater de aquel safari como para tomarse como una traición mi partida? Seguís todos juntos, que os divertíais, fue lo último que les dije. Torcí por una calleja que me llevaría fuera de la zona.
No tenía la menor duda de que Marcos habría comenzado a despotricar contra mí nada más desaparecer por la esquina, me estaría acusando de moralista pequeño burgués ante los otros, pensé, él, nuestro gurú poseedor de la verdad absoluta y que gustaba de emplear palabras rimbombantes con las que juzgaba a los demás desde su posición aparentemente superior. Pero a esa altura de la historia me daba igual. No estaba dispuesto a disfrutar con las miserias ajenas. Me asqueaba aquel divertimento de niños bien que jugaban a marginales. Aunque también era verdad que había otra razón, aun cuando no quisiera reconocerlo: me sentía en desventaja con respecto a mis compañeros. Al fin y al cabo, yo no era en realidad, como ellos, un niño bien. A pesar de que mis padres, enriquecidos tras años de trabajo, se daban aires de alta alcurnia. Pero bien sabía que estaba lejos de pertenecer a su clase social, que me sentía fuera de lugar entre ellos, un bicho raro. Y en ese momento concreto, tampoco lo quería. Había asumido de pronto que nunca sería parte integrante de un mundo con el que no me identificaba, ni me apetecía esos juegos de niños bien jugando a poetas.
Claro que tampoco tenía muy claro a que mundo pertenecía. Todo lo que me rodeaba me parecía en ese momento demasiado complicado. No conseguía tampoco identificarme con nada. Era un desclasado y tal vez el equivocado fuese yo, me dije, al torcer la última esquina que me sacaba del barrio portuario.
Anduve hasta casa, esforzándome por no pensar más en nada, ni en mis amigos pseudomarginales, ni en mi crisis de identidad. Seguramente, lo que necesitaba era un cambio de aires. Sí, era eso, justo eso, ni más ni menos: necesitaba salir de aquella ciudad. O mejor dicho, escapar de mí mismo. Aunque esto iba a resultar más difícil. Estaba condenado a vivir siempre conmigo mismo allí donde estuviera. Pero esa noche me di cuenta de lo importante que era marchar.
Llegué a casa. Eran las dos de la madrugada, acababa de dejar atrás a mis amigos que me reprocharían ser un aburrido, un insustancial aborregado, y tampoco me apetecía meterme en mi habitación, dormir y despertar unas horas después en la misma cama de siempre. De repente, me sentí inmovilizado por dentro. Mis músculos se quedaron fijos como piedras. Me quedé quieto frente a mi casa, la miré como si nunca antes me hubiera fijado en sus detalles, y tal vez nunca me fijé, y me entraron ganas de llorar. Mi vida me daba asco y no sabía como seguir viviendo. Me vi reflejado en el cristal de la puerta del portal. Ciertamente, me dije, nada me podía resultar más penoso.


Juan A. Herrero Díez



ANIVERSARIO.

A la memoria de mi madre.


Un puñado de orillas
en la piel sometida.


El temblor en las manos
y un crisol de palabras clausuradas.


Tal vez quiso rendirse mucho antes
pero disimuló el puñal
emboscado en la herida.


Se mintió en alboradas
y escondió entre las canas
la estrechez de un imperio
derrumbado.


Cumplió con la sonrisa
más allá de las dudas
y hoy se inventó
algún ala
para lograr un vuelo
postergado.

Por Teresa Palazzo Conti
( Letra de un tango que lleva el mismo nombre, en el CD “TRAVESÍA” )


RITUAL

“La noche relampaguea dentro
de tu máscara.”
ALEJANDRA PIZARNIK

Soy árbol desgajado
en mitad de su pulso
y una mácula absorta
al borde del espejo.


Renacía como el Fénix
desde mi propia hondura
y hoy tan sólo
interpreto
el libro de la vida
en un teatro marchito.


Comienza el espectáculo
y el público se inquieta.


Ya me pondré la máscara
para salir a escena.



Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com/

Literatura en Guinea Bissau.
Por Cristian Claudio Casadey Jarai.

Hablar de literatura africana en nuestra lengua es algo todavía sumamente difícil. A pesar de haber abandonado ya hace casi una década el famoso y esperado año 2000, muchas cosas parecen haber quedado en el olvido o en el pasado, como si fueran sobrevivientes agonizantes de un tiempo que no les permitió avanzar.
En el caso específico de Guinea Bissau, es muy complicado separar sus letras de su país hermano Cabo Verde. Se trata ciertamente de una literatura escasa y tardía, subordinada a la insular.
El primer periódico, “Ecos de la Guiné” aparece recién en 1920 y la primera universidad en 1990. Carlos Semedo con su libro “Poemas” de 1963 será el primer poeta de la joven república africana. Es imposible no nombrar al carismático caboverdiano Almícar Cabral, líder del Partido para la Independencia de la Guinea y Cabo Verde, autor de poesías y ensayos de mucha influencia en el África de habla portuguesa.
Interesante es el caso de Abdulai Sila que en su novela “Eterna Pasión” de 1994 cuenta la historia de un americano de raíces negras que decide emigrar a África en busca de su identidad.
La cruenta guerra colonial portuguesa, llamada también guerra de ultramar o guerra de liberación ha dejado su impronta en la reciente narrativa portuguesa, como por ejemplo en las obras de Manuel Alegre y Antonio Lobo Antunez entre otros. La lucha guerrillera fue extensa y ardua. La independencia de Cabo Verde y Guinea Bissau, como la de las restantes colonias portuguesas africanas (Mozambique, Angola y Sao Tomé) no se obtuvo hasta la llegada de la década de los setenta. Las Naciones Unidas reconocieron la independencia de Guinea Bissau el 24 de septiembre del 1973. Portugal no la aceptó hasta un año después, luego de la caída del gobierno salazarista respaldada por la Revolución de los Claveles.
Es de esperar, con fe y esperanza en el futuro, los frutos de la nueva generación de creadores africanos, que a pesar de las adversidades actuales lucha día a día por expresarse y contribuir a la cultura universal.


LA HIJA DEL SOL Y LA LUNA

Desde la agreste quebrada


dónde el cóndor hace nido,


desde el cerro bendecido


por su belleza encantada,


mi tierra es tierra sagrada


hija del sol y la luna,


hermosa como ninguna,


por el poeta ensalzada.


Es mi tierra tan amada


de valientes indios cuna.




Aroma a menta y tomillo,


cola de quirquincho y berro,


parece un jardín mi cerro,


entre verdosos junquillos


agua que corre en pasillos


entre cumbres y quebradas,


cae en preciosas cascadas


deslizándose hasta el río,


mientras en libre albedrío


cantan grillos y cigarras.




Montes, valles, lagos, ríos,


manantiales y cascadas,


sembró Dios en la alborada


la tierra dónde he nacido


y cuando el godo abusivo


no dio tregua y quiso guerra


en cada piedra en la sierra


resonó mortal bramido


¡Antes muertos qué vencidos,


no entregaremos la tierra!

María Magdalena Gabetta


SIEMPRE AGRADECIDO

Imploro tu sonrisa día y noche,
la aurora es espesa y busca luna,
busca un pasado sumergido
en un vaso de disculpa con anís.
Si tus ojos no me buscaran
qué perdido estaría entre mí,
qué vacío inmenso busca espacio,
qué dolor en la ceniza se consuma.
Tu perdón es una mano abierta
ciega, pura y confiada que da
más que recibe y es caliente
su caricia entregada siempre.
Soy paz porque tu paz es amor,
un amor que da la calma
y es derrota el pozo de mi tedio,
y es blancura tu sonrisa de luz.
Tu perdón es un dulce manjar
que saboreo en los límites
de parques y paseos al sol,
tu perdón es todo lo que tengo.
No te vayas criatura celeste,
no te vayas de mi miedo a Dios,
pues se queman las virtudes
en el fuego infravalorado.
Cuando rozamos las estrellas
buscando redondo epitafio
también buscan los astros una voz
tranquila en la guerra de la calle.
También se buscan elixires
trepados en el azúcar de diamante
que en tus te quieros revientan,
soy malo por llevarte sin carabina
ni custodia que vigile tu azul.
Soy mal hombre que pertenece
a tu sendero desnudo
que sentencia un cenit sólo visto
por nuestra cópula de galaxia.
Existe un cielo en tu mirada,
una mirada que busca fuente
rodeada de besos y abrazos,
de te amos rotos en los labios.
Vas pasando frío en la cloaca
del mundo y te arrojan salvajes
despistes de metal en el silencio,
eres mujer sencilla y frágil
que te conformas con poca cosa,
quizá una cama, una ventana,
y un pantalón vaquero,
quizá un verso que te saque
de tu cocina, quizá un suspiro
oportuno y cercano, quizá
la comprensión y la calma
en anaqueles pulcros y neveras
repletas de calidad de vida,
quizá un desmaquillador
de barba de tres días y pasión
en el romanticismo fucsia
de tu pintalabios alocado.
Pero todos los perdones son
una cadena que acaba pesando,
son meses de economía austera
y cigarrillos baratos sin filtro,
son torpes peldaños que se derriten
con las disputas y los gritos,
son resbalones en la bañera
y un vuelco el corazón que cae solo,
son ratas que en la noche callada
renuncian a su mundo invisible,
son todo eso que sabes
que marchita los sentimientos,
son todos esos perdones
por los que debo estarte agradecido.

Por Cecilio Olivero Muñoz


WOMAN DEL CALLAO

Dónde estás tú, dónde estoy yo,
dónde está el norte y dónde el sur,
quisiera ser para ti eterno sol,
quisiera ser alegría redonda,
quisiera ser pasión sin nudo,
quisiera ser gracia que se improvisa,
quiero ser paciencia de agua,
quiero ser tu confiado socorro.
Me duele expulsarte de tu paraíso
con el turno de la dulce noche,
despojarte de la ternura del beso,
arrancarte de la volteleta ciega,
expropiarte la pureza a ratos
de arrebato doliente,
desahuciarte de tu libre mirada,
negarte una nueva posibilidad.
¿Qué hace una mujer tan bendita
de la mano de un juguete roto?
¿Qué clase de anti-juez sin paz
te sostiene la mirada hecha añicos?
¿Qué púlpito de negrura asola
tu voz huída en tu inocencia?
¿Qué beso de ti se me ha escapado?
¿Qué mirar de soslayo
fue miedo de sombra sin nombre?
¿Qué azul de ti se fue tan callando?
¿Qué rosa nació con la espina
dolorosa de la libertad soñada?
¿Qué canción no rima todavía?
¿Qué conclusión tan nefasta
da pasos en el ahogo a solas
de este verso desesperado?
¿Por qué mi amor tú tan lejos?
¿Por qué me dueles tanto?
¿Qué ritmo dió la noche
a la tormenta de sabor a selva?
¿Qué suspiro negro de mí
te llevas al irte?
¿Qué bofetada del silencio
se retuerce como pez fuera del agua?
¿Por qué el amor es tan dificil?
¿Por qué mi voluntad es un preso
anciano, sabio y cansado?
Woman del Callao me dueles,
me dueles al alba, y de noche,
me dueles a solas o sin ti,
me dueles cuando miras
a la ciudad que te enseña sus dientes.
Me dueles cuando vas sola
por el llanto del mundo.
Me dueles cuando huyes
de la verdad desnuda.
Me dueles en la sombra
del momento en el viento.
Me dueles cuando callas, cuando vives,
cuando andas, cuando flaqueas.
Si te rodeo en mis brazos
y veo que ves
el loco poema
del guardián de espejos,
me muero por dentro y todo tú
me corroes.
Te beso y no cierro la esperanza secreta
que nos mantiene soñando.
Me conmueve el sabor
de tu sueño sacudiéndose.
Me enamora la alegría
de tu presencia que regala sin descanso.

Por Cecilio Olivero Muñoz

1 comentario:

Pedro Estudillo dijo...

La juventud europea actual es un magma en ebullición, cualquier chispa puede hacerla saltar. Demasiada frustración, muchos estudios ¿para qué? Para que después se vean explotados en trabajos precarios con sueldos miserables.
Y con una educación que sólo les enseña a consumir, cuanto más y más caro mejor, al culto al cuerpo, al individualismo, a la competencia extrema...
Esta situación tiene que explotar por algún lado, máxime cuando vienen empujando con fuerza desde los países tercermundista.
En fin, sigamos confiando en la cultura y el arte, no nos queda otra.
Los textos publicados rebosan calidad por los cuatro costados.
Abrazos y feliz findesemana.