sábado, 20 de diciembre de 2008

18º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



18º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXVIII 20-12-2.008

XVIII EDITORIAL


El castellano y su difusión

La catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid Inés Fernández-Ordoñez ha sido elegida miembro de la Real Académica de la Lengua (RAE) y pasará a ocupar el sillón P, que dejó vacante el poeta Ángel González. Experta en la Historia de la Lengua y en dialectología, ha estudiado en profundidad las variantes rurales del español peninsular. Su labor, según la propia Academia, podrá ser importante en el proyecto de Diccionario Histórico de la Lengua que está elaborando la RAE.

Aunque somos poco amigos de lo institucional porque creemos que el idioma, cualquier idioma, ha de ser un cuerpo vivo poco dado a las ataduras formales, no por ello somos ajenos a la labor de la Academia, principalmente en un momento en el que el español está sufriendo, sobre todo en España, un retroceso atroz. No por culpa de las otras lenguas que se pueden hablar tanto en España como en otros países de lengua española -Perú, Guatemala, México, Bolivia, Guinea Ecuatorial o Paraguay, principalmente-, sino porque hay una enorme despreocupación por parte de muchos hablantes hacia la lengua y también un descenso cultural y educativo del que nos hemos hecho eco en algunos editoriales, lo que provoca carencias que afectan al castellano, lo empobrecen como idioma y devalúan la capacidad de diálogo entre las personas porque se devalúa la lengua que es el medio de comunicación por excelencia. En este sentido, la Academia de la Lengua se convierte en un útil instrumento de referencia.

Por desgracia, falla el uso del idioma. El conflicto lingüístico ha pasado a ser un conflicto político en algunos países, por ejemplo en España, donde se quiere enfrentar lenguas por razones de interés partidista. Es verdad que el castellano se impuso en algunos momentos de la historia tanto dentro de la Península como en las antiguas colonias, el castellano fue un arma de dominio político en detrimento de otros idiomas, expresiones de cultura. Pero ahora el español pertenece a millones de personas repartidos en España, América Latina y en Guinea Ecuatorial. En el Sahara Occidental y en Filipinas apenas es un idioma testimonial. Por ello el castellano es el patrimonio de millones de hablantes, no de un país determinado, y no se puede decir que un español sea mejor que otro, al mismo nivel se hallan el castellano de España como el de Argentina o Cuba, el de cualquier país americano.

Nos gustaría que la labor de la académica Inés Fernández-Ordoñez, como dialectóloga que es, fuera en ese sentido. Puede llevar a cabo una apreciable tarea de concienciación de la importancia que posee la lengua, aun cuando el papel principal para la conservación, difusión y desarrollo del castellano esté en manos de los hablantes que han de saber que sólo de ellos depende el idioma.





WOMAN DEL CALLAO II

Dónde estás tú, dónde estoy yo,
dónde está el norte y dónde el sur,
quisiera ser para ti eterno sol,
quisiera ser alegría redonda,
quisiera ser pasión sin nudo,
quisiera ser gracia que se improvisa,
quiero ser paciencia de agua,
quiero ser tu confiado socorro.
Me duele expulsarte de tu paraíso
con el turno de la dulce noche,
despojarte de la ternura del beso,
arrancarte de la volteleta ciega,
expropiarte la pureza a ratos
de arrebato doliente,
desahuciarte de tu libre mirada,
negarte una nueva posibilidad.
¿Qué hace una mujer tan bendita
de la mano de un juguete roto?
¿Qué clase de anti-juez sin paz
te sostiene la mirada hecha añicos?
¿Qué púlpito de negrura asola
tu voz huída en tu inocencia?
¿Qué beso de ti se me ha escapado?
¿Qué mirar de soslayo
fue miedo de sombra sin nombre?
¿Qué azul de ti se fue tan callando?
¿Qué rosa nació con la espina
dolorosa de la libertad soñada?
¿Qué canción no rima todavía?
¿Qué conclusión tan nefasta
da pasos en el ahogo a solas
de este verso desesperado?
¿Por qué mi amor tú tan lejos?
¿Por qué me dueles tanto?
¿Qué ritmo dió la noche
a la tormenta de sabor a selva?
¿Qué suspiro negro de mí
te llevas al irte?
¿Qué bofetada del silencio
se retuerce como pez fuera del agua?
¿Por qué el amor es tan difícil?
¿Por qué mi voluntad es un preso
anciano, sabio y cansado?
Woman del Callao me dueles,
me dueles al alba, y de noche,
me dueles a solas o sin ti,
me dueles cuando miras
a la ciudad que te enseña sus dientes.
Me dueles cuando vas sola
por el llanto del mundo.
Me dueles cuando huyes
de la verdad desnuda.
Me dueles en la sombra
del momento en el viento.
Me dueles cuando callas, cuando vives,
cuando andas, cuando flaqueas.
Si te rodeo en mis brazos
y veo que ves
el loco poema
del guardián de espejos,
me muero por dentro y todo tú
me corroes.
Te beso y no cierro la esperanza secreta
que nos mantiene soñando.
Me conmueve el sabor
de tu sueño sacudiéndose.
Me enamora la alegría
de tu presencia que regala sin descanso.


Por Cecilio Olivero Muñoz



La Revuelta


Me atraían todas aquellas luces dispersas: las que se contemplaban por el destello de las barricadas ardiendo o por el repentino resplandor de los cócteles molotov que estallaban al fondo de la avenida, el resplandor de las luces de los coches policiales o del inútil parpadeo de los semáforos. Se impuso un silencio tenso que sólo fue roto por las sirenas de la policía y de los bomberos, por el ruido de los cristales rotos y por algunos gritos que, desde lejos, apenas se entendían. Yo contemplaba aquel espectáculo impresionado, tal vez porque se me aparecía en cierto modo como el fin del mundo, un caos que no podía menos que calificar de sinfónico y que, no por llegar de pronto, me resultaba extraño ni imprevisto. Al fin y al cabo, lo artificial era lo anterior, aquella paz social engalanada de aparente riqueza que, estaba yo seguro, más tarde o más pronto se vendría abajo, como un edificio al que se ornamenta en demasía pero descuidando sus cimientos.
Es verdad que aquello no era la revolución. Apenas era una revuelta, una de las muchas que se iban produciendo desde tiempo atrás y que nos conducían al caos. Pero también era cierto que hacía tiempo que no esperábamos la revolución, lo que no hacía que las cosas existentes, el capitalismo real, según lo llamó el sarcástico Klaus, fueran bien y quizá por ello el caos ya nos resultaba suficiente, dado que, nos parecía de pronto, no había alternativa posible.
Me metí por las callejas adyacentes, más silenciosas pero no por ello menos caóticas, y vi a grupos de encapuchados que se movían raudos por las esquinas, casi de un modo militar. Algunos ni me miraron, me sentía invisible, otros me observaron apenas unos segundos, lo suficiente como para barruntar que yo no era un policía de paisano, y continuaron sus movimientos ajenos a mi presencia. De tanto en tanto volvía a escuchar el ruido de los cristales rotos, de las sirenas, los gritos, más lejanos sin duda pero, por romper el silencio de las calles estrechas, más intensos y tal vez más sonoros. Seguí andando. No tenía dirección fija, iba de un lado a otro, como un turista que visitase el caos.
El mundo se venía abajo, no había vuelta atrás, y creo que nunca antes me había sentido más feliz. El orden se derrumbaba, ¿cabía algo mejor?, y aquella destrucción me resultaba gratificante. Me sentía regocijado, lo reconozco, al ver, en una calle comercial, los escaparates de las tiendas rotos, algunas sucursales bancarias con evidentes signos de haber sido incendiadas, los coches traspuestos y colocados como barricadas en medio de la calzada. El corazón se me aceleraba, se me despertaba la pasión y me acercaba a un ámbito en el que se diluían los límites de lo material. No crean que yo hubiera bebido ni consumido ninguna droga, nada más lejos, pero sin duda estaba muy cerca de los efectos más extremos que producían dichas sustancias.
Salí de las callejuelas del casco viejo y avancé por plazas y calles que, si bien parecían no estar afectadas por los desórdenes, te hacían sentir la tensión. El ulular de las sirenas se escuchaban desde aquí y tal vez la falta de consonancia con el paisaje, todo de pronto tan ordenado, me inducía a pensar que lo que veía era apenas un espejismo o que lo recién contemplado no existía en absoluto.
Me senté en un banco de una extensa plaza. Ahí el silencio era absoluto y el bisbiseo de los incidentes quedaban ya demasiado lejos. Quizá nunca amaneciera, pensé. La noche eterna, era lo que me pareció que iba a ser aquella noche. Miré a mi alrededor y tanta soledad, por un instante, me resultó gratificante. Parecía imposible que poco antes hubiera asistido los incidentes. La tensión quedaba aquí diluía y me pareció que la calma siempre había existido. Concluí que el mundo era ambivalente y en él convivían ámbitos que llegaban a ser absolutamente contradictorios pero por los que se podía pasar con suma facilidad.
Sin duda había algo poético en todo eso. No me moví de ahí hasta el amanecer, a la espera de no sé muy bien qué.


Juan A. Herrero Díez



SU ABRAZO


Ese nudo orbital en mi cintura
delimita el espacio en donde habito
y ahueca entre sus alas todo un nido
donde entibio mi noche más oscura.

Rodea con su manto de ternura
la pesada raíz de mis olvidos,
y me diluyo lejos del silencio
con las voces de luz que me que murmura.

En ese globo astral arden los fuegos
que lamen las laderas del infierno
y borran los perfiles de la bruma.

Se estremece mi piel con el contacto
que surge de su abrazo dilatado
y alcanzo la verdad que me desnuda.
Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com/




DESTINADO

A Lula, por su agudeza visual.

Le pedí que me leyera la mano
cuando mi juventud era un suspiro que nace.
Ella llevaba gusto a brandy en el paladar
pero vió la luna crecer en la palma de mi mano
como un espejo redondo y profundo como un pozo.
Se invocaba paulatinamente
a un pasado de travesura que salió cara,
a un presente de misterio escondido
en la semilla de la luz,
y a un futuro que florecía como una incógnita
vestida de ensueños plateados.
No lo supe hasta más tarde,
que una deuda quedaba tan finamente cobrada
como la justicia de Dios
hecha por los hombres.
Ella movía su mano como un abanico
esparciendo su visión de chamán ancestral y místico
como el humo espeso de la goma o del neumático.
Ella me dijo después:
sígueme con tu mirada hasta perderme en la esquina,
no quiero caerme como otras veces caí.
No le perdí el rastro zigzageante
que su andar delicado soportaba.
Se perdió entre las estrellas de la noche de verano
cruzando la lluvia
eterna de las risas del populacho gris
y los borrachos que por una gastada sonrisa
hacen burla de la grandeza pequeña
que el mundo oculta.
Las esperanzas son un aliento que alivia
en lo remoto de cada corazón.
Por eso no la olvido cuando veo mi destino
venir a mí como un perro suplicante de caricias.
Por eso no la olvido cuando escucho
la canción de la noche en los veranos australes
que mi caminar oye salir de las ventanas.


Por Cecilio Olivero Muñoz




POEMA MANDADO POR CRISTIAN
CLAUDIO CASADEY JARAI.

EL VOLCÁN POÁS

Del clásico costarricense, Carlomagno Araya.

Levantado en mitad de la maleza
Está el volcán que a imaginar invita
En una gran cabeza que medita
Y en una enorme fauce que bosteza.

Este monarca cuyo aliento sube
Sin padecer fatiga ni desmayo
Tiene por cetro luminoso el rayo
Y por corona singular la nube.

Apoyado en los hombros de la cresta
Que baña el sol de fúlgida vislumbre
Contempla la ansiedad de la floresta
Que tiene la locura de ser cumbre.

Atalaya propicio desde donde
Pueden los pueblos extender su vista,
Para ver el lugar en que se esconde
El peligro fatal de la conquista.


Maldigo al primer ser humano que interpuso una frontera imaginaria entre él y uno de sus semejantes. Maldito sea mil veces aquel ignorante individuo que en un remoto día fue el primero en pronunciar las infames palabras “mío” y “tuyo”; ojalá se pudra por siempre en los infiernos. Maldigo las perversas razones que le condujeron a tan depravado comportamiento de menosprecio fraternal. Yo maldigo también a la siniestra evolución que nos arrebató sin misericordia las eternas primaveras y las brisas suaves de la edad de oro de la tierra primigenia y nos condujo irremediablemente a través de las edades de plata y bronce hasta llegar a la más actual de las edades, la más violenta y desgarradora, la corrompida edad de hierro. Maldigo las patrias, las banderas, los himnos, las lindes, los idiomas, las vallas, las aduanas, los iconos, las ideologías y todo aquello que suponga una diferenciación ficticia entre individuos de la misma especie.
Éstos han sido los responsables de las mayores matanzas y peores injusticias de todos los tiempos. Por culpa de todo ello existe E.T.A, Al Qaeda, los nacionalismos estrechos de miras, el fanatismo religioso, las miserias de unos y las riquezas de otros, los gobiernos totalitarios y déspotas,...
Soy un ciudadano del Todo; mis hermanos son los seres que en Él habitan. Sus dominios comienzan allá donde nacen los vientos, y acaban donde se oculta el arcoiris. Mi bandera son las nubes que rodean todo el globo ondeando en lo más alto del cielo, y no necesita asta donde ser colocada. Mi himno, el sonido de las olas del mar rompiendo en la dura roca o el melodioso canto del ruiseñor en la profundidad del bosque. Mi idioma es el Lenguaje del Mundo. Las estrellas son el único confín que conozco; y los horizontes que contemplo, la luna y el sol. Mi Templo es mi cuerpo, y el único ritual que requiere mi religión es la meditación.
Si te agrada mi patria, siempre serás bien recibido en ella. La única condición que te exige es que olvides fuera los prejuicios, las prohibiciones, las dualidades (sobretodo aquella de “yo” y “los demás”), la envidia, el rencor, la ira, el odio. Entra con la mente limpia y clara como la de un bebe recién nacido antes de ser bautizado y déjate llevar. Si dudas de la existencia del paraíso, olvida todo lo conocido hasta ahora y sígueme; está más cerca de lo que imaginas. Te prometo una existencia plena y feliz hasta el fin de todos los tiempos. Te aseguro la completa desaparición de todas tus actuales y absurdas preocupaciones.
En este lugar no se conoce el miedo, porque no hay nada que temer. Tampoco existe el amor, ya que todo es amor. No se habla de paz, debido a que la guerra es impensable. No hay principio ni fin; el nacimiento y la muerte sólo son pasos intermedios. Aquí no tienen cabida jefes ni gobernantes, la Naturaleza es la única que impone leyes e imparte justicia. En nuestra tierra no son necesarios papeles para vivir dignamente; no se conocen ciudadanos ilegales. En este mundo, el único propósito es vivir. Mientras naden peces por sus ríos y mares, el cielo sea surcado por aves de todos los colores y de la tierra broten los más variados frutos, seremos ricos y dichosos; todos por igual... Y al que pronuncie la palabra “frontera” se le colgará del árbol más alto de este infinito Reino.

Las cuatro edades. Extraído del libro Metamorfosis, de Ovidio
“La edad de oro fue la creada en primer lugar, edad que sin autoridad y sin ley, por propia iniciativa, cultivaba la lealtad y el bien. No existían el castigo ni el temor, no se fijaban, grabadas en bronce, palabras amenazadoras, ni las muchedumbres suplicantes escrutaban temblando el rostro de sus jueces, sino que sin autoridades vivían seguros. Ningún pino, cortado para visitar un mundo extranjero, había descendido aún de sus montañas a las límpidas aguas, y no conocían los mortales otras playas que las suyas. Todavía no estaban las ciudades ceñidas por fosos escarpados; no había trompetas rectas ni trompas curvas de bronce, ni cascos, ni espadas; sin necesidad de soldados los pueblos pasaban la vida tranquilos y en medio de suave calma. También la misma tierra, a quien nada se exigía, sin que la tocase el azadón ni la despedazase reja alguna, por sí misma lo daba todo; y los hombres, contentos con alimentos producidos sin que nadie los exigiera, cogían los frutos del madroño, las fresas de las montañas, las cerezas del cornejo, las moras que se apiñan en los duros zarzales, y las bellotas que habían caído del copudo árbol de Júpiter (la encina).
Había una primavera eterna, y apacibles céfiros de tibia brisa acariciaban las flores nacidas sin cimiente. Pero además la tierra, sin labrar, producía cereales, y el campo sin que se le hubiera dejado en barbecho, emblanquecía de espigas cuajadas de grano. Corrían también ríos de leche, ríos de néctar, y rubias mieles goteaban de la encina verdeante.
Una vez que, después de haber sido Saturno precipitado al Tártaro tenebroso, el mundo estuvo sometido a Júpiter, llegó la generación de plata, peor que el oro, pero más valiosa que el rubicundo bronce. Júpiter empequeñeció la duración de la primavera antigua, haciendo que el año transcurriese, dividido en cuatro tramos, a través de inviernos, veranos, otoños inseguros y fugaces primaveras. Entonces por vez primera el aire, encendido por tórridos calores, se puso candente, y quedó colgante el hilo producido por los vientos. Entonces por vez primera penetraron los hombres bajo techado; sus casas fueron las cuevas, los espesos matorrales y las ramas entrelazadas con corteza de troncos. Entonces por vez primera fueron las semillas de Ceres enterradas en largos surcos y gimieron los novillos bajo la opresión del yugo.
Tras ésta apareció en tercer lugar la generación de bronce, más cruel de carácter y más inclinada a las armas salvajes, pero no por eso criminal. La última es de duro hierro; de repente irrumpió toda clase de perversidades en una edad de más vil metal; huyeron la honradez, la verdad, la buena fe, y en su lugar vinieron los engaños, las maquinaciones, las asechanzas, la violencia y la criminal pasión de poseer. Desplegaban las velas a los vientos, sin que el navegante los conociese aún apenas, y los maderos que por largo tiempo se habían erguido en las altas montañas saltaron en las olas desconocidas, y el precavido agrimensor señaló con largas líneas las divisiones de una tierra que antes era común como los rayos del sol y como los aires. Y no sólo se exigían a la tierra opulentas cosechas y alimentos que ella debía dar, sino que se penetró en las entrañas de la tierra y se excavaron los tesoros, estímulo de la depravación, que ella había escondido llevándolos junto a las sombras de la Estige. Y ya había aparecido el hierro dañino y el oro más dañino que el hierro; apareció la guerra, que combate valiéndose de ambos y con mano sangrienta blande las armas que tintinean. Se vive de la rapiña; ni un huésped puede tener seguridad de su huésped, ni un suegro de su yerno; incluso entre hermanos es rara la avenencia. El marido maquina la ruina de su esposa, y ésta la de su esposo. Madrastras horribles preparan los lívidos venenos del acónito; el hijo averigua antes de tiempo la edad de su padre.
La piedad yace derrotada, y la Virgen Astrea (la justicia) ha abandonado, última de las divinidades en hacerlo, esta tierra empapada de sangre.”


Por Pedro Estudillo Butrón




RESURRECCIÓN



Y el disfraz se apartó
de su último rostro.

Descendió por las aristas,
y se negó a aceptar
la resignación de la clausura.

Midió el alcance del combate iniciado,
y rompió aquel asedio que frenaba sus líneas
adheridas a un cuerpo.


Enloqueció su brújula
y se liberó de apremios
sin atisbo de culpa.

Quería astillar ademanes primitivos.

Despilfarrar los guiños
de dueños asimétricos.

Sumergió la imagen conseguida
en un espejo falso,
y dejó que la hondura
inventara otras puertas
por donde escabullirse.
Teresa Palazzo Conti
http://www.lapoesiadeteresa.com/



LA ORGÍA

Esa otra que me habita,
se oculta
entre navajas y sudarios.

Por mis recodos íntimos,
alarga sus controles
para tocar mis poros
y se empeña en el registro
de una maldad suprema.

Pone a macerar
unos granos de sal
y viaja hasta mis ojos
para hurtarme una lágrima.

Mi piel embaucadora
busca líneas erguidas
desde otras tarimas.

Y una vez más,
la intrusa
se recluye
entre los matorrales
y regresa a mi fondo
con las arcas vacías.

Hay un pastor de llantos,
sin rebaño.


. T.P.C.



Me llamo Pedro Andrés Estudillo Butrón, soy ciudadano del mundo, hijo de Adán y de Eva, y declaro la guerra abiertamente a todas las multinacionales del mundo.
Al igual que en otros tiempos sembraron el terror por el mundo ambiciosos emperadores, dictadores totalitarios, fanatismos religiosos con su Santa Inquisición al frente (no sé por qué lo de “Santa”) o ejércitos de bárbaros descontrolados, por mencionar algunos, en la época en la que nos ha tocado vivir, son las multinacionales las que constituyen la reencarnación del mismísimo Satanás.
Pero todos los anteriormente mencionados juntos no tendrían nada que hacer con el mortífero monstruo que se cierne sobre nuestras cabezas en estos días, ya que, el alcance de esta máquina infernal es a nivel mundial, a diferencia de los aparecidos en otras edades, los cuales sólo podían atacar a unos cuantos desgraciados esparcidos por algún rincón concreto del planeta. En nuestros días, gracias a (o por culpa de) los fabulosos avances en las telecomunicaciones y la tecnología, los poderosos y maléficos tentáculos de las multinacionales llegan hasta los más recónditos lugares de este precioso mundo que habitamos. No hay escapatoria, no tenemos a dónde huir; ¿o sí?
Si no podemos salir del planeta para escapar de tan terrible amenaza, tan sólo nos queda una opción: luchar. David derrotó al gigante Goliat, los griegos vencieron al poderoso ejército persa en la batalla de Salamina, los Hunos de Atila pusieron en jaque al todopoderoso imperio romano, al igual que el cartaginés Aníbal, después de realizar la hazaña de cruzar toda la península ibérica, los Pirineos y los Alpes con todo su ejército. Ahora ha llegado nuestro momento. Debemos plantarle cara al enemigo si no queremos que el mal se extienda irremediablemente por todo el planeta. Si nos rendimos ahora, acabaremos como tantos otros ya lo han hecho, muertos en vida, vagando como zombis invisibles en oscuras y monótonas existencias, sin presente ni futuro que merezca la pena, sin posibilidad de escape, esclavos de la peor de las miserias en las que se puede caer: la del aburrimiento y la esclavitud consentida. Inmersos en un insulso mundo de hipotecas, préstamos a bajo interés, móviles de última generación, grandes automóviles todoterrenos, televisores de pantalla plana, últimas rebajas, moda a precio de saldo, líneas ADSL´s, obligatorias fiestas de cumpleaños, de despedidas de solteros, de bautizos, de Navidad..., preasignados días de los enamorados, de las madres, de los padres, del tío abuelo..., paseos al centro comercial más próximo (o más lejano), minivacaciones en la atestada playa, colección de películas y CD´s piratas que nunca utilizaremos, falsas reuniones familiares donde debemos aparentar la más absoluta felicidad, formidables planes de pensiones, superseguros fondos bancarios de renta libre... Y vuelta a empezar de nuevo. ¡Manipulación, manipulación y más manipulación!
Quince de mis más vitales años he ofrecido a uno de estos pérfidos monstruos surgidos del profundo abismo de la globalización, por eso los conozco bien, sé cómo piensan, cómo actúan, de qué se alimentan. No tienen compasión, actúan impunemente, protegidos y amparados por el vil sistema que ellos mismos han creado y que mantienen a costa del pobre ciudadano. Cuando te atrapan es difícil escapar, te devoran poco a poco, acaban con tu vida, con la de tus hijos, tus seres queridos, lo destruyen todo a su paso; si caes en sus miserables garras, no tienes salvación.
Desde mi trinchera oculta entre la maraña de la red cibernética, grito ¡SOCORRO!, solicito tu ayuda, tu compromiso para con la causa. Podremos ser pocos, pero nuestra voluntad es fuerte y nuestra motivación surge de la razón; además, el enemigo es ingenuo, está distraído y es cobarde. Si el hombre es un lobo para el hombre, seamos nosotros zorros, astutos y vigilantes.
La mayor y más importante arma utilizada por nuestro común enemigo es la manipulación; si queremos vencerle, tenemos que intentar por todos los medios posibles anularla. Estas son nuestras armas, tómalas y lucha conmigo:

1. Acude para tu consumo diario a los pequeños comerciantes de tu pueblo o ciudad. Cada vez son menos, por desgracia, pero los pocos que hay te recibirán con los brazos abiertos, te ofrecerán el mejor trato, te darán calidad y total confianza.
2. Huye de las masas enfervorecidas; éstas son el principal alimento de nuestro insaciable enemigo.
3. Arroja inmediatamente en la bolsa de reciclar el papel toda la propaganda que te dejen en tu buzón sin tu permiso; no caigas en la tentación de leerlas.
4. No escuches ni uno solo de los anuncios televisivos; representan una de sus principales armas contra el desprotegido ciudadano.
5. Olvídate de la política y de los políticos; sólo son herramientas utilizadas por el adversario para despojarnos un poco más de nuestra libertad. Haz como el sabio Diógenes; cuando el poderoso emperador Alejandro Magno le preguntó de qué modo podía servirle, éste le respondió: “Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol”.
6. Antes de comprar algo, plantéate en serio si de verdad lo necesitas. No olvides la máxima “No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita”; practica el saludable arte del desapego material: serás más feliz (por experiencia). Otro de mis preceptos favoritos es que todos los inventos del hombre, absolutamente todos, son prescindibles. No lo olvides.
7. No te fíes de las ofertas ni de las gangas; suelen ser otro timo más. La máxima: “Nadie regala nada”, suele ser verdad.
8. No engroses la deprimente lista de los que acostumbran a sustituir sus bienes a las primeras de cambio (móviles, automóviles, viviendas, ordenadores, etc.). Recapacita bien sobre la auténtica utilidad que le das a tus artilugios. El enemigo es un experto en crearnos necesidades absurdas.
9. No contrates nada por teléfono; es más, ni siquiera pierdas tu tiempo escuchando a un desconocido que te llama sin tu consentimiento para ofrecerte algo que no has pedido.
10. Utiliza todos los servicios públicos que estén a tu alcance; son tuyos (como ejemplo, este blog lo publico desde la biblioteca municipal de mi localidad).
11. No consumas alimentos precocinados, sólo conseguirás envenenarte poco a poco. Intenta alimentarte con productos naturales y del tiempo, aunque requiera más esfuerzo; quién algo quiere, algo le cuesta.
12. Organiza tu tiempo de manera que cada cosa que hagas en cada momento, tenga una utilidad concreta, y procura no salirte de ahí. El tiempo es lo único que no se puede recuperar jamás, una vez que se pierde; no se lo entregues tontamente al adversario. Recuerda que actividades como el descanso, la relajación, la reflexión o la meditación, no son ninguna pérdida de tiempo.
13. Olvídate de las modas; hay un refrán que las define estupendamente: “Cuando un tonto coge un carril, o se acaba el carril o se llena el carril de tontos”. No seas uno de esos tontos, y de paso le darás una buena estocada al adversario, que se lucra con ellos.
14. No te inscribas en ninguna asociación, sindicato, club, organización, etc. Los carnés sólo sirven para esclavizarte un poco más (si estás pensando en las ONG´s, tampoco es necesario un carné en el bolsillo para hacer el bien).
15. No te “enganches” a programas o series de televisión (mi consejo es evitar empezar a verlos desde el principio), ni te conviertas en un forofo del deporte de moda; es otra de las estratagemas usadas por el enemigo para anular nuestra voluntad, y con ella, nuestra libertad. Nuestra principal arma es una mente lúcida y libre; que nadie ni nada te la arrebate.
16. No seas prosélito ni acólito de nada ni de nadie (mucho menos de mí). Que sea tu sentido común el que gobierne tu vida. La capacidad de razonar es lo que nos diferencia de los animales, si no la utilizas serás más parecido a un cordero que a una persona.
17. Aprende a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas. Hay muchas actividades interesantes que se pueden realizar sin necesidad de estar ganando o gastando dinero.
18. Las leyes se pueden infringir, pero nunca las normas de la buena conducta; no confundas a tu prójimo con el sistema que lo envuelve. Recuerda que somos guerreros, no soldados ni bárbaros.

Admito propuestas y consejos. Me considero uno de los escasos y privilegiados seres humanos del mundo que son capaces de aprender por cabeza ajena. No pretendo convertirme en ningún líder ni cabeza visible de nada; nuestro ejército no necesita jefes, nosotros somos inteligentes.
BUEN COMBATE, AMIGO.




ASESINATO DE UN JILGUERO

Cuando era un niño, no tan niño,
un día cacé a un jilguero con liria de muérdago
con la tradicional trampa del arbolito.
Como se le quedaron las alas
untadas con la liria
quedó el pájaro totalmente desplumado,
pegado, feo y pegajoso.
Unos amigos me dieron la brillante idea
de untarlo con aceite de oliva
para quitarle toda la liria que tenía
en sus plumas.
Pero no fue tan brillante esa idea,
pues el pajarillo quedó aceitoso y resbaladizo,
y se me ocurrió después lavarlo
con agua del grifo del lavabo,
pero esa idea fue aún menos brillante.
Al mezclar la liria, el aceite de oliva
y el agua, aquel jilguero
ya no parecía ni jilguero, ni pájaro,
y ni si quiera parecía que tuviera alas.
Parecía un colibrí untado en petróleo,
una contradicción de ave que, de haber sido una ave exótica,
seguro sería una ave exótica en vías de extinción.
Estaba mojado, pegajoso, grasiento,
aceitoso, desplumado, no era ya el mismo que cacé,
Después se me ocurrió la brillante,
y al mismo tiempo, la inocente y equivocada idea
de secarlo con el secador del pelo.
¡Nefasta idea!
Yo direccioné el aire caliente del secador
contra esa especie rara de jilguero feo
y él abría el pico y lo cerraba,
aleteaba desesperado, impotente, aterrorizado,
pero a mí no me preocupó demasiado.
A mí lo que me importaba era verlo
seco, bien acicalado, (cosa imposible)
pero yo seguía y seguía ofreciéndole su dosis letal
de aire caliente al pobre pajarito.
Como todavía estaba mojado, pegajoso, grasiento
y aceitoso, seguía y seguía,
hasta que el colorín se arrinconó en su jaula
agonizante, totalmente humillado
y sin ningún indicio ni resquicio de fuerza.
Decidí darle el último secado
y lo que conseguí es darle el toque de gracia
y el pájaro me lo agradeció, creo yo.
Por que murió al instante.
Yo no tenía ninguna idea preconcebida
de que aquel pobre pájaro iba yo a matarlo,
yo sólo quería verlo seco y bonito
pero el pajarillo no lo resistió.
Entonces fue cuando al verlo
totalmente tieso, engarrotado y muerto
empecé a sentir una enorme culpa.
Un sentimiento de tristeza se apoderó de mi ser,
que me hizo comprender,
que la muerte estaba ahí esperando,
expectante y agazapada.
Comprendí que unos mueren por la torpeza
y el egoísmo de otros,
pues no pensé en ese animal,
no vi en ese momento que lo estaba condenando
a una muerte horrible y agonizante.
Entonces cogí al jilguero y lo envolví
en un paño de papel de cocina
y lo enterré en un macetero de la casa.
Le puse una cruz atando dos palitos,
recé por él un medio Padre Nuestro,
pero eso no creó en mí ningún consuelo,
solamente un arrepentimiento y un sentimiento
de culpa que me duró varios meses.
Ese mismo día se lo conté a mis padres
en el almuerzo
y mis padres me dieron una riña un tanto leve
sin darle mucha importancia.


Por Cecilio Olivero Muñoz



1 comentario:

Pedro Estudillo dijo...

Un número muy completo y aleccionador (bueno, como todos). Una clara muestra de la importancia de la correcta difusión de nuestra notable lengua.
Un gran trabajo, enhorabuena.
Un abrazo.