sábado, 27 de diciembre de 2008

19º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



19º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXIX 27-12-2.008


EDITORIAL XIX
Cambio de año


Éste será el último número de Nevando en la Guinea del año 2008. El nuestro ha sido un proyecto que ha nacido en Agosto y hemos mantenido las ediciones con rigor. Esperamos mantener el ritmo en 2009, el año que ahora nace y en el que proyectamos inevitablemente nuestras perspectivas y nuestros planes. Sin duda el nuestro es un proyecto sencillo y modesto, pero no queremos cambiar porque nuestra filosofía parte del deseo de publicar y hablar de literatura, y de paso de otras artes, sin olvidar que estamos en un mundo no siempre amable ni grato. Y para eso creemos que no son necesarios grandes formatos, nos basta con lo que tenemos, eso sí, con ganas de ir mejorando en la medida de lo posible.

Se nos podrá decir que la literatura, ante los problemas que existen en el mundo y las malas perspectivas que se nos anuncian, resulta una actividad poco importante. Evidentemente, ante la tragedia del hambre, hay datos que afirman que mil millones de personas en el mundo pasan hambre, o de las guerras, hay alrededor de veinte conflictos armados en estos momentos, o de miles de hombres y mujeres que afrontan el nuevo año con la angustia del desempleo y la pobreza, poco podemos hacer. Pero la literatura ha sido una actividad que a lo largo de la historia ha podido canalizar los sueños, las ilusiones, los conflictos humanos. Igual que los niños, queremos escuchar y leer una y mil veces historias, a veces las mismas historias. Hay libros que necesitamos leer cada cierto tiempo porque conforma nuestra vida, le da sentido, explica lo que no entendemos y abre nuevos planteamientos.

Sabemos, aunque quisiéramos que fuese al revés, que la literatura no soluciona los problemas del ser humano, pero sin duda ayuda a muchos lectores a superar una cotidianidad poco fácil. El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro contaba la anécdota de un antiguo soldado norteamericano del Vietnam, de origen hispano, que leía con avidez durante aquel trágico conflicto y los libros le ayudaron a sobreponerse de lo que le envolvía y, al acabar la guerra, viajó a París, donde residía el escritor, para agradecerle su ayuda porque uno de los libros que leyó fue suyo y lo leyó varias veces. ¿Cabe mayor sentido que éste?

Esperamos poder acompañar a quienes visitan esta página y poder seguir proporcionando poemas, relatos y comentarios varios. Por nuestra parte, nos gusta lo que hacemos y eso ya nos justifica. Sólo podemos desear a nuestros lectores que sea un año de fructíferas lecturas que sin duda les hará la vida un poquito mejor.

***

Nos llega la noticia de la muerte del dramaturgo británico Harold Pinter. Autor que se inicia con el denominado teatro del absurdo, fue construyendo poco a poco una obra de fuerte carácter social y político, denunciando las violaciones de los derechos individuales y sociales.






HISTORIA DE NAVIDAD

La Navidad es fría en la cárcel,
en los hospitales, en los tanatorios,
en los albergues, en los campamentos,
en los poblados chabolistas, en los descampados,
pero esta historia no desea ser triste.
Esta historia pretende daros esperanza.
La Navidad es la única época donde
nos acordamos que debemos ser buenos.
Unos vagan bajo el manto de las ciudades
como fantasmas brotados de la pena seca,
como almas en pena bajo el reloj romano
de las ciudades grises,
como seres vacíos que recuerdan,
como seres vacíos que lamentan.
Hubo una vez un niño, un niño como todos,
inocente e ingenuo, que esperaba que el día
de Navidad dejaran de discutir sus padres.
El niño guardaba ese anhelo en su interior
secretamente, totalmente en silencio.
El día de noche buena vino su padre
mucho antes del trabajo; cosa rara en él.
El niño fue a recibirlo a la puerta del hogar,
pero el padre llegó desanimado
y sin ánimo. Tenía algo que decirles:
tenía que decirles que ese día lo habían
despedido del trabajo, trabajo precario,
pero ese era el único sustento de la familia.
La madre, que estaba en la cocina
salió a dejar en la mesa navideña
un plato con comida y el marido
aprovechó ese momento para contarle
la dura noticia que necesitaba contar a su mujer.
La mujer recibió la noticia como un mazazo.
La mujer se preguntaba: -¿qué vamos a hacer ahora?-
-¿cómo vamos a pasar la Navidad?-
-¿cómo pagaremos la hipoteca, el coche, las facturas?-
Los padres entraron en un estado de nervios
que acabaron discutiendo.
El niño entonces se fue a su cuarto
totalmente desesperanzado y derrotado.
Totalmente enfurecido con Dios,
totalmente enojado con su gracia injusta.
El niño había pedido con tanto empeño
que sus padres no discutieran que le parecía
cosa imposible que existiese ese Dios
del que todo el mundo hablaba sin haberlo visto.
El niño se hizo mayor y siempre pasó
su infancia sin creer en la Navidad lo más mínimo,
sin hacer mucha caso a toda la pompa y a todo el boato
que entorno a la Navidad se formaba.
Sus padres, ya muertos, se habían pasado
toda su vida discutiendo y él no tuvo una infancia feliz.
Ahora él era padre y tenía dos niñas
que si creían en la Navidad, en esa feliz Navidad
que su madre les había inculcado.
Pero en su interior quería que sus dos hijas
si vivieran la Navidad como debía vivirla un niño.
Ese era el verdadero milagro de la Navidad,
ese era el verdadero milagro que el padre
lograba todos los años que pasaron de infancia las niñas.
El milagro de que su padre les hiciera creer
en una Navidad en la que él no creía.
Por eso es preciso decir que la Navidad vive en nosotros,
se refugia en nuestro corazón, vive en nosotros,
y a veces es necesario fingir una creencia
para que otros de verdad sean felices.
¡FELIZ NAVIDAD!


Por Cecilio Olivero Muñoz


El progresista


Nunca te cayó bien aquel profesor con sus alardes de buen rollo y aparente progresismo. Impartía el primer semestre de Derecho Penal, que incluía más principios que normas, y siempre comentaba la realidad penal con un toque de crítica social que a los estudiantes, sobre todo a los más comprometidos, resultaba grato. Pero a ti nunca te convenció. No sabrías entonces muy bien explicar el motivo de esta desconfianza, pero había algo en él que a ti te provocaba suspicacia y aunque estuvieras de acuerdo muchas veces con el contenido de sus comentarios, había algo que no podías explicar de un modo racional, pero que te provocaba un profundo desdén. Sí, iba más allá de cualquier lógica, se trataba de una de esas antipatías que nacen de alguna zona oscura del alma, de un ignorado instinto difícil de entender.
Todos tus compañeros se mostraron, sin embargo, admirados por su verbo, su estilo y su discurso, te miraban por ello como a un tipo en exceso huraño y desconfiado, el estudiante eternamente crítico y tal vez un tanto reaccionario. No en vano, las tres clases que dedicó al principio de inocencia causó incluso entusiasmo y los propios estudiantes conservadores, o cuando menos poco dados a la izquierda, no dejaron de reconocer que era difícil no admitir la veracidad de sus argumentos. Pese a todo, tú seguías manteniendo, al menos en tu fuero interno, que aquel hombre aparentemente sobrio y ecuánime jugaba con una baraja falsa y algunas cartas en la manga.
Hubo ocasión de comprobar la veracidad de tus recelos en los exámenes finales. Marcos fue la víctima desgraciada de los desmanes de aquel profesor. O al menos de sus contradicciones ostentosas. Hay que decir que nuestro amigo poseía una de esas memorias privilegiadas capaz de recordar palabra por palabra todo un discurso escrito. No le costaba nada retener cualquier tesis frase tras frase, a veces, es verdad, como un loro, pero con frecuencia también comprendiendo el sentido de lo que estudiaba.
Como además poseía el don de los antiguos amanuenses y era capaz de transcribir un discurso oral sin apenas divergencias con lo dicho, sus apuntes resultaban completos. Me dijiste que muchos eran quienes le pedían una copia de los mismos porque era como repasar con todas las comas lo que los profesores habían referido en sus clases.
Por todo ello, por su memoria y su capacidad de recopilar datos, sus exámenes solían ir bastante bien y sus notas tendían a ser altas. Pero fue con este profesor con quien, de repente, chocó.
Terminó el examen final con la seguridad de quien lo ha bordado. No sólo recordaba a la perfección párrafos enteros de los apuntes, también se había explayado con las explicaciones dadas en dos manuales recomendados cuyos párrafos llegó a transcribir con las palabras casi textuales. Salió ese día de la facultad con la certeza de quien sabe que va a obtener una nota alta y no le cupo la menor duda de que así iba a ser. Por ello su sorpresa, al igual que la tuya, fue mayúscula cuando comprobó en el correspondiente listado, y te lo anunció poco después no sin una descomunal y comprensible congoja, que había suspendido la asignatura.
Su sorpresa pasó a un enfado descomunal casi al instante, no podía ser que le hubiera suspendido, de allí que, poco después, ante la evidencia de la imposible nota, pasara a la certeza de que todo se trataba de un error, que sin duda el profesor o alguien del departamento, sin duda alguno de aquellos torpes becarios que hacían las veces de secretarios, había pasado erróneamente a listas las notas dadas por los profesores. Por tanto, podía estar convencido de ello, en la revisión del examen el profesor se daría cuenta de la envergadura del error y repondría la afrenta aceptando el cambio y la asunción de la nota cierta, mucho más elevada que el escuálido suspenso.
En el momento correspondiente pasó por el despacho del profesor. Esperó su turno con reforzada certeza de que la razón estaba de su parte y que el mentor, en cuanto ojeara su examen, no tendría más remedio que solventar el tremendo error.
No fue así. El profesor sacó las cuatro hojas de papel rellenadas por completo, buena letra, bien presentadas y sin ningún atisbo que pudiera hacer pensar que el examinando se hallase nervioso en el momento de escribir, y antes de decir nada, observó atento la sucesión de párrafos, lo que aumentó no poco la agonía de Marcos. Le miró por fin. Este examen está copiado, le espetó de repente. Marcos se quedó parado, sin saber cómo reaccionar.
- ¿Cómo dice? -Le preguntó por fin, como si no hubiera entendido del todo la precisión del profesor.
- Este examen está copiado, es evidente.
No sabemos si a Marcos le hirió más la acusación a todas luces injusta, la calificación de “evidente“, que ahondaba aún más en la herida, o ambas cosas a la vez. Pero lo indiscutible es que Marcos se sentía profundamente humillado.
- Pero, ¿me ha visto copiar, alguien se lo ha dicho, hay pruebas en mi contra? -se atrevió a formular.
- Es evidente. -repitió el profesor como único argumento para sustentar su afirmación.
- Entonces, ¿y la presunción de inocencia? -arguyó Marcos, no sin notorio arrebato.
Bajó las escaleras que daban al departamento a grandes zancadas y farfullando insultos y vocablos soeces. Tú le esperabas a la salida y no te costó reconocer nada más verle el fracaso de la gestión recién realizada. No te hizo falta, además, preguntar nada. Me ha echado por impertinente, el muy miserable, chilló casi al borde de las lágrimas.

Juan A. Herrero Díez





TU AUSENCIA SE APODERA DE MÍ

Tu ausencia se apodera de mí
va trepando por todos mis miembros
enlazándose por los insólitos costados
de mi atenazado y vencido cuerpo.

Tu ausencia devora a dentelladas pausadas
todas las salidas de mi ánimo
conduciéndolo sin respiro hacia ti,
impregnándolo de tu color y tu olor.

Tu ausencia abre en canales
toda la inmensidad de mi corazón,
sólo tus caricias suturarán sus heridas
y tu cariño lo hará latir de amor.

Tu ausencia llena de oscuridad mis días
los encierra en una lúgubre mazmorra
prisionero de amor y lejanía,
de dulce amor sin tu compañía.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler






ME ESTÁN PASANDO LOS AÑOS

Me están pasando los años
en un tris-tras,
me percato cuando reflexiono
y veo en mi mente
acontecimientos de mi vida
y me parecen recientes
y al mirar el calendario
se convierten en viejos escenarios
de mi tiempo adolescente,
la tremenda ilusión que da alas
a mi vida encamina mi frente
a un presente preñado de futuro
de forma radical y vehemente
esos acontecimientos que han tallado
la evolución de mi vida
se alejan irremediablemente
al ritmo vertiginoso de mis impertinentes canas,
se van sin pausa y sin esperanza
de volver a reunirse conmigo
al son de un tris-tras cadencioso
se sumergen en brumas de silencio
como si de un agujero negro se tratase
pues ni sonido emiten
los resplandores del crepúsculo de mi juventud
al abandonar la estancia de mi cuerpo.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler


TODOS NOS HABLAN

Todos nos hablan... sólo que nadie escucha.
Nos hablan los niños cuando lloran en la cama.
Nos habla el viejo cuando calla en su butaca.
Nos hablan los árboles cuando los azotan los vientos.
Y también lo hacen cuando se yerguen en la calma.
Nos hablan las olas, encrespadas y salvajes,
que nos traen historias de corsarios inmortales.
Nos hablan los ríos, aunque corran a raudales,
y nos dicen a gritos que detenerse es la muerte.
Nos habla la torre, desde su altura encumbrada,
sabedora de su presto final en ruinas inertes.
Nos hablan los presos, tras rejas oxidadas,
¡este mundo no funciona, a ver cuando te enteras!
Nos hablan ambas caras de un muro fronterizo,
que suspiran a gritos por conocerse.
Nos hablan los listos, los necios y los notables,
pero mejor que a esos, escucha a las rameras.
Nos habla la tierra, agraviada por nuestras manos,
¡no me olvides insensato, qué sólo eres un ser humano!
Nos hablan las madres, con sus tristes miradas,
el pasado ya no vuelve, ¡ay si yo pudiera!
Nos hablan los pájaros, mientras nos observan,
y piensan callados en lo poco que nos queda.
Nos habla la luna, desde la distancia,
casi no nos distingue, sabe que no somos nada.
Nos hablan las estrellas, aún más lejanas,
ojalá pudieran compartir su misterio.
Nos habla el sol, majestuoso y sincero,
no lo mires a la cara, sólo siente su aliento.
Nos habla el alma, desde su tumba silente,
sueña que no es tarde, y nos dice que aún se puede.
Te hablo yo, con mi amargo poema,
pero no me hagas caso que la locura se pega.
Te hablan los libros, con su silencio patente.
Todos te hablan... sólo que tú no te enteras.


Por Pedro Estudillo Butrón


ESPERANZA CIEGA

A las madres y a sus hijos
nacidos con discapacidad intelectual.

Todas las madres
que están en estado
de buena esperanza
caminan a ciegas
esos nueve meses,
todas anhelan un hijo sano.
El capricho del destino
rueda sus dados de azar en la espera,
mientras la naturaleza,
es libre voluntad su semilla.
Lotería del cromosoma,
rosa rojiza de la vida y la ciencia
entre espina doliente
y amor orgánico y pureza concebida
busca sendero de hormiga y presencia,
la misma pregunta de incógnita
y misterio tras la cáscara
es la prisa del sueño ligero
dejando siempre claro
que
nadie quiere sufrir
esa oscura crueldad del hombre
y ninguna madre
desea sufrir por un hijo
tras el momento de peligro que existe
en esta vida de locura temporal
y enfermedad fulminante.
Las madres sufren la llaga
entre el péndulo niquelado
y la azarosa célula
de pulpa y de escondrijo
que crece y se multiplica
hacia la vida misteriosa
que parte de la luz y el témpano efervescente.
El embarazo
viene como agua en silencio
y la madre
coge su gran manojo
de ilusiones blancas y fugaces
y se contempla viva
en la silueta redonda
de efluvio y origen.
Un hijo es siempre un hijo
pues lo ganas tú a él,
y si eres buena madre,
él a ti.
Por eso duele
cuando él sufre,
cuando pasa hambre o tiene frío,
cuando es derrotado,
cuando cae,
y la muerte es un espanto,
del cual, se le aparta de ella,
intentando disimular
el preocupado aliento
que te empuja a la sombra.
De esa muerte,
nadie nunca preparado,
brota el caliente suspiro
y se ruega a un Dios del desorden
la tediosa alegría
que todo el mundo merece.


Por Cecilio Olivero Muñoz


LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO DONDE PODER


Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
FILÓSTRATO


Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.

Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.

Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.

En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler



EPÍLOGO

Abierto al mundo
con el vientre echo surcos
cual Río Tinto al cielo,
para quien lo desee
lo haga suyo
y en esa simbiosis
se multiplique y crezca
descubriendo espacios
revolucionando escenarios,
para quedarse y transformarse
en un yo rico en significados
y sabores deseados y duraderos.


Por Francisco Jesús Muñoz Soler










UN BOLSILLO EN CRISIS
ES UNA BREVE CRISIS DEL CORAZÓN

Te llaman porvenir
porque no vienes nunca...

Ángel González

Y te llaman crisis porque eres una puta
sin rostro,
un personaje de lupanar clandestino,
un montón de mierda
que quiere ser Dios.
Un bolsillo en crisis
es una breve crisis del corazón,
porque las putas van al mercado,
porque el mercado
es un bullicio de total prostitución,
donde se vende y se compra
la vida,
se sustituye oropel por gramos de ceguera,
porque la mezquindad es un kilo
de noses rotundos,
porque se disfrazan las voluntades blancas,
porque los voceros gritan
como perros de rabia,
porque los ceros son noventa y nueves
hipócritas,
porque el redondeo es la boca del lobo,
porque la trampa está oculta
en el aire que se respira,
porque la codicia se sobreentiende,
porque sin bolsillo pleno
no hay corazón que te responda,
porque los mercados son murallas
para algunos,
porque se tira lo que no se quiere
y se desprecia al que pide fiado,
porque los minutos son Euros
que respiran ante el tedio del mundo,
porque las sogas y el patíbulo
son una vereda abierta para el pobre
que de forma gratuita su opinión le niegan.



Por Cecilio Olivero Muñoz


INSTRUCCIONES
PARA RESPIRAR

Aspira trece veces por minuto
un aire contaminado y de segunda mano.
Aspira que lo necesitas.
¿Se imaginan que cobraran
por la necesidad perentoria de respirar?
Muchos ya lo han hecho y lo seguirán haciendo.
Respirar para vivir,
vivir para respirar,
necesidad donde la vida es para todos igual.
La necesidad vital del ser humano.
Los sueños se respiran en la noche
y son esenciales para la derrota que el azar justifica.
Se respira desde el vientre materno,
ahí en el líquido amniótico,
hay una espiral de partículas de aire
que se hacen presencia y antesala
hacia la realidad del hombre y su existencia.
Suspiros, sollozos, resoplidos, soplos, gemidos,
son atrezo eterno y perenne desde que nacemos.
Son parte del oxígeno necesario que llevamos
adheridos a nuestra alma, a nuestra suela del zapato,
a nuestro rincón del silencio, en nuestra huella impresa.
Tenemos la necesidad de sobrevivir
al antecedente hipnótico de la desnudez.
Tenemos el alma pegada a nuestro suspiro.
Sospechamos que la derrota está esperando
nuestra caída rendida, decir no puedo más,
rendirse, caer al vacío, dejar de luchar.
Sólo las sonrisas despiertan a nuestra
esperanza, la zarandean y le dan de beber,
la levantan y la incorporan a la vida.
Respirar, vivir, existir, follar, roncar,
todo ello lleva implícito el deber de inspirar y aspirar.
De vivir mientras tanto.
De respirar sin darse ni cuenta.
Vamos hacia el noble paseo del vivir por vivir.
Somos seres que respiramos,
y mientras tanto, resistimos al esperma negro, vacío y estéril
que la muerte lleva en su seno.


Por Cecilio Olivero Muñoz


1 comentario:

Pedro Estudillo dijo...

No hay más que leer cualquiera de los textos aquí expuestos para comprender la utilidad de la literatura.
Espero en este año que entra poder seguir contando con la literatura de calidad que ofrecéis (y no lo digo por mí, precisamente).
Un fuerte abrazo y feliz año.