sábado, 1 de enero de 2011

7º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



7º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA

DIGITAL MENSUAL
NEVANDO EN LA GUINEA
NºLI* de la 2ª Etapa/01-01-2011


EDITORIAL LI
Propiedad intelectual


Este último mes de diciembre se discutió en el Parlamento Español una Propuesta de Ley presentada por el Grupo Socialista que intentaba perseguir la denominada piratería informática y que afecta sobre todo al cine y a la música. La propuesta no salió adelante al no contar el PSOE con mayoría suficiente para aprobarla y votar todo el resto de grupos parlamentarios en contra.



Una parte, la partidaria de la propuesta, afirma defender al sector de la creación, nos dice que los creadores no podrían vivir de su obra si no hay un mecanismo que les permita el cobro de sus derechos de autor, y de paso sirve para proteger una industria compuesta por productoras, editoras de música, editoriales, distribuidoras o tiendas, con miles de puestos de trabajo, y que se verían todos afectadas por la impunidad que se da, dícese, en internet. En la otra parte, la opuesta a la Proposición, confluye un sinfín de posturas, algunas de las cuales claman por la libertad de creación y distribución, se oponen a la mercantilización de la cultura y optan por nuevos formatos.



Como en la vida misma, en medio hay toda una gama de colores que indican que las cosas no son ni blancas ni negras. Partimos de un hecho: en España, al igual que en Europa y el resto del mundo, rige un modelo económico capitalista en el que todo se vende y se compra. Nos puede gustar poco este modelo, que nos gusta poco, pero hay que ser conscientes de ello a la hora de tomar una postura a corto y medio plazo sobre derechos a unos ingresos adecuados por el trabajo, en este caso trabajo intelectual, mientras no se ponga sobre la mesa la posibilidad de desarrollar otro modelo económico, que nada nos gustaría más. Además, el capitalismo salvaje de los últimos veinte años lo ha mercantilizado todo de un modo brutal y la cultura no ha escapado a este fenómeno. Dicho esto, hay que matizar mucho las posiciones.



Es justo que los creadores -escritores, músicos, cineastas- puedan vivir de su obra. Detrás de cada libro, de cada disco de músico o de cada película hay mucho trabajo, no sólo de los autores, que han puesto horas de su vida para sacar su obra, sino de editores, técnicos, traductores, distribuidores, etc. Pero muchos nos tememos que los mecanismos creados para defender pretendidamente a los autores no les defienden tanto, los cuales muchas veces apenas se llevan estos una parte mínima del pastel mientras que vemos como algunas sociedades persiguen aquí y acullá cualquier ámbito donde se da a conocer una obra del tipo que sea. Hemos oído en los medios de comunicación como la SGAE ha llegado a pedir una tasa por emitir canciones en bodas o en peluquerías, mientras que se ha planteado cobrar un euro por el préstamo de libros en las bibliotecas públicas. Además, quienes conocemos, como es nuestro caso, el mundo editorial, menos afectado por la “piratería”, sabemos hasta que punto se impone una absoluta precariedad laboral a sus trabajadores, todos tenemos en mente algunas grandes empresas del sector cuyo comportamiento hacia los trabajadores o, según ellos denominan, los colaboradores rozan la precariedad más absoluta, lo que nos lleva a sorprendernos que clamen ahora por los puestos de trabajo. Sospechamos que otras grandes empresas de los sectores culturales no les van mucho a la zaga. Que esto es otro asunto, puede ser, pero se está utilizando el trabajo como argumento en el debate.



Y qué duda cabe que el debate viene planteado por la aparición de Internet, que es una herramienta tecnológica que ha modificado por completo el mundo la difusión de ideas y de obras culturales y para la cual las reglamentaciones habidas hasta el momento sirven poco. Es verdad que la red permite que nos bajemos mucha música y no pocas películas, además de acceder a obras literarias, escapando al pago por dichas obras y por tanto dejando a los autores sin un medio de vida, pero también lo es, hay quien lo plantea entre los mismos creadores, que quien te conoce a través de youtube, por ejemplo, te acaba comprando el disco del mismo modo que muchos nos hemos interesado por un músico al escucharlo en la peluquería y le hemos acabado comprando el cd.



Mucho nos tememos que lo que se va a dar en los próximos años es una mercantilización absoluta de Internet y las leyes de este tipo pueden buscar más la faceta mercantil que la cultural. Más allá del debate sobre la denominada propuesta de Ley en España y lo que cada cual pueda defender, nosotros no tenemos ahora mismo una postura respecto a la ley en cuestión, es evidente que la expansión de internet pone en jaque algunos aspectos sustanciales del capitalismo y sus reglas mercantilistas, es un ámbito donde impera grandes ámbitos de libertad de difusión, lo ha sido para el ámbito de la cultura, y además hemos de tener muy claro `por último, para no llevarnos a engaño, que la libertad que defiende el capitalismo es la del mercado, no lo olvidemos, esto es, la libertad de ganar dinero con cualquier producto.



Sabemos que el asunto es más complicado, que aquí sólo hemos dado una pincelada del tema, pero creemos que el debate está empañado por demasiados factores y no todo es tan evidente como nos pretenden hacer creer.



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PERSONALIDAD MÚLTIPLE

(mal de uno solo, consuelo de nadies)

Por Cecilio Olivero Muñoz



Ayer te vi en la máscara de otro hombre,

Eras tú Cecilio, lo sé por la sonrisa,

Eras como alegría que al suspiro olvida,

Eras luz errante que centellea fugaz,

Los peces han recordado al anzuelo,

Ser poliedro también es monotonía,

Escozor del párpado abierto siempre;

Una mañana blanca nos encuentra

Tras la noche de cansancios y de poses,

Eres la oportunidad de ser quien eras,

Olvídate de lo vivido y ponte a soñar:

Sueña por ejemplo que no piensas,

Piensa por ejemplo que no sueñas,

Vive de todo lo que puedas tú gozar,

Ampárate en las reglas que no conoces,

Ansía la vida sin darle importancia,

Dale importancia al nuevo origen,

Calma tu consuelo entre tanto olvido,

No profundices la idea en tu interior,

Dale cuerda al reloj del autoengaño,

Posibilita la confirmación entre sosiego,

Explota tu yo interior, vente al amor,

La palabra tiene sinónimos entorno a ti,

El antónimo te busca el pensamiento,

Libérate de los altos vuelos desde el suelo,

Persigue lo logrado, aduéñate de nada,

Nadie quiere la verdad profunda.

Solamente la quiere quien no la conoce.



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Día de Invierno





Lo primero que siempre hago al levantarme es mirar por la ventana. Me despierto temprano y todavía es de noche, aunque por el este se asoma ya una pizca de claridad apenas perceptible que vaticina el incipiente amanecer. A veces, a esta hora, puedes entrever cómo será el día, si nublado o claro, si frío o algo caldeado, con ese calor de invierno que se impone poco a poco en nuestra región a medida que pasan las horas y el sol alcanza su cenit al mediodía. Hoy hay niebla. La habrá durante mucho tiempo, una niebla espesa a través de la cual apenas ves los árboles de enfrente, que se esbozan con perfil impreciso bajo la luz anaranjada de las farolas cercanas. Me relaja la niebla. El paraíso, si existe, lo imagino como un lugar con una tensa e inalterable niebla y me veo andando por senderos envueltos por una apaciguante semipenumbra.

Me levanto siempre muy temprano y eso me permite no sólo asistir a una especie de inicio del mundo, como una breve representación ritual del Génesis bíblico, reducido los siete días a unos pocos minutos, sino también, cuestión más práctica, puedo prepararme con mucha calma, sin necesidad de darme prisa. Después de ese instante litúrgico ante el mundo, ahí fuera, me ducho, me arreglo y preparo un desayuno abundante. Mis jornadas son largas y nunca vuelvo antes de media tarde. Hace tiempo, cuando fumaba, encendía un cigarrillo al servirme el café y me pasaba quince minutos quieto, en absoluto silencio, contemplando las paredes blancas de mi cocina, sin pensar en nada, la mente en blanco. Ahora que no fumo alargo el café hasta que se va quedando frío poco a poco y con frecuencia me entra un ligero sentimiento de tristeza, no sé muy bien por qué. He visto esas paredes blancas durante mucho tiempo, a veces me cuesta recordar un antes, un pasado, como si toda la vida hubiera estado allí, día tras día. Me espabilo de pronto, me levanto, ordeno los platos en la pila, los fregaré a mi vuelta, por la tarde, antes de prepararme la cena. Me pongo la pelliza y salgo de casa. Mi coche parece esperarme siempre delante, en la acera. Vivo en un barrio tranquilo y a esa hora nunca hay nadie en la calle, ni siquiera hay luz en las casas vecinas. Arranco el motor y me pongo en marcha por calles tan vacías como la mía y sólo al salir de la ciudad me cruzo con otros vehículos o con camiones que, imagino, deben distribuir el reparto para las tiendas y los mercados.

La niebla invade todo, apenas distingo nada más allá de la carretera. Entreveo luces por los bordes del camino y sólo la repetición durante años de este breve viaje de casa al trabajo y del trabajo a casa me permite saber que cruzo un enorme área con fábricas, con talleres, gasolineras o bloques de casas del extrarradio, lejanas ya de la ciudad. Escucho las noticias de la radio sin apenas oírlas. Es un runruneo que me acompaña durante la media hora que dura mi recorrido. Pocas veces hay alguna noticia, algún comentario que me llame la atención, en ocasiones creo que las noticias se repiten de tanto en tanto, que la noticia de hoy es exacta a la que contaron hace meses, como si siempre estuviera ocurriendo lo mismo, tres o cuatro sucesos que se repiten hasta el infinito, en un tiempo circular que no se acaba nunca. No pienso en nada mientras conduzco. La falta de tráfico a esa hora me evita tener que fijarme más en mi ruta. Sé perfectamente en que momento debo salir de la autovía, giro a la derecha y avanzo por la carretera comarcal hasta un cruce, paro un instante y giro a la izquierda. Al final de la carretera está la cárcel.

No la veo cuando hay niebla, pero como ya me he habituado a ella desde final del verano sé que el edificio está allí, distingo las luces de algunos de los focos distribuidos a lo largo del primer muro. Ya comienzo a distinguir también los contornos de la prisión. Empiezo a frenar en el mismo punto de siempre y a los pocos metros se halla la primera cabina de control, la barrera. Saco la cartera con mi documentación, aunque sé que no será necesario, que no hay motivo para identificarme más allá del formalismo reglamentario que exige un mero gesto.

- Qué tal Bruno. -le digo al guardia de entrada.

- Bien. Frío esta mañana.

Levanta la barrera y atravieso hacia el patio. Aparco el coche en mi zona. Recojo mi bolsa. Bajo del coche y ando los pocos metros hasta la puerta de entrada. Pulso el timbre. Me abren. Los pasillos están vacíos. El blanco eléctrico de los reflectores contrasta por su luz con la penumbra de la mañana. Saludo a Mario y al otro guardia de la entrada cuyo nombre nunca recuerdo. Ellos pronuncian mi nombre a modo de saludo. ¿Cuánto tiempo llevo trabajando en esa prisión? Muchos. No sé decir si demasiados. No puedo valorar el tiempo de una vida. Tampoco calculo el tiempo que me falta para retirarme. Quizá porque no me veo aún jubilado. Quizá porque el tiempo no es sólo un cálculo objetivo de meses y de años, resulta mucho más íntimo, más trascendente. Tampoco es que presienta que me voy a agobiar cuando deje este trabajo, cuando me jubile, por ejemplo, ni mucho menos, más bien todo lo contrario, adoptaré otra rutina distinta a la de ahora, pero casi ni pienso en ello, sólo a veces, de pronto, sin saber por qué, aunque al final dejo de pensar en ello porque asumo que de momento sólo soy eso que llaman un hombre de edad mediana, mi tiempo es un mero tránsito entre etapas de la vida. Intento, al final, no pensar mucho en todo eso. Intuyo en cierto modo que a partir del día que me retire no echaré de menos el trabajo y si me dijeran que ya no hacía falta que volviera mañana adoptaría de inmediato otra vida, no me traumatizaría como dicen que se traumatiza mucha gente, dejaría de cumplir con ciertos hábitos para envolverme en otros durante mucho tiempo, meses y años, unos tras otros. Cuestión de carácter, imagino.

Entro en la sala de los despachos. Soy el primero en llegar. Dentro de poco entrarán los compañeros y los del turno de noche se despedirán de nosotros con breves comentarios de las incidencias habidas, las de siempre, enfermos, algunas peleas durante la cena, pocas siempre, en esta prisión se lo toman con no poco sosiego. A veces nos sorprende algún suicidio, alguna muerte repentina, inesperada. Miro las hojas de los partes que hay sobre mi mesa. Es el plan del día. Las repaso lentamente. Me detengo en la quinta hoja. Hoy es el día, susurro un tanto sorprendido por mi olvido. Me había olvidado por completo. Sigo revisando el resto de hojas, pero la quinta se me queda grabada y aún pienso en su contenido mientras voy al guardarropía a cambiarme y cuando salgo al reencuentro de mis compañeros cuya cháchara ya escucho al otro lado del pasillo.

Lo primero que se me ha venido a la cabeza al leer la quinta hoja es el rostro del preso. Es un hombre delgado, silencioso. Habla bajo. No es violento. No sé porqué está en prisión. De hecho, no conozco los motivos de ninguno de los presos con que trato todos los días, evito saberlo, nunca acudo a las fichas, creo que no sería imparcial y mi trabajo es ser ecuánime, distante, son presos, nada más, están dentro y todo lo demás queda fuera, un día los juzgaron, y no fui yo quien les juzgó, y los metieron en la prisión, y tampoco fui yo quien les condenó. Por tanto, para mí hay un mundo de fuera y un mundo de dentro, y ambos se rigen con normas distintas, incluso con normas morales diferentes. No los mezclo. No es mi papel ni lo deseo. Tienen una condena, algunos esperan todavía que se decidan los recursos para las penas capitales. Otros en cambio ya los tienen decidido. Este es el caso. Hoy se ha de cumplir. Hay sesión. Lo decimos así: hay sesión. No añadimos nada más. Ya sabemos a lo que nos referimos cuando se dice. Nos convertimos entonces en ejecutores, en manos que matan en nombre de la ley. Hoy me ha tocado a mí. Pocos entre los funcionarios se salvan de ello, los nuevos y algunos pocos que objetan por cuestiones éticas o religiosas. No les reprochamos nada, ellos sabrán. El resto aceptamos nuestra labor sin acusarles de timoratos o flojos.

Vuelvo a la oficina. Empieza a haber movimiento. Los del turno de noche ordenan sus papeles y los dejan en la pecera, donde después se ordenarán. Van llegado los últimos compañeros de día. Nos saludamos, intercambiamos comentarios, preguntas. Hoy me miran a mí. Saben que hay sesión, lo recuerdan, y que me ha tocado a mí. Veo entonces al responsable. A qué hora es la sesión, le pregunto. A las diez, me responde. Me encamino a la galería y reviso las celdas. Todo en orden. Dejo para el final al hombre que hoy toca ejecutar. Abro la celda. Está en pie. Me espera. Noto que no ha dormido en toda la noche. No está ansioso, al menos no lo parece, me mira tal vez como si esperara alguna noticia, una decisión de última hora, la salvación, pero creo que ha asumido que es una probabilidad tan escasa que no vale la pena esperar, aunque dicen que la esperanza es lo último que se pierde, suele repetirse hasta la saciedad y es verdad, lo he comprobado no pocas veces, siempre queda alguna esperanza, por vaga, abstracta y distante que sea, por mucho que uno procure no creer en ella.

- Necesita algo. -No le pregunto cómo se encuentra, me parece impropio, incluso puede que fuera cruel preguntárselo.

- No, todo está bien.

- Si necesita cualquier cosa, me lo dice.

- Gracias.

A la gente de fuera que no conoce este mundo le sorprendería la corrección que se impone en el trato entre personas, entre presos y carceleros. Supongo que a mí me sorprendería cuando comencé. Sin embargo, no me acuerdo las primeras sensaciones entre las paredes de la prisión donde me parece que siempre he trabajado. Una vez pensé que yo era un hombre carente de pasado, de biografía, y que siempre había estado entre aquellas paredes blanquecinas, como un prisionero más.

Sigo con mis funciones como siempre, aunque siento no poca inquietud que va en aumento poco a poco, a medida que transcurre la mañana. A las nueve y media vuelvo a la oficina. El responsable de área está en su mesa. Levanta la mirada cuando apenas entro en su despacho y golpeo con los nudillos la puerta.

- Es la hora. -digo.

- Proceda.

Vuelvo a mi galería. Todos los internos menos él están en el patio, pero no hay la algarabía habitual, se ha impuesto un silencio tremendo. Llego a su celda y la abro. Sé que no acude nadie de su familia o amigos, tampoco su abogado ni nadie de la parte contraria, si la hubiera, sin duda porque se ha disipado como azúcar en el agua el recuerdo de un hecho pasado que motiva la ejecución de hoy. Tampoco ha pedido asistencia religiosa. Ni ha solicitado nada en especial para sus últimas horas. El hombre me mira en cuanto asomo en la celda, está sentado en la cama, se levanta. Vamos, me dice sin esperar a que yo marque el ritmo del proceso. Casi es un susurro su voz, aunque no hay miedo, ni pasión, ni terror, nada. Reconozco que me sorprende. Andamos en silencio por pasillos vacíos y no sé qué decirle. A veces recuerdo que toca incluso arrastrar a otros presos en su situación, necesitas ayuda, otros funcionarios que te acompañen para llevarlo casi a rastras, o sienten que tienen que hablar, sacar algo de bien dentro, algo que no se quieren llevar consigo, algo que te han de entregar antes de morir, lo que te convierte en una especie de confesor, pero con él no ocurre, avanza junto a mí como si fuera un mero traslado de una galería a otra, de un punto a otro de la inmensa prisión.

La sala está preparada. Hay un par más de funcionarios, el director y el médico que nos esperan. Cuando entramos todas las miradas se posan en nosotros, en él sobre todo, miradas silenciosas, miradas que denotan compasión, pero también necesidad de castigo, la venganza exenta de exaltación o de arrebato, fría y ajena, diente por diente y ojo por ojo, la vida presente sin duda por una vida pasada en una rueda del destino que es infinita, la imposición de la ley, en definitiva, como bien absoluto, supremo.

- Necesita algo. -Le pregunta el director.

- No. -Responde.

- Súbase a la camilla. -le ordeno apenas en un susurro, casi como un ruego, intentando no poca distancia.

El hombre obedece. Nada indica que esté nervioso, parece resignado, acepta su destino, sabe tal vez que no hay salida ni la espera ya, sólo quiere que todo pase rápido, lo más rápido posible, todo lo queremos de hecho. El médico comienza a indicarme donde inyectar las agujas, aunque apenas hace falta, conozco perfectamente los puntos. Él no lo hace, me dijeron, porque sería contrario a su código deontológico, al juramento hipocrático, todo médico ha de preservar la vida ajena, la de cualquiera, nunca cortarla y por eso delega en nosotros la ejecución de los pasos, él deviene un mero director de escena., nosotros somos sus actores. Todo es mecánico, frío, comedido, limpio. Esperamos unos minutos, apenas cinco o seis, no llega siquiera, y todo acaba en silencio.

- Ha muerto. -indica el médico. Recoge unos papeles de una mesa cercana y los firma uno a uno.

Hugo sale de la sala y trae la funda. Colocamos el cadáver dentro. Firmo las actas como jefe de grupo. Ellos empujan la camilla y todos salimos de la sala. Soy el último. Cruzamos un largo pasillo y cuando pasamos ante una amplia ventana miro hacia fuera. Veo el patio y más allá de la verja un campo enorme. La niebla ha disminuido mucho, apenas es una leve calima. Hay escarcha sobre la hierba. Pronto saldrá el sol, me digo. Pronto saldrá el sol de invierno, apacible, luminoso y por completo ajeno a nuestra existencia, tan ínfima y rutinaria.



Juan A. Herrero Díez



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Lo Soltaron



La sangre hervía, pareciera que salían borbotones del viejo y sucio caldero.

El corazón latía fuertemente y el oxígeno no se percibía ante las miradas, como los insultos de los reclamos que no entendían ni lo propio que decían.

Estúpidos banales, clichés arrogantes – Pensaba alguien- mientras oídos segregaban sangre al perforarse los tímpanos por un instinto que se había soltado; palabras de quienes no conocía, ecos que la lastimaban, como aquel y muchos más, un pasado y algo que había salido por la fuerza del sol, de un traicionero.

Una muerte querían, si lo querían, eso obtendrían.

Porque hay ovejas disfrazadas de lobos, como hay seres nocturnos que vigilan por el sueño de los demás y por su bienestar como su amor. Pero no es adecuado buscarlos.

No pertenecen a este mundo. El de ustedes. No lo hagan que es prudente, esta advertencia.

Ya que si los buscan, los encontrarán, sin ser invitados.

Y así obtendrán lo que quieren, su mismo deseo. Una muerte. La muerte de ella. Más no la tendrán.

Nunca a ella, más, si ha de saber pelear.

El instinto en las noches se suelta y por los bosques desolados busca presas a quien atrapar. Entonces por favor… no la busquen, que la encontrarán. A ella misma quizá. A ese ser nocturno, iluminada con la luz de la luna entre las copas de los árboles, con una sombra envolvente y una máscara de felicidad. Más no la subestimen. Que es la muerte que persiguen y los matará.

Mientras vivos los desollará y su sangre, calmará los nervios y el pesar, del sufrimiento de ser perseguida como acosada, por quienes, nunca ha querido ni quiere vislumbrar.

No se acerquen, cuando ese… anda suelto.

Ese, el instinto mortal.



Barbara Wall



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LOS OJOS DEL CORAZÓN

Por Cecilio Olivero Muñoz



Conoces secas las voluntades, por eso

tu voluntad se sacude las nimiedades,

confluyen, dos normas confluyen

entre el santo coro de las piedades,

rosas que de cifra y sangre gimen,

voces que son ojos de dos verdades.

Temen ellas albas del agua ciega

y sumisión de campanas desiguales,

descifran las gaitas sostenida culebra

que alarga sombra, puntas y zarzales,

agravan la marimba algunas fieras

de palabra, morbo y negros parajes.

Un Pub repleto de gentes la esperan

partiendo pétalos de helados azahares,

piedra sobre flor los hombres anhelan

otro sol que no pique por soleares,

nubes de matinales con fe tropiezan

la cloaca hambrienta sin oportunidades,

piano de bar, curiosidad trasiega,

temen la sincera viola de las mitades.

Al final los cubre la ruina griega,

se siente desnuda por estas calles,

anuncia su oscura canción eterna,

germinan la breva que no ama nadie,

por el puente desierto su sal empieza,

se entregan remos, riendas y arrastres

con el aire invisible de la sutileza,

blanca ninfa de invierno y saudade,

mañana triste de solitaria grandeza,

lustre desgastado de soledades,

se acaba el rocío de la noche inquieta,

vieja antes que joven la sed debate

con voz pisada y bienvenida abierta.

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SELECCIÓN DE POEMAS

POR MAXIMILIANO SPREAF*

*PRÓXIMO ESPECIAL DE ESTE AUTOR

EN NEVANDO EN LA GUINEA



Everglades



Los flamencos se llevaron aquel día parte de mi cuerpo

Lo arrastraron por los fangales de los Everglades

Y luego se lo dieron de merendar a los lagartos.

No recuerdo la hora que era cuando sentí tus dientes

Atenazados a uno de mis bíceps, crujientes y arrebatados.

No me muerdas ese brazo, te dije, que tengo la esperanza

De tatuarlo con el nombre de alguna princesa rusa algún día.

Te reíste, me mirabas, mordiste otra vez en el mismo lugar,

Esta vez con mas ímpetu, como en desquite a mis palabras.

La tarde pasaba lánguida y arremolinaba mis pensamientos

En torno al sol centelleante que nos abrasaba, como en piedra.

Tu piel ya no era piel, sino cascadas de sangre burbujeante,

hirviente

Y no se si era el sol que la quemaba, o eras vos deslumbrada.

Las uñas de mi mano libre arrullaban tu espalda

Era tu odio tan bruto que no pensabas en nada?

O patrullabas mi dolor pensando que nunca acabara?

Tardaste mucho en desmembrarme, las mandíbulas prensadas.

Llorabas, vi que llorabas.

***

Tinta



Teñidas las mechas rubias

Entre las piernas, un candado

Floja, grasienta, lechosa

La piel entre los harapos.

Agua hirviendo en una olla,

El niño tiembla llorando

Gimen sus hermanas, putas,

Desiertos de finos labios.

Con las manos no se come.

Ni se tocan entre ellas

Desconocen sus olores

Pronto! Al niño degüellan!

Son partes, pedazos, niebla

Calzados negros y mugre

Perfiles sin muchos brios

Y es costra lo que los cubre.

***

El Loco



Dados en el bolsillo

De la belleza interior

De los lirios que la cubren

Solo me llevo dos.

Uno para mi reputación

De masticador de clítoris

Y progenitor audaz

El otro, para olvidar.

Que las letras que regala

Se quedan en mi memoria

Como unas púas de amianto

Me aguijonea la historia.

Fíjate bien lo que haces,

En estos días melosos

No quiera el tiempo acabar

Con tu rol de belicoso.

Que es lo que permanece

Entre todo y entre todos

Tu fulgor de selenita

Perdido de todos modos.



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LAGARTO JUANCHO, PRESBITERO



Mi fe es dañina

Mi cuerpo, significante

Y el néctar que yo doy

Gustan beatas al instante



Mi biblia es de memoria

Con olfato y dura piel

Es de cebolla la olla

Que en la iglesia puede haber



De frente miro a Polifemo

Su ojo ciego como ninguno

Símbolo soy del Vatic-Ano

A mi lagarto dibujan dos huevos



Tiene hocico pequeño

Siempre se esconde en sacristía

Tiene un lunar en el glande

Y es de amor eucaristía



En maitines cantando va

En laudes sin hacer nada

Y ahora dicen perseguida

Se encuentra sin hacer pajas



Un caballo creen que soy

Mejor que el señor del saco

Soy del pedo misionero

De Ojeteé hasta Chirimía



A Jesús imito bien

Mas no creo en nada

Que las cosas de la fe

Todas son chorradas



Si tienes la tentación

Bien la buscas y la amas

Si no la tienes, Ve

Va y viene el tabanón.



-Daniel de Cullá-



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POEMAS



Una fuente sin fin que mana liquido

inmortal desde el cielo rebosante.

JOHN KEATS



Esencias que fluyen de ricos encantos

con suave tintineo o tropeles sones

amamantando nutricio magna de deleites,

deliciosos sonidos que recrean el pensamiento

de bardos que nutren desde los inicios

con verdaderos goces plenos de bellezas,

con musicales ecos que transcienden

en las profundas concavidades refulgentes

de generaciones de esenciales espíritus

esparciendo continua luz sobre almas

apresadas por fugacidad y penumbra

esencias inmortales de cielo rebosante.



Francisco Jesús Muñoz Soler



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SELECCIÓN DE POEMAS

POR CRISTIAN CASADEY JARAI



Todo para dar



No tienes nada pero tienes mucho

Eres rico en pobreza

No tienes dinero ni bienes

No tienes sabiduría alguna

Pero te sobran ambiciones

Mezquindades y envidias

Te sobran ganas de matar

A cualquiera que esté mejor que vos

A cualquiera que esté bien

Pues tu patética alma

Ha sucumbido en las profundas arenas

Del abismo de la miseria.



***



…Y así me siento… mal… como siempre…

Una copa sobre la cama

Restos de aquel vino amargo

Que nunca pude saborear

Y resuenan las palabras vacías

Vacías de todo contenido

Vacías de toda lógica

Y vacías de todo interés

Al menos para mi persona

¡Cómo cansa ese locutor!

Mejor cambiar de canal

Pero no sé la verdad

Hablan de Panamá

De la paranoia y del antiimperialismo

Pero solo recuerdo

Mi malestar en Bocas del Toro

El estómago revuelvo en Sixaola

Y el vómito al llegar a Limón…



***

Nada me conforma

Siempre vivo en la ansiedad

Todo el tiempo en la ansiedad

En la incertidumbre

Esperando y esperando

Espero algo…

Pero no sé qué espero…

Aunque en el fondo lo sé

Pero no lo puedo expresar

Pues la censura es más fuerte

Que cualquier verdad.



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LOS RESURRECTOS

(A PARTIR DE UN POEMA DE MANUEL FOREGA)



Por Octavio Gómez Milián





Nosotros, vástagos de la autarquía

hijos del cuando tengas trabajo comprarás un piso

crías de la mediocridad y los exilios

freakies, amanerados dandies de todo a cien

tímidos conquistadores de muchachitas indies,

devoradores de kebabs de madrugada,

asustados por la culpa judeocristiana,

devotos del Candy y el Bacharach,

ladrones de minutos en televisión,

de la cáncana discentes eximios,

masturbadores salvajes,

adoradores de los discos perdidos,

lectores clandestinos del jueves (cuando era el jueves)

estudiantes del BUP y del COU:

(todos los raros fuimos al concierto

del gran telépata de Dublín,

tanto nos daba ocho como ochenta

a los fanáticos del niño Juan y los rompedores de coco)

Nosotros: divinos Voladores o Domadores

onanistas de fotos de Jane Birkin

rayones de vinilos de Cohen

aprendices de idiomas,

aspirantes a Guinda, Forega o Vilas

farsantes ilustrados con Alan Moore en bandolera

remedos de Dylan, plantillas de Truffaut

irredentos suicidas

balubas de la guerra

apóstatas, agnósticos, ateos y creyentes

dileantes de una revolución

que nunca llegó a empezar

los que buscaban un enemigo

porque así es más fácil pelear.

moradores de los ergástulos por el morro

apéndices de Federico

estetas de Algora y el Polaco

inocuos seguidores de Jean Paul,

espadas de Garci, de Chiquito, de Luis Sánchez Pollack

mansos fandangos de Ibiza, de Hydra y Euroville

Nosotros: incendiarios mutados en bomberos,

padres de los próximos junkies y malditos

opositores, mentirosos, volubles censores,

domadores de adolescentes bestias,

altísimos farloperos sin medida,

porreros, cocainómanos, alcohólicos,

reciclados por Franz Ferdinard y la Velvet

tardíos revelados en Fresán y Handke

diputados sin partido, alcaldes de habitación,

herméticos maricas...

eternos deudores del deseo insatisfecho

nosotros: los del medio, los eclécticos,

los postmodernos irredentos,

los que seguimos buscando

el lugar donde solíamos gritar.

los que nos dejamos caer

sabiendo que nadie nos ayudará a levantar,

los que esperamos en la parada

un autobús que hace mucho que pasó,

los que cuando quisieron besos

sólo recibieron abrazos,

los del medio, los de los tebeos,

los que nunca servirán para trabajar,

los de Perico Fernández,

los que vieron jugar a Santi Aldama,

los que nunca te sacaron a bailar.



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POEMAS DE NAVIDAD

POR CECILIO OLIVERO MUÑOZ



¿PARA QUÉ TENDRÁS OJOS?



PREFACIO



He salido a la calle con el frío y en la noche,

con mi sombra y con mi perro,

para recoger este poema negro,

poema que me esperaba donde mi perro

ha cagado, en un erial de tinieblas,

allí donde comienza la vanidad y la altivez,

la soberbia del mundo mortal y efímero,

los gorriones duermen en las alturas,

los edificios cortan el viento frío,

doy la espalda a la tonta explicación,

he venido a recoger este poema,

poema débil que esperaba tiritando en soledad

como un espíritu que quiere ser materia,

de la misma materia que estás hecho tú.



LA FRASE ESCUCHADA



¿Para qué tendrás ojos?

Si no ves cuando miras

Si no miras cuando ves

Si no ves lo que callas

Si no callas cuando ves

¿Para qué tendrás ojos?

Si no miras cuanto ves

Si no ves cuanto miras

Si no ves aquello que sabes

Si sabes aquello que no viste

Sabes que yo si miras no voy

Vienes si no sé lo que miras

No sabes aquello que veo

No miras aquello que sabías.

¿Para qué tendrás ojos?

No ves lo que quisieras

Quisieras otra cosa ver

Yo quiero no ver lo que ves

Tú quieres ver lo que yo veo

Yo veo Tú ves

Los dos miramos la misma cosa

Tú ves lo de los dos

Yo te veo solamente a ti.

¿Para qué tendrás ojos?

¿Para qué?



NAVIDAD



Es Navidad, felices fiestas,

el niño dios ha nacido este día,

es tiempo de paz,

es tiempo de estar en familia,

las mismas fechas, las mismas cosas,

recordar los que ya no están,

comer con excesiva gula,

abundancia e hipócrita postura,

recordar que existe un tercer mundo,

villancicos y perdones,

compasión con los descamisados,

con los solitarios de este mundo rico,

es tiempo de paz, felices pascuas,

borracheras y algún empacho,

marisco gallego y cava catalán,

¿Para qué tendrás ojos?

¿No ves que me hago partícipe

de esta puta farsa?

¿Para qué tendrás ojos?

Es Navidad hoy, felices fiestas,

estás quemado, lo veo en tus ojos,

¿Para qué tendré ojos?

Si sigo haciéndome el idiota

cuando veo lo mismo que tú sueles ver.

¿Para qué tenemos ojos?

Si no remediamos aquello que vemos.



***



MILAGRO CANINO



Miro la siesta permanente de Urko,

su siesta tranquila me evoca su nada de nadie,

en ella veo todas las banalidades

y también las vanidades

arrinconadas en el sinsentido eterno,

en Urko veo el nervio impulsor de la vida

donde se aposentan todas las naturalezas,

No tiene sentido guardar para mañana,

Ni ser laureada y docta eternidad,

el mediocre debe ser mediocre

porque ser lo máximo

es competición y mesura ridícula,

porque ser eternidad

entre la inmensidad de las galaxias

es la mayor de las estupideces

(es nano-voluntad en pos de lo macro-imposible),

Urko no se preocupa

de las vueltas que el mundo dé

bajo sus patas de alegre fauna viva,

bajo sus patas de puro encanto,

bajo su fauna de solitaria compañía

junto al hombre pretencioso,

no le preocupan las glorias

ni las postrimerías,

ni los hechos pasados

ni los venideros,

no le preocupan los presentes

ni los rankings contemporáneos,

él es el encanto que enamora

y nada más que eso,

lo demás es extrahumanizar lo humano.

Él no me pidió aparecer en este poema,

sin embargo,

es lo único que emana poesía.



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*En el 6º número existe una errata en la versión pdf, la errata es la siguiente: no es el número XL de la 2ª Etapa, es el número L, osea, el 50º de la 2ª Etapa.