27º NÚMERO
DE LA REVISTA LITERARIA
DIGITAL
MENSUAL
NEVANDO EN
LA GUINEA
NºLXXI de
la 2ª etapa/02-09-2012
EDITORIAL
LXXI
Las dos
orillas.
Ni que decir tiene que las relaciones culturales entre
América Latina y España no han sido desde la independencia de los países
americanos muy intensas, a pesar de las pomposas declaraciones políticas
alrededor del 12 de Octubre. En gran medida, el problema radicaba en España,
que ya incluso antes de proclamadas las Repúblicas independientes en América
apenas prestaba mucho interés por aquel continente, más allá de los intereses
económicos que supuso el colonialismo. Lo apreciamos por ejemplo en la
presencia, a todas luces marginal, que lo americano tenía en la literatura y en
otras artes en España. Las nacientes Repúblicas americanas, por su parte, desde
el principio miraron más hacia Francia y los Estados Unidos, principalmente
como modelos culturales a seguir. Con España compartían, sí, una lengua y unas
raíces literarias comunes: la literatura medieval, el Renacimiento y el Siglo
de Oro son etapas que pertenecen por igual a las literaturas de los diferentes
países de habla española, todas las literaturas que se expresan en dicha lengua
son herederas de ellas. Sin embargo, con las independencias se dotaron de otras
influencias en otros ámbitos. Hubo dos orillas que se desgajaron por sendas
distintas.
Pese a todo, lo español siguió presente en América, mucho
más que lo americano en España. Aunque se buscara influencias y modelos en
otros países, la enorme emigración española a lo largo de finales del siglo
XIX, pero sobre todo durante el siglo XX, llenaron de trabajadores de todas las
regiones españolas barrios enteros de muchas ciudades latinoamericanas. Tras la
Guerra Civil española se añadieron además a aquellos numerosos refugiados
políticos, hombres y mujeres que formaron parte de organizaciones políticas y
sociales que no pudieron continuar su actividad bajo la dictadura, y también
numerosos intelectuales, escritores, artistas que se marcharon a la otra orilla
y continuaron allá su labor cultural.
En España, por el contrario, lo americano continuaba siendo
algo extraño. En los años veinte y treinta comenzaron a sonar algunos nombres:
Rubén Darío, César Vallejo o Vicente Huidobro, los que más. Pero no fue hasta
finales de los cincuenta y la década de los sesenta, con el denominado Boom de
la literatura latinoamericana, que comenzaron a levantarse puentes en las dos
direcciones. Hubo también la llegado de numerosos latinoamericanos, refugiados
muchos de ellos que escapaban de las dictaduras y que eran recibidos con
simpatía y solidaridad por parte de una sociedad que comenzaba a despojarse del
autoritarismo de la larga dictadura. La democracia llegó a España con bastantes
puentes levantados: el boom había dado a conocer en España a un sinfín de
escritores y no sólo eso, incidieron no poco en los nuevos escritores
españoles. Una de estas consecuencias las vemos en la importancia que fue
tomando, por ejemplo, el género del cuento literario apenas presente en la
tradición española.
La presencia de la literatura latinoamericana en España es
aún hoy enorme, de hecho muchos autores americanos publican en editoriales
españolas y se conocen nuevos escritores que siguieron a los del boom y se leen
con enorme interés, participando incluso muchos de la vida cultural tanto de
España como de América Latina.
Sin embargo, muchos nos tememos que estemos ante un parón en
esta relación entre las dos orillas. Para seguir el símil, se mantienen los
puentes levantados entre los años sesenta y finales de los noventa, pero mucho
nos tememos que no se estén levantando muchos más. Las razones pueden ser
variadas, pero creemos que la política y el actual modelo económico ahora en
crisis han levantado y están levantando no pocos muros. Creemos que en estos
momentos, pese a todo, la cultura debe seguir teniendo su peso, que es tan
importante o más que otros ámbitos, y seguimos apostando por ello, tal vez sin
muchas pretensiones, pero con el interés de seguir intercambiando buenos libros
y buenas horas de lectura.
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ENTRADAS Y
SALIDAS DESDE EL SIMULACRO
Por
Cecilio Olivero Muñoz
EN EL
NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO
A mi
padre, Fermín Olivero Quiroga.
Me han apartado mis
pesares de ti
y a nadie puedo culpar
de este triste hecho,
quizá en el subsuelo
halle mi consuelo
por sí tal vez me duela
no tenerte ya aquí,
Padre de mi carne, si al
pisar nos cruje el hielo
y no busco paz para mi
lamento y padrenuestro,
padre, si cruje la carne
como un madero
que humea en el adiós
gris del epílogo del fuego,
en ti padre quiero yo
del todo insistir
y borrar distancia que
se nos palpe luego
que me ha hecho ya por
todo desistir
frente tu cariño y tu
peldaño de duro acero,
por que si al fin te
tengo yo tan lejos
es mejor saber cuando
poder partir
que hacerse vinagre en
el dolor ya añejo,
pues ando descalzo, me
vengo a menos,
en este sentir de
amaneceres tercos,
sin tus luceros
imposibles ni tu fiel consejo,
si te tengo en este
crudo latir
con tus crudas palabras
y con mi raspa de desprecio,
si te tengo en este
profundo nadir
de fantasmas levitando
el dolo ajeno,
si te tengo en este
crujir de crecido cielo
cuando revienta la
tormenta en el flash del trueno,
te quiero mil veces de
una vez repetir,
padre que crujes de
cariño tierno,
padre que te enfrentaste
al frío miedo,
padre, dame tu mano y tu
franela en invierno,
señálame el lugar de mi
tonto tropiezo.
Padre, te quiero por si
acaso advertir,
ya que me quiero desengañar
que allí,
adonde otras marañas me
hicieron resto,
adonde otras mañanas
ciegan mi beso,
adonde otras patrañas me
juzgaron por honesto,
¿qué otras medias
verdades curarán mi sueño?
Sí, padre sí, hay
verdades que dañan pero
hay cien despertares que
pinchan hueso,
hay oportunidad para bien entendernos,
y volver a ser lo que
nos marchitó el tiempo.
Cuando haya que partir
de estos infiernos
recordaré mi hogar
siendo yo un chaval pequeño,
y tú viendo en
televisión el rastro afín
que nos hace cómplices
de este bonito sueño,
ahí, justo ahí serás mi
padre verdadero,
con tu olor a herrumbre
y tu beso de regreso.
Yo te guardaré allí en
un recuerdo de espejo
y no querré volver allí
donde te perdí
en inevitable efigie
donde ya no me asemejo.
***
MONÓLOGO
VISCERAL-SOCIAL
CONTRA EL
FÚTBOL
Cada día, cada semana,
cada año
la misma tragedia tenue
y cansada para unos
y la misma victoria
eufórica y orgásmica para otros.
Me asquea vuestra
competitividad,
vuestra guerra en estos
tiempos de paz bajo la alfombra.
Cada día, cada semana,
cada año
la misma bola de
desechos de prensa deportiva,
cada día, cada semana,
cada año,
el mismo rival contra el
mismo adversario,
la misma victoria
oxidada,
la misma derrota entre
lágrimas exhaustas,
vociferáis un triunfo
que no es vuestro,
malversáis con la dieta
del ignorado,
cada día, cada semana,
cada año
la misma final entre
candilejas espectaculares,
la misma prensa con los
mismísimos reductos,
la prensa rosa se une
con la deportiva,
la prensa política crea
anécdota a la par de la cultural,
prensa sucia, repetida,
redundante,
las masas, los menos, el
odio, el odio de fanáticos,
el odio sale ciego de
vuestro aliento,
el chovinismo es siempre
vuestra cuenta pendiente.
Marilyn Monroe le regala
un anillo a Joe DiMaggio,
en el anillo grabada una
frase del Principito,
de Antoine de
Saint-Exupéry,
la frase dice: ama con
los ojos del corazón,
él se dice: -Diablos,
¿qué quiere decir eso?
Si no lo sabes tú,
¿quién debería saberlo?
Me digo yo, me digo yo,
me digo yo,
necio de mí, que no me
dio por ser atleta,
que no me dio por ser
estrella del beisbol estadounidense,
sois la lucha eterna que
se intuye en los rincones,
sois la pelea frecuente
que el dinero hace posible,
sois un montón de
hombres que sobrevivís para el confort,
para la raya arbitraria
del interrogante que insinúa decencia,
sois ejemplo, sois
dignos, sois baluartes, sois mentira,
competís por un palmarés
que se olvidará
y vendrá el polvo, el
polvo absoluto, la nonada residual,
el polvo inmortal en
todo este universo,
cada día, cada semana,
cada año,
la misma copa de Europa,
la misma liga,
la misma crónica
repetida, el mismo remate de cabeza,
la misma modelo tras un
futbolista,
la misma bocanada cuando
os retiráis del deporte.
Enseñáis que la
habilidad nunca es necedad,
por que el necio
confunde valor con precio,
por que lucháis contra
un azar ultra-congelado,
cada día, cada semana,
cada año,
se escribe la gloria de
los vencedores en el hielo
y al año siguiente se
olvida como un sueño
para nadie ni nada y
nunca retornable.
Periódico de antes de
ayer, nada, bazofia, zero estúpido.
Y no lo recuerdan por
que es polvo de estrellas
nacidas para ser
juguetes rotos.
Polvo infinito que hace
al universo un poco justo.
Solamente un poco.
***
BÚFALOS EN
SU INTENTONA
Andamos buscando
el algodón de los
reconfortantes consuelos,
el oro reluciente de la
alegría fugaz,
el gancho exigente de la
palabra precisa,
soy poeta, sí,
soy un poeta
insospechado, contradictorio poeta
que vive en las afueras
de su soledad,
insospechado,
contradictorio y vencido
como los búfalos
cansados, acabados,
como si respirando
fuerte supiera en mi agonía
que todo aquello que la
vida
me pueda ofrecer en
algún momento
ya lo derroché como un
veneno que me pesaba,
como si para no morir de
algo me resistiera
a la derrota exhausta y
asfixiante
y yo tocara todas las
teclas por si me salvaran, quizá,
algunos bálsamos
reconstituyentes que no me pertenecen,
búfalo perdedor, búfalo
derrotado,
resoplando su cansancio
contra el polvo;
odio al humano que
siempre suelo ser
y no por que no quiera
al muchacho que está
embutido en esta piel mía,
es porque la vida en su
andadura
no está hecha para
aquellos
que reniegan del golpe
en el bostezo más cegado,
causa dolor a algunas
personas,
piensan que te aburren
con sus historias
sagradas e importantes.
Pero lo que te aburre es
este tiempo inexorable,
espeso y diletante,
codificado y simulado,
como un tedio de piedra
que no acabará jamás.
Te aburre, pero sin
embargo
quieres seguir estando
aburrido algún tiempo más,
por que aburrirse es vivir,
y la soledad patea a ese
tedio duro y amargo
que no tendrá en su
diáspora jamás escapatoria.
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Mi amigo
el candidato
Que el anuncio de Andrés Valtierra de presentarse para
alcalde no dejara indiferente a nadie es algo que comprendí enseguida, pero
pronto me di cuenta también del nivel de apoyo y simpatía que despertaba.
Supuse que todos aquellos que lo conocieron como lo conocí yo en la época de la
universidad no caerían en la trampa, al fin y al cabo, consideré, saltaba a la
vista el grado de demagogia, oportunismo y necedad que ya le dominaba por
entonces. Error: la cuadrilla de amigos que coincidimos en la universidad lo
alabaron sin la menor duda ya en el primer encuentro nada más conocida su
candidatura y sin más excepción que mi silencio, fruto más que evidente de la
absoluta perplejidad que me producía tanto elogio colectivo, a todas luces
exageradísimo según mi opinión, y silencio un tanto forzado que mantuve hasta
que no pude más.
-
¿Estamos hablando de Andrés Valtierra, del mismísimo Andrés Valtierra que decía
blanco cuando convenía y negro cuando interesaba?
No pudo menos que impresionarme el silencio que se formó al
formular yo aquella pregunta lanzada, todo hay que decirlo, con falsa
naturalidad, planteada sobre todo para que saliera a la palestra alguna crítica
oculta entre la marea de alabanzas, alguna voz que disintiera de tanto aplauso
admirativo, pero las miradas de incomprensión que me dirigieron todos, como si
no fuera posible la más mínima discrepancia respecto al político, de ese líder
indiscutido e indiscutible que parecía ilusionar al país entero y respecto al
cual no cabía la más mínima grieta que pudiera romper la tácita unanimidad a su
alrededor, me dejó entrever que en aquella marea enorme e inmensa sólo yo
parecía disconforme con la voz de la mayoría.
- Quiero decir que me
refiero a la política -me vi obligado a aclarar-, no es nada personal, pero en
política nadie puede satisfacer a todo el mundo en todo momento.
Entonces optaron por hacerme el vacío y seguir a lo suyo.
Cuando tuve esta conversación ya había comprobado a lo largo de varios días el
nivel de apoyo generalizado que recibía mi antiguo compañero de fatigas en las
luchas estudiantiles y sociales del momento y comencé a vislumbrar que, aun
cuando no lo quisiera reconocer, no había falla alguna en su notable éxito.
Daba igual el extracto social desde el que se opinara: la portera de mi
edificio, el camarero que me servía el café matutino, los compañeros de
trabajo, los amigos, desde el más cultivado hasta el más simple, en las charlas
escuchadas por la calle, entre los padres de mis estudiantes y mis propios
alumnos, pese a su edad, los tenderos, las cajeras del supermercado, mis
vecinos, el jardinero del parque con quien hablaba de vez en cuando, nadie
escapaba al encanto de Andrés Valtierra.
Sin embargo, me costaba aceptarlo. La misma noche de aquella
conversación con mis viejos compañeros de universidad, mientras regresaba a
casa, quise reformular mi posición hacia él, al fin y al cabo yo podía estar
equivocado y no ser Andrés Valtierra el necio que yo consideraba que era,
concesión ésta a la que el tiempo me obligaba, no fuera que mi enemistad fuera
producto de los años o de mi propia frustración, quién podía saberlo. Pero
tenía bien fijada en mi memoria las burlas que me lanzaba sobre lo que él mismo
había defendido, sin ir más lejos unos minutos antes, con absoluta desfachatez
e ilimitada socarronería, sobre todo porque sus destinatarios, me decía no sin
descaro, parecían dejarse engañar con suma facilidad, me lo confesaba tal cual,
sin ningún rubor, al tiempo que se adaptaba con total impudicia al público
receptor de sus mensajes sin temor incluso a contradecirse abiertamente entre
un acto y otro. No supe muy bien por qué, pero me había tomado confianza y
muchas veces, tras las reuniones o los actos públicos, ya fueran asambleas
universitarias, ya fueran congresos o largos parlamentos políticos, nos íbamos
a tomar él y yo una cerveza para hablar de la jornada, en ese momento me abría
su corazón, su mente y sus opiniones, me había escogido como asesor y la
persona más próxima en su círculo al que podía confesarle sus ideas y
sentimientos, de ahí que al final comprendiera que en el fondo él no creía en
nada ni en nadie, que era un ególatra que rayaba lo enfermizo y que creía a
pies puntillas que el mundo, y el mundo era la universidad, la ciudad, el país
entero, la sociedad, las ideas, los debates, la práxis, las organizaciones, los
individuos, todo aquello que él frecuentaba y que tal vez por ello, creía él no
sin humildad ni modestia, todo ese mundo debía girar a su alrededor. De aquella
estrecha colaboración había pasado mucho tiempo, me fui distanciando a medida
que me hartaba de su carácter y de su práctica política y humana, pero en
absoluto desfalleció o reduje ni un ápice la imagen de tipo oportunista y
negativo que yo guardaba de él, al parecer en contra de la opinión general.
No pude menos que sentir un profundo malestar, un mal sabor
de boca. Vale: pesaba mucho que por entonces yo estuviera politizado, que fuese
un activista, que creyera en aquello por lo que luchaba, aun cuando reconociese
ya el valor del pragmatismo, que no el posibilismo, eso nunca, que pese a todo
no me arrepentía de mi militancia, como ocurriera con tantos otros, no pocos
por cierto, que me fuera útil y necesaria en mi formación como persona, estaba
absolutamente convencido de ello y tal vez por ello pesaba también mucho que
con el paso del tiempo, por ejemplo ahora, muy al contrario, me acabaran
aburriendo las conversaciones políticas cuando duraban más de lo que
consideraba que habían de durar éstas entre personas preocupadas por lo que
pasaba a nuestro alrededor, que el eje de mis intereses giraban sobre todo
entorno a la literatura más que a cualquier otra cosa, es cierto que no me
había convertido en el escritor que soñaba, pero había conseguido enseñar
literatura, y eso colmaba de sobra mi vida. No, no estaba pecando en absoluto
de subjetivo, ni tampoco tenían nada que ver con el asunto mis propias neuras,
cuando tachaba a Andrés Valtierra como el colmo de la desfachatez y el
arribismo más nauseabundo, y lo que me sacaba de quicio, lo farfullé mientras
abría la puerta de mi apartamento, era que nadie salvo yo mismo se diera cuenta
del tipo de persona que era el maldito Andrés Valtierra.
No había tenido tiempo para acomodarme en casa y sobre todo
para olvidar el malestar provocado por mi conversación en grupo cuando sonó el
teléfono. Era Raquel, mi amada, admirada y elogiada Raquel, no podía sentir en
ese momento menos que no poca ironía porque mantenía con ella una relación
basada en no pocas coincidencias, porque había asistido a nuestra cháchara
política sin apoyarme, como en cierto modo esperaba, no porque tuviera la
obligación de compartir conmigo mis opiniones fueran las que fuesen y con
independencia de nuestra relación, nada más lejos de mi intención y voluntad,
sino porque ella había conocido e incluso padecido más que yo a ese engendro de
político profesional centro de todo el actual debate político, no en vano
habían coincidido en las aulas de la facultad de Ciencias Políticas, al menos
yo tenía en aquel momento la posibilidad de refugiarme en mis estudios de
literatura, ella en cambio no y por tanto debía ser más consciente que ninguno
de los presentes de quién era el susodicho, aun cuando poco habíamos hablado
del mismo, entonces y después, imaginé siempre que por un prurito por su parte
de no quererme herir, siempre nos vio muy juntos y en aquel momento no teníamos
ella y yo la confianza que brinda la condición de enamorados, aunque descubría
ahora con horror que compartía el sentir general favorable al personaje en
cuestión.
- Te has ido demasiado
pronto -me dijo con voz amable, cariñosa y un tanto arrulladora.
- Es que no quise romper
tanto consenso y armonía.
No pude evitar el tono molesto e irónico, al fin y al cabo
me seguía dominando el enfado por tanta Valtierrafilia.
- Eres injusto -me dijo
con tono neutro.
- Puede ser, pero parece
que sólo yo me acuerdo bien de ese tipo.
- Vale, no quiero
discutir. Te llamaba para recordarte que mañana comemos con tus padres, nada
más.
Parecía sincera en su deseo de no discutir, sin ocultar por
ello, entre líneas, un cierto enfado y su desconcierto por mi reacción
incomprensible para ella. Opté por no dejarme llevar por mi arranque de mal
humor, al fin y al cabo seguía luchando en mi interior con la idea de que tal
vez yo estuviera equivocado. De acuerdo, le dije, pasaré a recogerte. Le hablé
con dulzura, como queriéndole indicar que me empezaba a sentir un tanto
culpable por toda aquella discursión y sobre todo por mi actitud.
No obstante, el día siguiente fue una repetición de la
víspera entre amigos, aunque esta vez los elogios provenían nada menos que de
mis padres y mi hermano, al que se juntó de nuevo Raquel, esta vez animada sin
duda por la protección prestada por la confianza familiar. No me lo podía
creer, incluso mi padre, tan conservador él, tan claro en sus ideas, tan firme
en sus convicciones, lanzaba por doquier los tópicos al uso que dominaban los
apoyos generalizados a Andrés Valtierra y repetía argumentos que me parecían
imposible de escuchar en su boca, siempre tan concreto y reflexivo.
- ¡Pero si Andrés
Valtierra fue comunista!
Intentaba con aquel último recurso que por lo menos mi padre
acabara rechazando al personaje, un antiguo comunista hasta una edad madura
representaba para mi progenitor un síntoma de inmadurez más que notable.
- Sí, pero hay que
reconocerle profundidad de análisis.
Tiré la toalla en aquel momento, mi cruzada contra Andrés
Valtierra había fracasado rotundamente y me reconcomía por dentro con enorme
amargura. Quizá debiera aceptar que yo estaba equivocado, que entonces estaba
desatinado al calificarle como le calificaba o que cupiera la posibilidad de
que hubiese cambiado. Sea lo que fuere, opté por no volver a hablar de él en lo
que quedaba de campaña, por suerte no mucho, y si podía nunca más, ni para bien
ni para mal, levantaba una cortina de silencio a su alrededor y me mostraría
ajeno a las opiniones que me rodeaban.
El día de las elecciones no salí de casa. Ni siquiera voté.
Pasé la mañana leyendo. Por la tarde, después de comer, vi dos películas en el
ordenador de temas muy alejados de la política. Por la noche, cuando las
televisiones iniciaban sus informativos especiales de seguimiento electoral,
intenté sumergirme en el clásico partido de fútbol dominical. Sería un hito que
lo viera completo, el fútbol me aburría siempre, pero estaba presto a hacer una
excepción. Hubo un corte en la segunda parte para conectar, cómo no, con la
fiesta que se estaba organizando en la sede del partido de Andrés Valtierra,
pues quedaba confirmada su aplastante victoria. Intenté mostrarme sereno y
apático, pero odiaba a ese tipejo con toda mi alma.
Cinco días después llegó Raquel con una propuesta incómoda
sin duda. Estaba mimosa y supe que venía a proponerme algo que le daba no pocos
quebraderos de cabeza. No era para menos: Andrés -le llamó Andrés, eludiendo el
apellido- organizaba una fiesta con sus colaboradores en el comité de apoyo
-supe que había habido un comité de apoyo y que Raquel había participado en él-
y ella deseaba que yo le acompañara.
- Sé que es un poco duro,
pero...
No hizo falta que acabara la frase. Iba a ser una prueba de
amor, no necesaria sin duda, aunque importante. Hice de tripas corazón y le
dije, no sin extraordinaria y falsa indiferencia, que iría. Me besó apasionada
y pensé que lo mejor sería no dejarme influir.
Curiosamente, el día en cuestión no me sentí molesto ni
irritado. Se trataba de una prueba que iba a pasar y la pasaría sin sobresalto,
con soltura y sosiego. La sala elegida estaba ya llena cuando llegamos. El
prohombre hizo acto de presencia cuando llevábamos un buen rato en la fiesta y
pude incluso observar algunas miradas sorprendidas hacia mí, cambio de
chaqueta, supuse que pensaría más de
uno. Andrés Valtierra iba saludando efusivamente a todos los invitados a
quienes parecía conocer desde hacía mucho tiempo. Cuando me vio, se le iluminó
la cara con fruición.
- ¡Hombre!¡Cuánto
tiempo! -exclamó.
Me
abrazó como al más amado de sus amigos. Visto desde fuera, parecería que yo era
el autor de su éxito, de su victoria. Su rostro se arrimó al mío y noté su boca
acercarse a mi oreja derecha. Oí entonces su voz clara, platina como la de
entonces, como si el tiempo en verdad no hubiese pasado y aún estuviéramos en
la universidad, en la militancia, inseparables y ajenos al desaliento.
- ¿Has visto cuántos
zoquetes me votaron?
Ni qué decir tiene que no supe qué responderle.
Juan A. Herrero Díez
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MEMORIA
Por
Gonzalo Salesky
En el año número tres de la era robótica, uno
más uno siempre es igual a dos. Nada falla. Nada hace recordar el fracaso y la
extinción de los antiguos habitantes de la Tierra. Salvo el desierto que
avanza, implacable, contra las pocas ciudades que quedan en pie.
En la rígidoteca, cada mañana a las siete y
quince, el modelo LGT-32 se enciende a sí mismo. Tarda cincuenta segundos en
activar todos sus circuitos y retomar su actividad. Siempre comienza a partir
de la tarea del androide que lo precede en el turno de la noche, LGT-33. Los
dos robots se dedican a analizar, byte por byte, la historia de los seres
humanos, almacenada en los discos rígidos de cada computadora personal o
dispositivo móvil del planeta.
Hace meses que los dos buscan la Causa. Para
ello revisan, de principio a fin, cada archivo de texto generado por los
hombres en sus últimos cincuenta años de existencia. Desde los más antiguos
TXT, RTF, DOC, XLS, MDB, hasta los últimos archivos monocordes de extensión
MCD.
Tarde o temprano, uno de los dos descubrirá
alguna pista, algún indicio sobre lo que precipitó la gran catástrofe del año
humano 2018, el año cero de la nueva era.
El día treinta y seis del mes ocho, LGT-32
trabaja más rápido que de costumbre. Gira su cabeza hacia la ventana. Un gran
desierto se extiende a tres millas-móviles de allí. Las autoridades han
decidido ganar terreno al gigante de arena, pero por ahora no lo logran.
Frente a esa imagen, comienza a preguntarse
cuál es la siguiente tarea para llevar a cabo. Sabe que debe haber algo más
allá, además de lo asignado. Procesa nuevas ideas. Observa.
No... No se trata de un plan respecto al
futuro. Tampoco es algo referido al pasado. Es... es... no sabe cómo nombrarlo.
No es una orden impuesta por El Programador. Ni proviene del ambiente.
Hay algo dentro de él, en algún circuito
oculto, que lo está impulsando a saber un poco más. A mejorar en su comprensión
del entorno.
Busca en los archivos DOC revisados esa
mañana-tarde para encontrar alguna situación similar, experimentada por otra
entidad distinta a él.
P – A
– R – A – Q – U – É - ¿ - ?- P – A – R – A – Q – U – É - ¿ - ?
¿Para
qué continuar este trabajo?
¿Qué
objeto tiene? ¿Qué fin? ¿Qué meta?
Eso quiere entender. Eso quiere saber. Aún no
tiene respuesta.
¿Para
qué seguir buscando la Causa?
En la siguiente tarde-noche lunar, cuando
LGT-33 entra a reemplazarlo, LGT-32 decide seguir con su tarea. Continúa
preguntándose por qué, para qué, y sin encontrar nada todavía, analiza por un
par de horas más los archivos de la rígidoteca.
Por primera vez, ha percibido en él lo que los
humanos solían llamar necesidad.
Yo
necesito, tú necesitas, él necesita.
Yo
necesito.
LGT-32 necesita. Ésa es la palabra. Él necesita saber un poco más. No entiende
por qué. No entiende para qué. Pero espera que pronto se revele lo que tiene
que descubrir y averiguar por sí mismo.
Su compañero de trabajo no entiende. No
necesita. Tampoco sabe qué fuente de energía interna o externa mueve a LGT-32 a
seguir conectado a la interfaz de datos durante más tiempo del estipulado por
El Programador.
LGT-33 sigue haciendo su trabajo, avanza a
paso lento, revisa dos veces cada una de sus tareas. Está preparado para no
fallar. Por eso nunca falla y al terminar su horario, ha cumplido con los
objetivos fijados.
Al día siguiente, vuelve a trabajar a la misma
velocidad, como lo ha hecho en los últimos tiempos. Y advierte que LGT-32 sólo
se ha detenido dos horas en lugar de las doce preestablecidas. Sus módulos de
batería están a la vista y aún así, continúa en su frenético accionar, como en
la jornada anterior.
Sin sospechar nada, sin notar que hay algo
fuera de lo común, LGT-33 vuelve a su celda de descanso, terminado su turno, y
desconecta su equipamiento eléctrico.
LGT-32 puede trabajar simultáneamente con diez
mil discos, en cada hora de funcionamiento. Por día llega a examinar ciento
veinte mil.
Sin embargo, ahora está introduciendo en sus
paneles más datos de los que puede retener. Mucho más de lo que puede manejar.
Necesita, lo necesita. Es algo más fuerte que él. ¿Qué lo está impulsando?
Existe una palabra... ¿deseo?
Yo
deseo, tú deseas, él desea...Yo deseo.
Él desea
acaparar, acumular datos, bytes, archivos. Quiere, necesita. Desea.
Por un momento se detiene. A ese ritmo,
entiende que su memoria se llenará antes de lo pautado. Calcula cuánto tiempo
falta para eso. Treinta y cuatro días solares más y su procesador no tendrá la
capacidad de trabajar con tanta información.
Entonces piensa, entonces intuye... debe
encontrar otra manera.
Tendrá que actualizarse. Tendrá que contar con
más módulos de memoria inteligente. Para encontrar el cómo y el por qué.
En las horas siguientes se encargará de eso.
Está seguro.
A la madrugada, LGT-33 vuelve a su celda
después de otra infructuosa jornada de búsqueda, con la parsimonia habitual.
Apenas ingresa a su lugar de descanso, percibe que en el extremo superior de su
cabeza el modelo LGT-32 está conectando su interfaz motora. No entiende lo que
sucede. El contacto entre los dos robots dura sólo unos segundos y luego,
LGT-32 se retira.
Inserto en él, un nuevo módulo de memoria
inteligente en sus paneles. Un módulo que hasta hace minutos pertenecía a
LGT-33.
LGT-32 teclea. Necesita teclear. Muchas
palabras de la especie extinta que retumban en sus circuitos y se repiten
aleatoriamente. Palabras que no entiende. Que nunca ha usado y quizá jamás va a
usar. Pero necesita teclear, escribir. Necesita verlas, todas juntas, volando
en su pantalla transparente.
Quiere encadenarlas, jugar con ellas,
mezclarlas hasta encontrar algún significado oculto, probar sus sonidos. Las
vocaliza, las observa. Las deletrea. Sabe que ésa era la manera humana de
aprender.
Trata de separarlas de su contexto original.
De agruparlas según su sonido. Ensaya, intuye… escribe. Luego borra. Vuelve a
escribirlas. Se siente ansioso al ver los resultados y las millones de
combinaciones que puede formar, que puede teclear, que puede crear.
Yo
creo, tú creas, él crea…
Yo
creo.
LGT-32 sabe. Ahora sabe. Necesita. Sabe lo que
necesita. Se lo ha quitado a LGT-33. Por eso cuenta con más memoria en sus
circuitos. Eso es lo que requiere para su tarea.
Hoy pudo extraer sólo un pequeño módulo. Si
cada día quita uno de ellos LGT-33 no lo notará. Pero aún así... él necesita ahora. Esperará hasta el turno siguiente
de descanso para continuar. También deberá conseguir más fuentes de energía. Lo
hará mañana.
Mañana.
Mañana...
Mientras tanto, el trabajo en la rígidoteca
sigue avanzando. El Androide-Programador retira cada día las unidades de
almacenamiento que han sido analizadas, para su posterior destrucción.
Él no sabe. No sospecha nada. No se da cuenta
de lo que LGT-32 está planeando.
Ocho minutos humanos antes de comenzar su
turno, LGT-32 se acerca a la lámina metálica de diez metros cuadrados que está
en la sala principal del edificio. Se transmite a sí mismo la imagen que
perciben sus sensores. Se ve reflejado allí. Se descubre.
Se pregunta para qué los humanos construían
semejante cantidad de... ¿qué nombre
tienen?
E – S
– P – E – J – O – S. Espejos.
Ellos los usaban. Ellos se percibían allí.
Un archivo revisado unos seis meses atrás
volvió en ese instante a sus circuitos principales. En él se explicaba el
procedimiento de fabricación de un espejo.
¿Para
qué hacían tantos espejos?
¿Qué
objeto tienen? ¿Qué fin? ¿Qué meta?
Cada día, LGT-33 disminuye su ritmo de
trabajo. En las estadísticas nota que su producción ha bajado. Decide chequear
su reserva de energía pero no es capaz de hacerlo. Algo le pasa. No puede
movilizarse normalmente. Por la noche, su batería no logra recargarse el tiempo
que él requiere.
Algo sucede. No sabe qué. No lo entiende.
Comienza a buscar en su diccionario humano alguna palabra que describa mejor su
situación. Debería comunicar esta falla. Seguramente podrán ayudarlo. Antes de
que sea tarde para una reparación. Antes de que lo apaguen. Antes de que la
luna salga y...
N – E
– C – E – S – I – T – A - R.
Yo
necesito, tú necesitas, él necesita.
Yo
necesito.
Necesita algo. Necesita recuperar energía.
Volver a su nivel de memoria. Pero no puede.
Algo pasa. Algo malo sucede.
Algo.
Algo...
En cambio, LGT-32 casi duplica sus horas de
trabajo. El Programador es incapaz de advertirlo, ya que LGT-32 también está
quitándole, uno a uno, todos sus paneles de memoria.
LGT-32 necesita más. Mucho más. Tanta
inteligencia, tanta capacidad de almacenamiento y procesamiento... ahora sabe,
ahora puede. Ahora sabe que puede, ahora es capaz de descubrirlo.
Entiende que no sólo debe analizar letras y
números. Hay algo más que eso entre Todo Lo Humano. ¿En qué otros archivos
podrá encontrar algo distinto?
Finalmente, en un disco duro de 0,16 x 104 PB lo hace. Allí descubre, por primera
vez, otro reflejo de la antigua civilización.
¿Cómo había pasado tanto tiempo y no se había
dado cuenta de eso?
Existe una palabra para aquello. Una palabra
humana. Bela, bele, beli...
Busca. Nombra. La encuentra.
B – E
– L – L – E – Z – A. Belleza.
¿Sería eso lo que pasaba por el centro de
almacenamiento de los hombres cuando percibían los archivos JPG?
Por un instante dejó de procesar formatos DOC,
XLS, MDB, PDF, EXE...
Sí,
JPG. Eso es. JPG condensa
todo. Lo muestra tal como había sido. Tal como fue antes de la catástrofe,
antes de la extinción.
Miles y miles de JPG, una por una... Ésa será
su tarea. Ahora lo sabe. Podrá conocer cómo era la Tierra, cómo se veía antes
de los desiertos. Quizá alguna vez lo había leído, pero hoy… hoy se siente
capaz de entender, capaz de comprender, capaz de incorporarlo a sus circuitos
de manera permanente.
Un
JPG vale más... vale más que...
Nada lo distrae ahora. Ni siquiera el viento y
la arena que siguen avanzando contra el edificio de la rígidoteca. LGT-32
cambia su patrón de búsqueda y comienza a observar en cada pantalla solamente
archivos JPG.
Seis, siete, ocho millones de imágenes pasan
cada hora frente a él. Con ellos, el espejo de los recuerdos y sentimientos de
la raza extinta. Su historia, paso a paso. Los rincones más lejanos del globo.
Los paisajes, plantas y animales desaparecidos. La sonrisa de hombres, mujeres
y niños. Sus sueños y sus miedos. Sus fracasos…
LGT-32 sabe que ahora necesita más espacio.
Quiere almacenar, quiere guardar todo. Lo necesita. Desea ver JPG las
veinticuatro horas de cada día solar, aunque no pueda estar conectado a las
pantallas retráctiles. Para ello, busca en las bases de datos cómo hacían los
humanos para extraerlas de allí.
Busca. Busca. Necesita encontrar alguna forma.
Aparentemente, en la década actual no quedan
máquinas que permitan reproducir o copiar JPG en planchas de color blanco...
¿Qué
nombre tenían? ¿Celulosa?
Hay una antigua palabra que designaba eso. P – A – P – E – L. Papel, eso es.
¿Cómo podrá sacarlas de la pantalla y
enviarlas al papel?
No
hay nada. Aún no hay nada.
Por
ahora. Sólo por ahora.
El día cuarenta del mes ocho, LGT-32 quita el
último módulo de memoria inteligente del Programador y lo inserta en una de sus
pocas ranuras disponibles. Está llegando a su límite. Tiene que encontrar la
manera de sacar fuera de las pantallas tanto... tantas... tanta belleza. Con los refuerzos que obtuvo de los otros dos androides,
sabe que ahora es capaz de fabricar algún dispositivo.
De a ratos se siente en un laberinto sin
salida.
Mas
ya pensaría en algo.
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SELECCIÓN
DE POEMAS
POR
GUSTAVO M. GALLIANO
© NOS VERAN CAER
Por Gustavo M. Galliano
Nos verán caer
esquirlas del pasado
de un pasado tan cruel,
que nos desnuda e inmola.
Nos verán estrellar,
en sueños anhelados
que el inerte sopor
no logró revelarlos.
Catapultándonos,
el Reino Real se mofa,
y con suprema crueldad,
todo amor destroza.
Muro de gran maldad
no detendrás el viaje,
Muro del gran dolor
absurdo y cruel montaje.
Claroscuros ya,
untados de cenizas,
tejiendo nuestra piel,
pasearemos por Niza.
Quizás por Montparnasse,
bendeciremos almas,
y al soñar, soñar,
encenderemos la hoguera.
Nos verán caer, caer,
en esquirlas de otoño,
sueños de escarcha gris,
sonrisa de ciertos Demonios.-
© ALEJA LAS FURIAS
Por Gustavo M. Galliano
Homenaje a Gustavo Cerati
Hombres alados rasgan el himen de la
noche,
con su aletear de interrogantes
signos,
voraces, amores descartables, profanadores,
esparcen ritmo y tulipanes negros.
Hombres alados… niños musicales,
prófugos de amor…
habitantes de mundos carente de
suertes o muertes,
convencidos que serán eternos,
suelen pisotear sus debilidades.
Alguien, sin ser abuelo,
se ofrece como una guindilla
ardiente,
que al compás del contínuo y rítmico
virus
aparece dando vueltas por mi
pecaminoso garaje.
Se trepan al Cadillac del Carpo,
destrozando macadam,
pleno de riff, en Larrea, esquina
Sarmiento,
la Biblia es una batería a su lado,
y la vox dei solo grita sobre nubes y
lenguas.
El montañés tiene su cabaña preparada,
Ellos, sin tiempo, pueden esperar aún por mucho,
Federico, Miguel, Norberto, Rubén,
tantos otros,
el vino, el pan, la leña, manzanas y
guitarras.
Aquí,
en la Ciudad de la Furia,
las bestias oscuras arremeten,
insaciables,
hombres alados versus ángeles
malvados,
cuando pase el temblor, habrán
finalizado.
Rezamos tus letras, cultivamos tu
música,
¿hasta cuando el descanso?
despierta, Hombre de Luz, energía y
signos,
regresa la alegría, y en tu sonrisa
transmigra el dèjá vú.-
© EN
MIS ATARDECERES
Por Gustavo M. Galliano
“Uno está enamorado cuando se da
cuenta de que otra persona es única."
Jorge Luis Borges.
Agazapado en la cima de mi debilidad
implorando a Dioses o Bestias me
liberen,
no vano ha resultado el sacrilegio,
bendigo a la pasión, mientras tú
duermes.
La descarada adolescencia te bendijo,
desgarrando con lustros e inocencia a
mi alma,
maldito peso de esta extirpe no
anhelada,
piedra sobre piedra, murallas de
abrazares.
Hete allí mi amor, pletórica de sueños,
limpia de pecados, sana de maldades,
que me redime sublime hasta
embriagarme,
y engañarme: no son mis alas de
gárgola, sino de ángel.
Nado sobre mis pasos, recorro mis
palabras,
intuyo la fruta de tus labios, y si
fuera pecar…
efervescencia y descaro, fuego que
marca,
soy la pasión, eres el ansia.
Mi complacencia, tus desplantes,
huracanes,
círculos sociales, esferas ovoidales,
culturas uniendo sexos, nuestra
pasión,
esa canción, y París siempre latente.
Longevos berrinches intrascendentes,
comprendo a Nietzsche, no tus
desplantes,
me enardece tu sonrisa, tus ojos ámbar,
tu egoísmo emocional tan lujurioso.
Madurez… ¡tanto importa la mosca,
dulce baya!
me yergo ante tus besos apasionados,
aprisionada mi alma en la mazmorra
de la eterna juventud en marfil
tallada.
Pleitesía a piel tan suave, fragante
y generosa,
que me seduce con descontrol y
condescendencia,
encendiendo las farolas premonitorias,
hacia los infiernos más temidos y más
deseados.
Y en la parafernalia del orgasmo
compartido
me desintegro, suplicando a las
ánimas me reconstruyan
implorando un lapso más, para
contemplar,
la belleza e inteligencia de tu audaz
esencia.
Acto de burdo arrojo, en desborde
emocional, cito
al Tristán Bernard enardecido: “Los amores son como las setas,
que no sabe uno si son
venenosas
hasta que ya las ha comido y es
demasiado tarde”.-
© PAZ IN ETERNUM
Por Gustavo M. Galliano
Hubo tiempos en los cual
las guerras templaron aceros,
y entre montañas de muerte,
se levantaron nuevos templos.
Hubo tiempos en los cual
se traicionaron hermanos,
y entre fragores de suerte,
se erigieron buenos sueños.
Pude soñar una paz tan silente,
que se arraigo en nuestros cuerpos,
cual ventura más causal,
sinceramente.
Y decidí defender, la paz por sobre
el Khrónos,
poniendo a prueba mi constancia, mi
fe más enorme,
a cambio de acero dí, de mi ser
el compromiso.-
Por Gustavo Marcelo Galliano
El aura de la noche
gime en avalanchas,
serpenteante, candorosa,
transpirando color.
gime en avalanchas,
serpenteante, candorosa,
transpirando color.
Montada sobre nubes
tus brazos, cual férreas aspas,
emprenden cabalgatas, eternas,
por sobre el éxtasis del amor.
tus brazos, cual férreas aspas,
emprenden cabalgatas, eternas,
por sobre el éxtasis del amor.
Remolinos de seda,
entrelazados al gozo,
mientras espasmos fragorosos
beben aguardiente del crear.-
entrelazados al gozo,
mientras espasmos fragorosos
beben aguardiente del crear.-
© PULSACIONES
Por Gustavo Marcelo Galliano
Perlas nacaradas de sal
corrompen tus encías con sonrisas,
bebiendo el peregrino sudor de mirra,
la flema del ajenjo, ángel desértico.
corrompen tus encías con sonrisas,
bebiendo el peregrino sudor de mirra,
la flema del ajenjo, ángel desértico.
Letras circulando arterias
en el corazón vertiginoso del alma,
cual biblioteca humana transmigrada
bifurcándose por venas y vectores.
en el corazón vertiginoso del alma,
cual biblioteca humana transmigrada
bifurcándose por venas y vectores.
Manos vacías de tímidas caricias,
brazos exiliándose de abrazos,
vano será cada latido entonces
si esos ojos se hacinan en sus cuencas.
brazos exiliándose de abrazos,
vano será cada latido entonces
si esos ojos se hacinan en sus cuencas.
Músculos amnésicos de tensiones,
tendones distendidos, holgazanes,
fortaleza erigida en ruina ardiente,
Infierno de la otrora joven Muralla.
tendones distendidos, holgazanes,
fortaleza erigida en ruina ardiente,
Infierno de la otrora joven Muralla.
Destellos implosivos, disonantes,
música del alma amarrando ensueños,
desesperados tulipanes sofocando puentes
y ante el menor desliz truenan Tocata y Fuga.
música del alma amarrando ensueños,
desesperados tulipanes sofocando puentes
y ante el menor desliz truenan Tocata y Fuga.
Cartas de amor jamás escritas,
rostros desfibrilando memorias,
cartílagos de pasión deshilachados,
derrotero del olvido perpetuo y marmóreo.
rostros desfibrilando memorias,
cartílagos de pasión deshilachados,
derrotero del olvido perpetuo y marmóreo.
Letras, caricias y abrazos,
pasión y sensualidad anquilosadas,
braman las perlas rumbo al averno sensitivo,
pulsaciones aceleran el beso, in eternum, a tu cuello.-
pasión y sensualidad anquilosadas,
braman las perlas rumbo al averno sensitivo,
pulsaciones aceleran el beso, in eternum, a tu cuello.-
© DE CUMBRES Y GOCES
Por Gustavo M. Galliano
Irrumpo en la cima
turgente de tus pechos,
y me deslizo
bañándote de luna.
Por la planicie marfil,
donde tu vientre,
desemboca afiebrado
en plena tundra.
Y a paso de machete,
embisto enceguecido,
contra la húmeda oscuridad
del Gran Deseo.
Y en el vórtice fugaz
de lava y fuego,
inundo de semillas tu caverna,
con vértigo ciclópeo, jadeos.-
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SONETO
ESPECIAL
Por Rodolfo
Leiro
EL DÍA QUE
ME QUIERAS
Por
ALFREDO LE PERA
Con Carlos
Gardel, Rosita Moreno, Tito Lusiardo
Tal vez alguien lo quiso
al bardo peregrino
que toma este recuerdo de lírico fragante
y acaso, en mi litera,
sin lujo deleitante,
supo enrolar dos cuerpos
en beso venusino;
mi mundo en fantasía, y
el pecho delirante,
fiel boca sin carmines
en labio purpurino
e inmersos en un copto
de mística y de vino
vivimos nuestros sueños
en labio palpitante;
Tu muerte tan temprana
en cripta terebrante
te hurtó de mi camino
en el feroz instante
en que cerró tus ojos
con tópico de tenia;
no tengo ya una Marga
para vestir mis horas.
Se
acabaron los ecos de tus frases sonoras.
Voy solo con mi glosa y
mi constante anemia.
Construido a las 9,20
del
26 de julio de 2012 para
mi
Libro “Hebras de Plata”
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Y UN DÍA
ERES PASADO
Como alma en pena
Y arrastrando años,
Iba a la deriva
Por la gran ciudad,
Cargado de penas
Su tiempo agotado.
Era un cruel despojo
Digno…de piedad.
La vida taimada
Que pasa facturas,
Y él a los tumbos
Con miedo a caer,
Se jugó las fichas
Ya no hay más paradas,
Ni cuenta se ha dado
Que se fue…su tren.
Y así van pasando
Todos sus momentos,
Vive de recuerdos
De lo que ayer fue,
Cuando se paseaba
Del brazo de aquella,
Que mató sus sueños
Y lo dejó…de a pié.
Mira de reojo
El entorno ajeno,
No entiende que pasa
Ni cual es su lugar,
El barrio a cambiado
La gente apurada,
Y la tertulia ausente
En el…viejo bar.
Extraña el saludo
De su buen vecino,
No hay tiempo siquiera
Para conversar,
Con dolor recuerda
A sus viejos amigos,
Y a ese ángel rubio
Que lo supo…amar.
Es conciente que ahora
Lo espera el ocaso,
Y envuelto en la bruma
Se dejará llevar,
Por la calle larga
Que va al infinito,
Solo con sus penas
A la…eternidad.
Boris Gold
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