29º NÚMERO
DE LA REVISTA LITERARIA
DIGITAL
MENSUAL
NEVANDO EN
LA GUINEA
NºLXXIII
de la etapa web/02-11-2012
EDITORIAL
LXXIII
Galardones y premios
nacionales de Literatura: reconocimiento o intervención
El
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España concedió este pasado mes
de Octubre el Premio Nacional Narrativo al escritor Javier Marías por su novela
«Los Enamoramientos». Tal como había anunciado, el escritor rechazó el premio
alegando su independencia respecto al Estado y sus instituciones. Su gesto,
alegó el autor, no iba contra nadie, agradecía la intención del premio, pero ha
pesado en él más ese deseo de independencia que perdería de aceptar galardones
oficiales que la satisfacción de un reconocimiento público. Pone con ello sobre
la mesa la relación entre cultura y política o, más bien, el peligro de
subordinar la cultura a la política.
Desde
que el Poder, y en general la política, descubrió los mecanismos de la
propaganda masiva y casi industrial, ha buscado la legitimación por vía de la
cultura para convertirla en difusión y correa de transmisión de valores y
certezas oficiales. No es algo nuevo, pero la diferencia les marca ahora la
rapidez y la capacidad de expansión. Los Estados imponen en la actualidad como
antaño una cohorte de escritores y artistas, de cineastas e intelectuales que
se convierten en herramientas de legitimación en el mejor de los casos, meros
ornamentos que procuran una falsa armonía que esconde otros intereses. No es
cuestión de calidad, sino de utilización. La cultura se subordina a lo político
y se vuelve propaganda, muchas veces mala propaganda.
No
obstante, no podemos obviar que, al contrario, muchos buenos escritores
emplearon en ocasiones su capacidad de incidir en la opinión general para dar
sus opiniones y prestar sus apoyos a determinadas políticas, en ocasiones de
dudosa moralidad. ¿Deja de ser Ezra Pound un excelso poeta a pesar de su apoyo
al fascismo italiano?¿Cambiará nuestro opinión sobre la poesía de Pablo Neruda
si tenemos en cuenta su “Oda a Stalin”?¿Podemos dejar de considerar a
escritores españoles que apoyaron a Franco por el hecho de dicho apoyo, sin
reparar en su calidad literaria, como en el caso, por ejemplo, de Dionisio
Ridruejo?¿Alguien duda de la calidad de escritores como Máximo Gorki o de Jack
London a pesar de su compromiso político con la izquierda revolucionaria? Resulta evidente que el buen novelista, el
buen poeta, lo es por su obra, no por sus opiniones políticas o de otra índole,
y ni siquiera ha de ser una buena persona, al mismo tiempo que cualquier tema
puede ser materia para la creación. Pero no es de esto de lo que hablamos, sino
del papel del Poder en el ámbito de la cultura y que puede acabar por
transformar al creador en un mero bufón de la corte de nuestro tiempo, en el marco
de una administración que ha creado no pocos departamentos de las “Industrias
Culturales”, nombre este que chirría, dígase lo que se diga. El poder ha
colocado departamentos de cultura para potenciarla, pero con ello ha creado
servidores o funcionarios culturales, como esos autores de regímenes
autoritarios cuya función era alabar a quien mandase, sea quien fuese.
La
independencia del artista, que no neutralidad, es ahora mismo una necesidad, un
requisito. Y mucho nos tememos que esta independencia se contradice con
frecuencia con la acción de los poderes públicos.
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MALOS
TIEMPOS PARA EL MAMBO
Por
Cecilio Olivero Muñoz
TEORÍA DEL
HUMOR
Comenzaste siendo el más
gracioso de la clase.
Hasta los chicos mayores
reían
con tus bromas macabras
y chistes ingeniosos,
le pegabas a los
empollones
y todo eso brincaba en
un cielo de tremenda carcajada,
cuando te hiciste
adolescente todo te aburría,
te aburría la vida,
que corre despacio y va
a toda prisa,
tu primera actuación fue
en fiestas,
en las fiestas de tu
pueblo,
tu monólogo gustó y te
gustó la picazón,
sarna de la que se goza
costra se vuelve en su
regusto,
te metías con los
calvos, los feos,
con las minorías y los
inadaptados sociales,
hacías chiste del punto
flaco de los débiles,
tu vida se ha convertido
en una locura mal
digerida,
estás psicótico y tomas
cocaína,
ahora el débil eres tú.
Ayer te invitaron a un
programa de la tele,
quieren que opines
acerca
del humor absurdo de los
directores de cine,
de cine español, con dos
cojones,
ahora eres un teórico
del humor,
eres toda una cátedra
andante del humor irreverente
y del entretenimiento
más cruel y pendenciero.
Te pones solemne, estás
nervioso,
dices cualquier
inoportuna tontería,
y te conviertes en el
vídeo más solicitado en RTVE
por más de cinco
generaciones de televidentes,
macho, eres un genio
y te enteras justamente
ahora.
Ahora que no cobras por
eso ni un tanto por ciento.
***
AFRODITA
MON AMOUR
Los niños impíos de
tanta sonrisa astuta
tienen lluvia fresca en
el pelo
y llevan la reputación
tan sucia
de arañar en ristre su
pleno flagelo,
y en la simiente que
escupe la oruga
y en el pájaro que
remonta su vuelo,
un edén anfibio a pesar
de todo les ayuda
a soportar este trayecto
de tedio y recelo,
tienen tanta rutina
sudada que les ocupa
un gemido en el escalón
del desvelo,
sustraen migajas de la
noche que cura,
se empalagan de caliente
caramelo,
y un Monte de Venus
cautelo anuncia
su sanidad sexual que
redunda de serlo,
sueñan que ya tiene
ritmo la rumba
y compota harían del
dulce ciruelo,
no firmarían de su amor
renuncia,
paso a paso dan de Paco
a Frascuelo.
Los niños de la migada
diurna
hacen canción nueva de
alegrísimo chelo,
con cuestión que se pone
chunga
buscando camellos en el
Paralelo,
en Can Tunis y en la
calle Bolivia,
en Els Merinals y el
barrio Carmelo.
Se caen, se caen ante su
día a día,
se migan la risa y
relamen canguelo,
de esa pared que tanto
les enfría,
les subraya la sombra
bajo el subsuelo,
pauta de psiquiatría en
que incuba
un gusano cachuelo sin
su resuello,
un caracol fosilizado en
su pulpa
y dos pensamientos que
repiten muelo,
buscan lo que no se
busca,
desnudez para su azul
consuelo,
pretenden lo que no se
inculca,
se engarzan como pesca
con señuelo,
en casa, en la fábrica,
o en la trifulca,
en calles donde se besan
tirados al suelo.
Chupetones púrpuras que
jamás nunca
ensayaron que les
invadieran el cuello,
ensayaron a cruzar
brazos en la nuca
pensando en la claridad
que luego
les harían cosquilla en
la risa oculta,
les haría el roce
paladar de seda y pañuelo,
aprendieron que la mitad
los desnuda
ya que son dos que se
nutren de fornelo.
Los niños que no piden
disculpa
sospechan de su fachada
sosteniendo velo,
tienen fragancia total
para que infunda
y huela por donde
empieza su anhelo,
de cobre sus caras
ardientes y absolutas
rezumándose en el
corazón del hielo,
su adolescente matinal
se pregunta:
¿por qué sustraen de
Afrodita su celo?
Mojan la lívido en sus
dientes con fruta
y a contrapelo el
escalofrío es puro vuelo,
tienen bien olvidada a
su asco de tumba
que los hará polvo
esparciéndose en el cielo,
y follan por que follar
es la justa
manzana que los expulsa
de su triste duelo.
***
NIDO DE
PARADOS
Los gitanos del barrio
de Torre-Romeu
en octubre escarban en
susurro el verano
por que les parece que
dura muy poco
y de noche lo cruzan
siseando en vano,
por los parques buscan
agua de coco
y se encuentran con
Dios-digamos,
que los mira haciéndose
el loco
y con sus miradas le
besan las manos.
Dios, Dios negado de los
gitanos,
se gasta el dinero en
una gran fiesta
y al otro día no le
encontramos.
Después de almorzar su
siesta,
no se la quitan ni ocho
celestes milagros
que con cuatro negros
castigos se pelean
y dan el cante todas en
el mismo canto,
descanso y momentos
gratos,
entre trámite,
antigüedad de paro y tarea
aquí en el barrio nos
conformamos.
Por la calle Sau un
mercado despierta,
se venden delantares,
bragas y medias,
zapatos para mudar a
diario,
y otras cosas para tener
en cuenta,
chándales, pantalones, y
otros artefactos,
se venden también
chaquetas
ahora que ha terminado
el verano,
se venden flores para
las alcahuetas
y otros artículos de
gusto un tanto variado.
En la calle Sau de nuevo
empieza
un paseo por todo este
raro itinerario,
en la calle Sau vemos
que comienza
un nido de gente sin su
salario,
demos un No a la
desesperación abierta,
este nido es un nido de
parados,
tienen el trasero duro y
nadie se queja
de sentarse en poyetes,
escalones y bancos,
¡Dime chaval! Si tú ya
no peleas
en Barcelona con los
asalariados,
-Me dice: yo de la cama
jamás me salgo,
que los Mossos cabrones
me apalean,
¡Dime chico! ¿Y por qué
estos te apalean?
-Chacho, por que yo
siñelo gitano.
***
EL
PASAJERO
Cuando de noche vuelvo a
casa después de nadar
y veo la traslúcida
brillantez
de las casas encendidas,
tras esos cristales,
imagino horrores,
calamidades, necesidades,
peores, mucho peores que
lo/as mías.
Imagino podredumbre en
un hule perpetuo,
imagino escarcha negra
invadir la escena,
intento comprender al
polvo compactado,
veo las sombras adentro
sin sombras,
veo la monotonía
rendirse como perro viejo.
Yo, en mi vida prosaica,
mi vida rutinera,
tengo la paz de los
cobardes,
de los precavidos, de
los que nada arriesgan.
Voy sentado en el
autobús de mi vida con suerte
y me dirijo a mi hogar,
al calor vacío en los rincones
de mi hogar, de mi hogar
vacío, no sé si dulce aún.
Oigo a los vecinos
lamentarse en su desgana,
oigo las discusiones que
germinan como moho,
a mujeres corroídas por
su angustia asediada.
La soledad de las
mujeres que soñaron,
mujeres que caminan
solas, asidas del brazo
por un hombre, pero
caminan solas,
se les va la esperanza
como un globo caduco.
En mi vida de pasajero
curioso y expectante
he podido ver hombres
que fuman solos
en un balcón que da la
cara hacia un abismo,
a señoras de roto
maquillaje abandonadas al alcohol,
a adolescentes confusos
sintiéndose miserables,
todos dando cara a su
abismo personal.
La traslúcida ventana
que encarna el misterio,
el misterio eterno de
los que se pierden,
de los que pierden su
autobús hacia la vida,
la vida, esa cosa que
nos late adentro,
ese tiempo lento y
constante,
ese tiempo de simulacro
y sala de espera,
esta vida absurda pero
maravillosa,
es asunto serio vivir
esta broma pesada.
Las parejas son
afortunadas si encajan como zapatos,
es mejor no desesperarse
por estar solo.
Si estás solo y te
emparejas con cualquiera,
por soledad, por la
desesperación de estar solo,
es muy probable que
acabes mirando cara al abismo,
a un abismo de
discusión, de riesgo y pesadilla,
a un abismo en el que caes con el silencio,
ese silencio que tenías
y te acompañará de por vida.
Ese silencio que tenemos
dentro
y solamente lo rompemos
al corromper la calma
con cosas que no
sabíamos que callábamos.
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Las sendas
de Caín
Cómo no sentirse herido, se preguntó, herido y rechazado. Me
repudian, tuvo para sí y anduvo convencido de que todos le repudiaban
profundamente. Trabajaba de sol a sol, con voluntad y destreza, demarcaba la
tierra, la deslindaba, luego la mezclaba y la abonaba, colocaba surcos y cauces
por donde avanzaba el agua, analizaba cada zona de terreno para cosechar aquello
que mejor convenía y para saberlo experimentaba una y otra vez, observaba la
reacción de la tierra, el color de las plantas, el olor de los frutos, y esa
labor le llevaba horas, días, semanas enteras. Un sinfín de fracasos le reportó
un sinfín de aprendizajes, de saberes de la tierra. Le daba una y mil vueltas a
todo lo que emprendía, analizaba los detalles e inventaba instrumentos que le
ayudaran a avanzar en ese camino de expandir y mejorar la tierra y la cosecha.
Pero todo eso, al parecer, carecía de importancia, su esfuerzo no tenía valor.
Brindaba los mejores frutos, aquellos que le habían costado enormes esfuerzos
obtener, pero apenas eran observados, sus mejores frutos eran ignorados como si
fueran obra baladí, anodina consecuencia del esfuerzo de sus manos, de su
cabeza, de su observación permanente, anodina para los demás, pensó, para
todos, no para sí mismo, que él sabía bastante bien lo que le había costado
llegar hasta allí. Cada fruto había supuesto un enorme trabajo, al parecer
nadie lo sabía menos él. Pero no es cierto, se dijo de pronto, no es cierto que
sólo lo sepa yo: me han visto trabajar. De sol a sol, repitió una y otra vez,
trabajo de sol a sol, lo dijo con rabia, consciente de lo injusto de la
situación, y en efecto era así como trabajaba. Ponía todo su esfuerzo, todo su
corazón, toda su mente en cada uno de los detalles, y desde luego eran muchos,
en todos y en cada uno de los detalles de su faena diaria. Pero no veía ninguna
gratitud, ni siquiera la gratitud de una sonrisa o de un gracias acompañado de
un gesto de ánimo, nada en absoluto.
A él, a su hermano, por el contrario todo parecía sonreírle.
Abel se estiraba bajo un árbol, a su sombra, cualquier árbol le servía. Dormía
mientras las ovejas comían a su alrededor. Comed, hermosas, les decía y se
estiraba y soñaba y se reía feliz porque todo le sonreía, en efecto. Había
buena yerba y las ovejas crecían fuertes y sanas. Daban buena lana, sabrosa
carne, corderos que crecían con premura. Abel observaba a su hermano y se reía.
Por qué trabajas tanto, le preguntó una vez. Caín, al principio, no le
respondió. Calló porque no pudo entender esa actitud suya de ver pasar la vida
a la sombra de un árbol. Estírate conmigo, le conminó Abel, las plantas
crecerán por sí mismas, le indicó. No, contestó él no sin reproches hacia
aquellas palabras que ignoraban y despreciaban el esfuerzo del trabajo, con una
pizca de rabia ante esa actitud que le acusaba de perder el tiempo de un modo
indolente cuando era él, su hermano Abel, y sólo él quien perdía el tiempo, así
se lo dijo, recriminatorio, hay que saber, continuó como si cupiera posibilidad
de enmienda y necesitara explicarle la vida entera, si poseen la cantidad
suficiente de agua, si la tierra se encuentra bien nutrida, hay que evitar las
alimañas y las malas yerbas. Abel se rio. A mis ovejas les gustan las malas
yerbas, dijo, y los perros ahuyentan las alimañas, ves cómo todo sale adelante
por sí mismo. Caín calló y continuó su diaria y rutinaria faena, poco importaba
que lloviera o luciera el sol, que el frío le entumeciera o el calor le
sofocara, debía estar allí, en los campos, en los cultivos, en las campas, en
las arboledas, debía cultivar cuando tocaba, justo en ese instante, ni un día
antes ni un día después, y cosechar cuando correspondía, en el momento en que
los frutos estuvieran maduros.
Abel, como acción de gracias, sacrificaba un cordero, aquel
que entre el rebaño veía como el más propicio, el de carnes más rollizas y
aspecto saludable. Lo llevaba a hombros hasta el altar y contemplaba, tras la
rápida incisión en el cuello que producía la muerte por desangre, la lenta
cocción del animal para gloria de la primavera entrante. Caín, por su parte,
pasaba días y más días a la búsqueda de las frutas más relucientes y aspecto
más pulido, de los cereales más nutritivos, de las hortalizas más sabrosas,
colocaba varias cestas con los diferentes alimentos, los hervía, los cocía o
los tostaba, llenaba el aire con los intensos olores de los aliñes y
condimentos, esta era su ofrenda, su manera de dar gracias.
Pero no parecía haber, pese a todo, agradecimiento a su
ofrenda. Por mucho que se esforzara y sazonara sus alimentos, por mucho que
hubiera trabajado, nunca había sonrisas ni palabras elogiosas hacia él, todos
los reconocimientos se dirigían hacia Abel, y sólo hubo reproches a su esfuerzo
que él no entendía. ¿Acaso no se esforzaba?¿Acaso no trabajaba sin descanso
para cultivar y producir más y mejores frutos?¿Acaso no creaba instrumentos que
mejoraban la cosecha?¿Por qué entonces nunca gustaba lo que ofrecía?
Se sumergió en el silencio amargo de una frustración que le
corroía por dentro. A veces, perdía el gusto del trabajo, lo llevaba a cabo,
sí, más por rutina que por convicción, qué sentido tiene todo, se preguntaba,
no podía evitar el desánimo, no podía mirar la vida cara a cara. Le tentó la
indolencia, pero cuando dejaba de trabajar y se estiraba en cualquier lado, a
la fresca, como su hermano, si a él le va bien, se planteaba entonces, por qué no a mí, entonces la sensación de
vacío aumentaba hasta el dolor y tenía que volver al campo, al trabajo, aunque
ya no era lo mismo, nada era ya lo mismo. Algo le quemaba por dentro, algo que
no comprendía. Una noche despertó empapado por el sudor y el corazón acelerado.
Había soñado con Abel, el amado, el preferido, el elegido. Se levantó y
contempló el campo que apenas distinguía por la débil luz mortecina de la luna.
La luz de la luna, consideró entonces, es la luz de la muerte. Lo pensó, en ese
momento, en apenas un instante, una idea que cruzó como un rayo por su mente,
un deseo que se volvió propósito, una noción apenas que pasó o tal vez quedara
fija en su cabeza.
No lo sabemos: fue un acto repentino, improvisado, o algo
preparado durante horas después de aquel instante anterior, en la noche. Nunca
lo sabremos. Lo cierto fue la reacción inminente al contemplar el cuerpo de su
hermano en el suelo, ensangrentado, inmóvil. El odio desapareció de repente,
sí, pero brotó la angustia de una culpa sin duda tan hiriente como aquel.
Escondió su cuerpo. No soy tu guardián, murmuró. No soy su guardián, repitió en
alto. Enseguida comprendió lo absurdo de sus palabras. Pero soy su asesino,
dijo.
Comenzó a vagar por el mundo, no pudo ser otro el castigo,
tampoco peor: ni siquiera la muerte hubiera sido más atroz. Él estaba ligado a
la tierra, a su tierra, vinculado a los cultivos, a las plantas y a los árboles
que eran sus cultivos, sus plantas y sus árboles. Cuidaba cada rincón de sus
campos con sumo cuidado y de pronto se vio forzado a abandonarlos, a recorrer otros
prados y otras campas, a no estar fijo en ningún lugar, a no ver crecer nada.
Tuvo miedo: se enfrentaba a peligros no conocidos, no sabía como afrontarlos.
El mundo se volvió un lugar peligroso. Avanzaba por tierras nuevas y sobre todo
pensaba en lo que había hecho y en cuál era la razón de su fracaso. Siempre he
actuado bien, se repetía una y mil veces, siempre he intentado mejorarlo todo,
y sin embargo sentía que había fracasado rotundamente.
Despertó muchas veces empapado de sudor y con el corazón
acelerado, se levantaba y se quedaba sentado en el camino, tembloroso,
asustado. Le daba vueltas una y otra vez al porqué de su vida. No encontraba
respuestas. Una noche, a la luz mortecina de la luna, se preguntó de nuevo el
porqué de todo si había dado lo mejor de sí mismo. Fue entonces cuando lo
entendió, como si una chispa se hubiera encendido dentro de sí mismo, como si
una voz quisiera sosegarle entonces y darle una explicación: podías dar más de
ti, le dijo la voz, una voz interior que brotaba de lo más profundo y que le
recriminaba no haberse dado cuenta, entonces, se esperaba más de ti, le decía
una y otra vez. No, no era Abel el más amado, el preferido, el elegido, lo
entendió de pronto en aquel instante, sino él, Caín. Abel había alcanzado lo poco
que podía aportar, ya era bueno lo que ofrendaba porque no podía mejorar más,
en cambio él, Caín, había nacido para realizar grandes cosas, había aprendido a
esforzarse, a crear, a construir. Puedes dar más aún, puedes hacerlo mejor,
puedes prosperar y abrir nuevos caminos, alcanzar otras metas. No lo había
entendido. Se dejó envenenar, se lo reprochó con dureza y amargor, cuando la
respuesta a tanto lamento, se dio cuenta al fin, resultaba tan evidente.
Lloró amargamente. Pero no se dejaría vencer. Esta vez, se
dijo, no defraudaría sus propias expectativas.
Juan A. Herrero Díez
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BRINDIS
Yo también he brindado complaciente
en etapas gozosas de mi suerte,
he brindado contigo, cuando verte
era un rayo de amor adolescente;
y fue brindar, amiga,
en la rugiente,
la fiesta fraternal que era tenerte
y gozando tus besos, fue saberte,
abrazada a mi cuerpo efervescente;
Hoy no brindo por nada deferente,
otro labio feliz, más convincente
te sedujo la tarde de un invierno.
Contemplo en esta foto amarillenta
tu sonrisa hedónica de menta.
La dama que voló de mi cuaderno.
Construido a las 9,44 del
29 de setiembre de 2012-09-29
para mi Libro
“Renglones desprolijos”
Rodolfo Leiro
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SELECCIÓN
DE POEMAS
Por
Gonzalo Salesky
MÁS ALLÁ
No hay nada más,
más allá de tu silencio.
Sólo palabras.
Más allá del cielo, del
infierno,
la música y el tedio,
del tímpano aturdido,
de sinfonías vacuas,
del olfato y la sangre…
¿qué queda en este mundo
tan vacío?
¿El proceso, la causa,
el hálito salvaje?
Ánforas y espíritus
osados, casi ciegos,
no quieren más crepúsculos
en vela.
Banderas de vidrio
encierran la tristeza.
La suciedad mojada,
el espectro del fuego,
los temas recurrentes.
¿La pasión apagada?
Refugios en otoño,
príncipes despojados
opacan mi instinto
al verme en tu piel.
El tiempo me libera y,
suavemente,
me entrego a tu recuerdo
una vez más.
DESEO SIN TIEMPO
Deseo desearte siempre,
sos mi deseo sin tiempo.
Quisiera evitar la culpa
de cada abrazo furtivo,
de nuestro espectro vacío
en cada sueño encontrado.
De cada mañana turbia
entregada a tu sonrisa,
de aquellos miedos
gigantes
a volver hacia el dolor.
Desearía que estuvieras
aquí dentro
y, en mi boca, escucharas
mis palabras.
Respirando el mismo aire,
alrededor de tu aliento,
y latieras con mi sangre
en el alma.
BRISA, NOCHE, DÍA
Como un refugio dormido de
mi culpa,
como una herida reabierta
con el tiempo,
el viento no ha impedido
que te vayas
tras él, como la primera
vez.
Siento que mi vida se
termina
y me desangro, creyendo en
tu mirada.
Sólo queda la brisa,
la luna por la noche,
el infierno de día.
OTRA HOGUERA
Sé que perdimos sueños con
el miedo
soplando detrás de nuestra
espalda.
Mi refugio fue un cuarto
sin ventanas;
tuve mi espacio, vacío,
sin estrellas
y mi tiempo, sólo de
madrugada.
No creo que el dolor sea
para siempre,
el espejo pide a gritos
otra hoguera.
SÓLO ES ESO
La vida ya no es nada,
sólo es eso
que nos impide mirar hacia
el costado.
Que nos arropa con el frío
en la sangre,
que canta a pesar de mi
silencio.
¿Para qué seguir luchando
con el viento?
Nada nos queda, solamente
el fracaso
muestra las grietas de
nuestra soledad.
La vida ya no es nada…
sólo es eso.
PLÁCIDO MISTERIO
Descubro que los años son
suspiros,
que quizá otra piel no es
suficiente
al pelear con tu fantasma.
Con mis sueños y tus
miedos,
con tu amor,
con el fracaso.
Los ángeles sabrán que la
mentira
es ajena. La muerte no me
espera,
nada nunca será lo que
parece.
La soledad, mi plácido
misterio,
no despierta sospechas al
ocaso.
EN CADA AGONÍA
Dosis eternas de sangre
corrompida.
Ejércitos ciegos,
sedientos de venganza.
Las siete trompetas
presagian el final
y en cada agonía,
disciplino el vértigo.
Allí, encontraré la sombra
que no habla y escucha,
que se aferra
al espurio fantasma del
pasado.
El orden –en la muerte–
está naciendo.
DESPEDIDAS
En mi diamante descubriré
el dolor
de mantenerme vivo a
cualquier precio.
No habrá miradas, tampoco
despedidas,
y encontraré el alivio en
cada lágrima.
Ojalá el fuego apague este
dilema.
El crepúsculo desgarrará
la tarde
poco a poco, como tu piel sedienta,
y no habrá lágrimas,
tampoco despedidas.
ADÓNDE VOY
No quiero que me veas
entre llagas,
nunca estaré a la altura
de tus sueños.
Pasaré inadvertido el
resto de mi vida,
no me preguntarás adónde
voy.
Caminando, por la senda
vacía,
pasando en limpio las
hojas de mi alma.
A veces ya no sé qué es lo
que viene
detrás del viento, detrás
de su emboscada.
Costó tan poco dejar de
imaginarte
en nuestro espejo vacío de
colores…
Si mi cordura se despide
del mundo,
no me preguntes más adónde
voy.
SI TE PIERDO
Relojes de arena
marcaron mi destino.
Ayer fue poco,
hoy será más,
mañana o nunca
sabré que eternamente
habrá consuelo
si te pierdo.
Si te pierdo…
la noche se abrirá
y no serás el viento en mi
nostalgia.
No habrá más pétalos,
ni viento, ni marea.
Sólo espejismos fugaces,
sólo brisa.
PRIMERO
Primero quiero descubrir
todos tus sueños,
tus cicatrices, tu herida,
tu alma en paz.
Dejarte el cielo completo
y en tus manos
dejar mis ganas y mi
verdad en tu sangre.
Olvido mis fantasmas y el
vacío
cada vez que veo el sol en
tu sonrisa.
Iluminaste mi pasado en un
segundo
y recobré mis sueños, mi
ansiedad.
Primero intentaré alejar
tus miedos,
sentir que a veces hace
falta el dolor
y alguna vez, ser más que
luna llena.
Las cadenas y el eco me
persiguen
aunque tu vida me aleje
del abismo.
Todo es mejor, a tu lado,
aún si no pasa.
VESTIGIOS
Dentro del mar, vestigios
de la culpa
y un par de pesadillas y
recuerdos.
Nada más penetrará en la
sangre.
Un bálsamo ante toda esta
locura
me servirá para brillar en
el ocaso.
Tú no lo harás, no será
poco ni mucho
perderme y encontrar el
universo.
SOLAMENTE
Sólo buscaré rozar tu
alma.
Tu puño y mi letra,
tus heridas...
La victoria ajena.
Nada más tendré
que mi vida al aire
sin la realidad que
descubre, a gritos,
solamente muecas.
Volviste una vez a mi
cementerio
de esperanza y fuiste
lo poco que tengo para
sonreír,
sólo tu belleza.
Traspaso los vidrios,
reaccionando al fuego,
sacando del fondo de mi
corazón
otra gran quimera.
No me reconozco,
no vuelvo, te esquivo,
y en la habitación,
mi alma te recuerda.
Tu voz en la noche ya no
suena exhausta;
me pide que calle, que
grite y libera
tantas otras veces en que
no hubo nada.
Sólo tu pasión y mi cuerpo
en venta.
FRUTA MALDITA
Una fruta maldita y la
oración
me alejan, me acercan,
tantas otras veces,
del cielo que busco.
Sombras y fortuna no van
de la mano.
La mirada fluye,
y las botas de un ángel
marcan el camino.
En mi oscuridad,
espera, dormida,
toda aquella angustia.
Desde allí, despierto.
Sin oír tu voz,
descubro que vivo latiendo
sin alma.
Conmueve mi tiempo tu
vacío,
me interroga a gritos tu
silencio.
Me molesta tanto estar
ausente…
Olvido mis fantasmas,
desaparece el miedo
pero el cielo no llega.
Escucho tu susurro,
sostengo la agonía
aunque la escarcha en tu
voz sigue quemando.
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A MÍ NO
Por Marcelo Juan Valenti
No, a mi no me gusta el fútbol.
Raro.
Le gusta a todo el mundo.
Más que gustar, apasiona.
Como una pelota de cuero, vienen rebotando los recuerdos.:
una constelación confusa de nombres. Malos y buenos jugadores, ascenso y
descenso de equipos. La palabra foul, que los periodistas pronuncian faul,
debería ser fault y yo siempre entendí
faun. La inquietud previa a los clásicos, las tablas, los mundiales.
Todo, todo, todo ese mundo cubierto por el color rojo de la
pasión. De la pasión de los otros.
¿Qué es eso que no me hace “clic” cuando de fútbol se trata?
Mi padre....es presidente de un club de fútbol. A él le
gusta. Como a mis dos hermanos mayores, como al menor. Incluso a mi madre le
gusta el fútbol. Es hincha de los eternos contrincantes del club de mi padre.
Las discusiones entre ellos, a veces, eran acaloradas, discutían por el fútbol,
en lo demás se entendían.
¿Será una falla en la transmisión genética?¿O uno de mis
progenitores esconde el alevoso secreto familiar de un tío abuelo al que no le
gustaba?
Que no le gustaba el fútbol, claro.
Como a mi.
Como a mi no.
En mi memoria con forma de fútbol, viene la primera vez que
mi padre me llevó a la cancha. No era todavía presidente, pero ese ya era SU CLUB. Porque.....la gente
adopta desde y para siempre un club, ¿no? Estaba....él estaba, feliz. Un nuevo
hijo al que le abría la puerta al mundo de los colores propios. Esperaba
reeditar el éxito obtenido con los dos mayores.
La cancha me pareció inútilmente verde, la gente gritaba,
tuve ganas de orinar cuatro veces. Esos muchachos corrían ahí abajo, atrás de
la pelota. Me entusiasmado padre me preguntó no sé que cosa que no entendí y
que debo haber contestado con un disparate porque, por una vez, salió de su
atmósfera y me miró azorado. Mis hermanos también me miraron de reojo......Creo
que todos los que estaban cerca miraron....pero puede que se tratara de una
impresión.
Volvimos a casa.
-¿Te gustó?
-No.
Me llevó varias veces esa temporada. Luego repetía la misma
pregunta. Recibió siempre un no. Desistió.
Algunos domingos después de la capitulación, cuando padre y
hermanos se habían ido, mi madre, me
dijo, en el mayor tono posible de complicidad.
-Hoy te voy a llevar a un lindo lugar. Vas a ver que eso si
te va a gustar. Pero....apurémonos.
Y me llevó......a un partido, pero en su club.
Con el transcurso de los años, no logro dilucidar a quien
espanté más. Mi pobre madre querida.....ella también tuvo su no.
El problema no pasaba por la elección del cuadro. Era el
fútbol. A mi no me gustaba. A mi no.
Aquel domingo perdieron ambos equipos. Sobre la cena
campeaba la indignación. Solidarizados, los dos bandos, comentaban los mutuos
malos desempeños.
En un momento en que se creyó resguardada de toda
indiscreción, mi madre cuchicheó
:-Anselmo, tengamos otro hijo.
Los espié por el rabillo del ojo izquierdo. Ambos me
miraron.
El horror no podía ocultarse para siempre. Un rumor,
solapado, estremecedor, circuló en la familia.
-A lo mejor lo de este chico es el básquet- dijo tío
Alfonso.
-¿No ves que no le da la altura?¿Probaron con el tenis?-
contestó tío Ricardo.
-Hum, no, este tiene cara de que va a agarrar de esos
deportes raros que tienen los yankees- terció tío Hipólito.
Fue mi abuelo Ignacio al que se lo ocurrió preguntar:-Pero
nene, vení para acá y contale al nono, ¿qué deporte te gusta?
Me encogí de hombros. ¿Estaría esperando un deporte por
nacer?
No, yo nací para ......una suerte de deporte milenario. Al
año siguiente, en la escuela, aprendí a leer. Y no me detuve nunca.
Pronto aprendí que lectura y fútbol no casaban bien. O no
casaban, directamente.
Ya sé cual va a ser la objeción a las dificultades del
maridaje que acabo de enunciar. Decenas de autores han escrito centenas de
cuentos sobre fútbol y otros deportes. Desde libros abiertos avanza una
caravana de escritores que llevan en la mano
una lapicera y una pelota en el
pié (o la hacen rebotar con la mano libre). Fontanarrosa viene a la cabeza de
esa procesión.
Le he contado esa imagen a mi analista. Me contestó.-Pero
por favor. Eso es literatura.
La escuela trajo a la tierra el paraíso. Y también el
infierno.
Porque si la inercia o la astucia me dictaron una respuesta
a la infaltable pregunta de mis compañeros.-¿De qué cuadro sos?, a lo que
invariablemente respondía con el nombre del equipo paterno, era claro que algo
me pasaba. No comentaba los partidos, no sabía nada de los jugadores, no
aceptaba ninguna invitación a jugar a la pelota.
Algo me pasaba, sí, era que a mi no me gustaba, nunca y bajo
ningún concepto, el fútbol. No, no me gustaba. A mi no.
La adolescencia trajo algunos cambios. Mi madre nos dejó. En
sus escapadas, siguiendo a su cuadro, conoció a un hincha de sus mismos
colores. Creo que, a diferencia de con mi padre, con este nuevo compañero
coincidía en tema fútbol y nada más.
Ángel, el hermano menor de mi padre, se casó con una
psicóloga.
Una de las primeras cosas que le escuché decir fue:-Ese
chico necesita terapia.- lo dijo cuando le contaron que no me gustaba el
fútbol.
Mi padre decidió aceptar el consejo de su nueva cuñada. Yo
iría para solucionar el problemita ese, de mi desinterés deportivo, pero también
como portavoz familiar del fracaso de su matrimonio.
Así llegué al diván de mi analista.
Es probable que te preguntes que hacía yo en todo ese tiempo
que los demás dedicaban al fútbol.
Debo confesarlo.
Yo....yo leía.
Bueno, ya está. Ya está dicho.
Yo leía con desesperación. Con hambre, con furia. Seguía la
obra de un autor, me dejaba llevar por título que me tentara, me guiaba por
criterios que me apresuraba a romper. Leía libros que me remitían a otros.
Leía, leía, leía, hasta transformarme en un monstruo, en un ermitaño, en un
cíclope. Leía de día, de noche, en los bares, en la cama, en el baño. Leía
hasta que me retaban, me echaban, me despertaban del sueño resplandeciente de
los libros.
Polaroids. Mi padre y mis hermanos se van, como todo
domingo, a la cancha. Me quedo solo. Leo.//Salimos en familia. En todas partes
, se abre un ojo malicioso. Es ese. Es al que no le gusta el fútbol. Otras
gargantas ahogan exclamaciones.// Fui el primero en aceptar la invitación de mi
madre para conocer a su novio. ¡Pobre tipo! Buscó la complicidad haciendo
bromas sobre fútbol, que coronó con un:-Vos sos de la contra, ¿no? Vi el rostro
desfigurado de mi madre, mientras yo contestaba:- No me gusta el fútbol. Ella
murmuró:-Pero si te dije. Él:-Ah, ¿era este? Ambos me miraron desolados. Fue
difícil remontar esa noche.
Cuando sobrevino la lógica separación de bienes, todos los
varones nos mudamos a una casa cercana a la cancha.
Mis hermanos repetían:-Viejo, buscate una mina y dejate de
joder.
Pero mi padre prefirió hacer carrera en el club, como vocal
en la comisión directiva. Y no se detuvo hasta hoy, que ha llegado a la
presidencia, aureoleado por una seguidilla de triunfos.
No, yo no me casé. Ocasionales candidatas me hablaban
de.....fútbol. Así que, no, no me casé.
Tantas veces entré en el living de mi casa y encontré una
apasionada discusión sobre fútbol. Yo, con un libro en las manos. No sé cual de
las reacciones me ha lastimado más: la consuetudinaria indiferencia o las
miradas recelosas, enmarcado todo en un silencio reprobador.
¿Cómo salgo de este gris laberinto, como los que les
gustaban a Borges, aunque el adjetivo sea de Sabina parodiando a Almodóvar?
Con...la literatura,
claro, que participa de la vida tanto como el fútbol.
Revisé mi biblioteca con método, con ansiedad.
Y encontré, en “Misteriosa Buenos Aires”, de Manuel Mujica
Láinez, la vía de escape para esta historia. El ardid liberador está cifrado en
el cuento “El ilustre amor”. Si se había animado Magdalena, la protagonista,
con tan exitoso y elegante resultado, yo no me iba a quedar a la zaga.
Bajo la presidencia de mi padre, el club subió a primera y
dos años después ganó el campeonato. Esta tarde celebran los triunfos con una
gran marcha callejera, encabezada por jugadores y directivos.
Pasarán frente a mi casa.
Compré el equipo completo: camiseta verde, rojo y azul;
pantaloncitos azules, medias verdes. Compré botines, negros. Una gorra, un
redoblante.
Aguardo, así vestido y preparado, detrás de la puerta.
Siento los cánticos, los gritos, los aplausos, los bocinazos. Ya están aquí.
Salgo.
Al principio nadie advierte mi presencia. Comienzo a batir
el redoblante y a cantar. Voy dejando de lado la timidez. Los primeros en verme
son algunos hinchas, que entusiasmados me abren espacio en la marcha. Veo las
espaldas de mi padre, mis hermanos, los
jugadores. Avanzo con el grupo y dentro de él. Logro adaptarme al cántico que
entonan. Un pasillo se extiende en zigzag entre la gente. Paso junto a los
primeros conocidos: unos ex vecinos que se codean con las bocas abiertas.
Mi gorra con los colores del equipo tiene cascabeles, sacudo
la cabeza para hacerlos sonar, un extraño, incierto, incomprensible entusiasmo
me va ganando. Cada vez que creo alcanzar el techo del volumen, me doy cuenta
de que puedo subirlo otro poco. Nadie hace más ruido que yo. Cuando comprendo
esto , he llegado a la primera línea de la marcha.
Mi padre me mira.....sé que no puede creerlo. Mis hermanos
no entienden lo que pasa. Algún jugador, o miembros de la comisión, que me han
visto fugazmente, pasa la información a los demás.
-Es ese, el otro hijo.
-¿Cuál?¡El que no?¿El que es famoso porque el fútbol no le
interesa?
Llegamos a un cruce de avenidas, la marcha sufre una breve
detención, un momento de fascinación ante sí misma. Aquí están los medios
apostados. Doy un paso.
Cuando el movimiento se reinicia, yo voy encabezando. Las
ventanas de los edificios se abren a nuestro paso. Llueven vítores y papel
picado.
Cerca, cada vez más cerca, se recorta el estadio, nuestro
destino
El ingreso semeja una interminable exclamación. Los
jugadores van hacia el campo, los hinchas a las tribunas, mi familia hacia el
palco oficial, al que se asoman como un grupo principesco. Yo no lo dudo, ocupo
un lugar sobre el verde, junto a los deportistas.
En ningún momento dejo de agitar mi redoblante, de cantar,
de agitar los cascabeles de mi gorro.
Pasan las horas, todo se atenúa, vuelve a sus formas, a sus
colores habituales. A lo real.
Regresamos a casa en silencio, estoy agotado por el
esfuerzo, la garganta rota insinúa que no hablaré más.
Llegamos.
Avanzo, como puedo, hasta un sofá del living.
Mi padre activa el contestador automático del teléfono. Hay
incontables mensajes de mi madre, que lo ha visto todo por televisión.
No es la única.
Un semicírculo rodea a mi padre. Mi hermanos contestan sus
celulares, son amigos y conocidos que no entienden qué me ha sucedido. Cuando
se cansan, deciden apagarlos.
Más allá, la línea de cuñadas y sobrinos. Uno de esos niños
amaga preguntar:-¿Pero no era que al tío......?
Una bofetada interrumpe la frase.
Todos esos ojos me observan, expectantes, como no han mirado
ningún partido de fútbol.
Sé que no abandonaré más estas cuatro paredes.
Permaneceré aquí, ajeno, intocable, incomprensible. Un objeto suntuoso,
inasequible a la suspicacia, a la maledicencia. Atrapado, ante los demás, por una pasión que jamás, jamás, jamás, he
sentido.
-Pero dígame- la voz indignada de mi terapeuta me hace
saltar del diván- ¿Qué pretende con esa descarada parodia de un cuento de
Manuel Mujica Láinez?¿Superar sus traumas, sus conflictos? Pero...pero todo ese
disparate, es literatura.
Y claro, si, es literatura. ¿Y por qué? Porque a mi no me
gusta el fútbol. No. A mi no.
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ÁFRICA
¡África!
Los extranjeros te
conocemos
tan solo de nombre
y forma,
pues te hemos visto
en los Átlas,
en la tele, o en
alguna foto
de periódico o
revista,
no sabiendo que en
tus entrañas
tu volumen se
oculta
siéndonos invisible
a simple vista,
cual inmenso
iceberg flotante
desprendido de un
glaciar.
¡África!
Tu espíritu y tu
esencia provienen
de los restos de
grandes imperios,
Egipto, Cartago,
Roma, el Islam,
Ghana, Malí,
Songhay,
engullidos en las
tinieblas,
perpetuados por
unos pocos
que a pesar de los
siglos
tu esplendor han
sabido valorar.
El más conocido
Egipto,
"Egipto, Don
del Nilo"
dicho por Erodoto,
que nos estremece
el oirlo nombrar,
pirámides,
esfinges, dioses,
historias
faraónicas y monumentos
que nos hacen
vibrar,
a tal punto, que
los codiciosos
han robado de tus
entrañas
tesoros invaluables
que jamás podrás
recuperar.
¡Oh África!
Sin inmutarnos hoy,
observamos
la vasta extensión
de tu desierto,
que milímetro a
milímetro
te abraza sin cesar
y la tranquilidad
del mismo,
que el extranjero
expugna
con su gran Rally
de Dakar.
La sequía de tu
suelo es recurrente,
forzando
comunidades a emigrar
en la lucha por
buscar recursos,
provocando
conflictos entre tribus
que de hambruna no
quieren acabar.
Y... que decir
¡Oh África!
de tu mayor
flagelo, el "SIDA"
del cual sabes que
es mejor callar,
aunque el terror
esté en el ambiente
sembrando inquietud
y soledad,
que ahora arrebata
la cuarta parte de
tus vidas
y camino va a
convertirse
¡en la mayor
catástrofe
que vivido hayas
jamás!.
¡África!
Siempre has sido
blanco
de guerras que te
abrazan
acabando con el
acervo africano.
Niños soldados,
luchando y muriendo
en tus guerras
olvidadas,
ésas que nisiquiera
aparecen
en un pequeño breve
de una escondida
página
de los occidentales
diarios.
Inocentes, hechos
un manojo de nervios,
con la mirada negra
de angustia
bajo las bombas y
proyectiles,
que con dura mano
causando espanto y
terror,
empuña su propio
hermano.
La catástrofe se
abate sobre tí,
el mundo entero
mira
cómo te desangras,
nuestras caras
yacen inmóviles
aún viendo tus
lamentaciones
que suben a lo alto
de los cielos,
sin escuchar tu voz
ni volver nuestros
ojos
hacia tí, para
llorarte.
¡África!
La de los safaris,
la de exótica
fauna,
la de grandes
imperios
y monumentos
históricos
tapizada por
selvas,
sabanas y dunas
doradas
que llegan hasta el
mar.
¡Oh África!
¡Que olvidada del
mundo estás!.
MARIA CLEMENCIA BOTERO YALI
Derechos de autor: 10-226-234
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POESIA Y
E-VIDENCIA
En este rincón de alegría y humos de
ensueño, dejados en la estacada por el amoroso Gustavo quien ha sentido la
llamada del deseo de fornicar, marchando a Sicilia al encuentro de su amada, y
creo que va a pasar el mar Mediterráneo
a nado o a pies juntillas, vamos a apretar el botón de arranque de la Poesía y
E-Videncia, si se puede.
Es
este un rincón cerca y lejos del circo político de los horrores y errores de
nuestra vida. Pretendemos que este sea un remanso de poesía y de amor para
realizar y contar nuestras historias mimadas, sensualizar nuestros sueños de dulce hierba en interacción
con
el contacto directo, sacando de nosotros lo pícaro que llevamos dentro.
Todas
las cuartillas en sueños y tentaciones escritas y recitadas o leídas serán un
día plasmadas en un libro.
Estamos cerca del Cementerio real y
cementerio de la vida burgalesa donde esta semana han arrancado de su osario el
cuerpo del Cid, montándole de nuevo en su “parda mula tan trotona como falsa”,
que diría Eugenio Tapia, con una maleta en la mano, en cuyo interior se
encuentran los huesos de Jimena robados al Monasterio de San Pedro de Cardeña.
Hemos visto a la plebe que vitoreaba al Cid
con cara de sepulcro de los Escipiones encontrado en Tarragona, y con
cara de sepulcros antropoides hallados en Cádiz
Por otra parte, oímos los aullidos de lobos gritando contra la Crisis de
un gobierno que hiela la sangre, y a los representantes de Aborto Cero coreados
por un ejército de fetos mirándose a los ojos de un psicótico. Llegando a la
conclusión de que el gobierno ha llegado a un paroxismo demente, sin límites ni
cordura alguna.
Mientras, en Roma, siempre al límite de
la mística más turbadora, se santifica a un
tal Juan de Avila, mientras se escucha el lamento de un violón tocado
por el papa en un intento de suicidio angelical como hacen los viejos en los
geriátricos. Nuestro jefe de gobierno seduce con un sonámbulo caminar pues
tiene la cabeza llena de pájaros El seduce hasta a la misma Merkel, enferma
esquizofrénica, como él, amantes del futbol.
¡Qué
triste vida para los sonámbulos del Euro¡.
Los presupuestos de 2013 están hechos
de espasmo y convulsiones de degenerados que abrirán en canal al pueblo, que
sufre en su rostro una cirugía facial abominable, producida por los lecheros
que destrozan nervios, carnes, y astillan a los indignados los huesos. Estamos
en las justas del Cid y del César Enano, en cirugía sádica de la religión y la
impostura. El pueblo más decadente está adormilado y obligado al servicio de
clérigos babosos, a quienes sólo les mola
los niños y las niñas, que les vuelven locos
Cuenta la leyenda que cuando un pueblo
marcha hacia la miseria, aparecen blancos corceles y risueños jinetes entre la
bruma a galope de falsos héroes de leyenda o de asesinos césares enanos,
obligando a los silenciosos a besar el rostro de la muerte, que por eso callan
y no se manifiestan estos muertos vivientes. Siendo la gran hazaña del jefe, llevar al pueblo a engrosar las listas
de Caridad. Cada cual arde en su propio infierno. No nos queda más que los
pisos de citas y los confesionarios, fiados de monjes de hábitos prietos. No
nos queda más que el hexasílabo de Iriarte, parafraseado:
“En una catedral
Una puta había
Que sólo follaba
En solemnes días”.
-Daniel de Cullá
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*Detrás de la ventana*
La vida está allí...
detrás de la ventana.
Vuelan
mariposas, hay perfume de lavandas.
El cerezo está cubierto,
y florecen las retamas.
Que bello desafío me
ofrece la mañana
Los pájaros que trinan,
amaneciéndole al alba.
Y yo de este otro lado,
apegada a mis sábanas.
Descorro las cortinas y
se esfuman las nostalgias
los vidrios se
traslucen, y los grillos que cantan,
la alondra se uno al
coro, y la sinfonía se desata.
¡Cuántas veces quedamos!
De este lado de la ventana
viendo pasar la vida,
con una indiferencia que espanta
y el tiempo ¡TAN VELOZ!
No perdona y nos mata.
Seamos protagonista de
esta historia prestada
subamos al escenario a
participar y ganarla
a esta loca carrera, de
horas y de demandas.
La vida seguirá allí,
pero desnudemos el alma
sobre la gramilla
verde, asida de las nubes blancas
sintamos que vale la
pena... vivirla con paz y en calma.
Aceptemos el desafío, y
ganemos esta batalla
de no pensar
en nosotros, cuando hay tantas desgracias
la sociedad necesita de
seres "con almas blancas".
(¿La vida? La vida es
eso que dobla la esquina cuando suspiramos) Liby®
Libia Beatriz
Carciofetti // Argentina
Derechos reservados Nº
452298
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VI
TE QUIERO como la
tierra al río
y a
la noche innumerable de silencios
como los días de esperanza te quiero
aunque por ello sufra el dolor de este planeta
Te quiero
en el canto profundo de todas las cosas
te
quiero sin desnudos
y cuando
estás desnuda mujer lejana y sombría
con tu
vientre de futuro te quiero
Sé que he
nacido para el instante en que el destino nos vuelve locos
sé que tu
amor no es la cópula y el beso de los cielos solamente
Es arder
contigo sin que las manos y los cuerpos
y el alma
tengan que urdir un secreto
una
palabra un gemido
El
amor es arder en ti en mí en nosotros
es besar
la urgencia amorosa de tus labios
y la redondez citadina
de tus pechos
es
despertar en la calle de tus muslos
que
saben que te quiero
y
de tanto quererte te quieren mis manos y mi boca
y
la piel entera de mi vida que esperan habitar en
ti
las
rosas palpitantes de tu cuerpo
te quiero
León Hernán (México)
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Textos
escritos por María Isabel Bugnon
(Argentina)
QUIERO
Quiero tenerte
A mi lado,
Colibrí que vuelas
De flor en flor,
Dejando la marca
De tus besos
En cada una de ellas.
Quiero atraparte
Entre mis brazos,
No dejarte escapar,
Hablarte de mi amor,
De los sentimientos
Que habitan
En mi mente.
Este amor me llena de felicidad,
Disipa el dolor.
Mi corazón es un
Vendaval de pasión.
A pesar de la distancia
Mis versos
Y tus letras caminan
De la mano,
Nos roza el alma,
Acarician la piel
Y arrullan nuestros
corazones..
PAZ
La poesía y la paz
Van de la mano
Elevando amor y sueños.
Si la mente de los poetas
No seria caudal de versos
La poesía no lograría
Ser amiga de la paz.
La paz nos abre un mundo
De hombres poetas,
Los cuales dejan
Que la poesía se suba
A las nubes, galope por el universo
Para unir nuestras palabras
En un abrazo sincero
Recordemos que somos todos hermanos
Sin distinción de credo
Raza o color.
Escribamos poesía s para
Que la paz resurja airosa,
Abra nuestras mentes,
Se instale en nuestros corazones.
El cielo se cubra de palomas blancas
Símbolo de la paz en el mundo.
CARTA DE AMOR
Te
pido perdón por este silencio, pero no dudes
Que mi
amor por ti sigue vivo,
Aunque
aparente la frialdad de la roca o una falsa despedida.-
Mi amor
se mantendrá en el tiempo siempre con la prudencia, el respeto, la
cautela, en un mirar silencioso.
Este
corazón travieso quizás pretenda abrigarte en esos días que te
sientas solo y triste.-
Confía
en este amor transparente, aunque la rutina amenace con ahogarlo.
Los
días son interminables esperándote pero sigo acá como todos los
días, alimentando este amor que una fría mañana del mes de agosto
llega a mi, cual niño que habré los ojos a la vida.
Despliego
mi corazón como si fueran las velas de tu velero, cuando las
acaricia el viento.
Es la
primera carta que te escribo llena de amor y esperanza.
Dios
quiera puedas leerla amor mío, a pesar de la distancia que no me
deja llegar a ti, yo te amo igual, nada ni nadie lograra cambiar mis
sentimientos, tu te mereces mas que una simple carta de amor.-
Por
ahora te dejo mi humilde pero inmenso y sincero amor, las ilusiones,
anhelos de un mañana juntos.
Recuerda
que en esta tierra lejana siempre estaré esperando por tu amor.-
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SELECCIÓN DE POEMAS
Por Marcelo Juan Valenti
Inmediatez.
El horizonte al alcance
de la mano.
Plumas levísimas
del
instante necesario
para recorrer
la distancia
que casi no existe.
***
En sueños
se combinan cielos
claros
con casas a oscuras,
como los pintó
Magritte.
Un
paisaje
paradojal.
La contradicción se
suspende,
al peregrinar
por la finura
cromática
de la realización
del deseo.
***
Clásico el vacío,
clásico el silencio,
de esta tarde
en la ciudad.
El paisaje
es una voz
sorda,
que hipnotizó a los
habitantes.
Cruzo,
con mutua sorpresa,
a los otros no
convocados
por la pasión.
***
Bosque
de rectángulos
iluminados,
que avanza
hacia
mi.
Soy aldeano
de una comarca
fugaz.
***
No te acerques.
El viento
sacude
las murallas,
habrá
desmoronamientos.
A lo lejos
la planicie
se alborota,
interrogándome.
Si desconozco la respuesta
me devorará,
con glotonería de
esfinge.
***
Ojos color sepia:
un paisaje de naranjos
se ausenta.
en el tiempo.
La exageración
de las pupilas
intenta el rescate.
Cuatro generaciones
después
continúa
el extravío.
***
Está
en las nervaduras
de una hoja dorada,
en el pétalo de una
flor
de interregno,
en el ojo nacarado
de un mosca, en los
círculos concéntricos
que trizan al lago.
Cada detalle
alberga
intimidad de mapa.
***
Gritos
de protesta
en el jardín de los
faisanes.
Me pierdo
en encrucijadas,
bajo árboles
aromáticos.
Tu rayo
será la llave
de la plazoleta.
Todo me cubre
con ropaje de
asombrado terciopelo.
***
Soy un vagabundo
escondido
en el territorio
casual
de mis ojos
cerrados.
Oscuridad
es la palabra que me
guía.
El panorama
concluye
en el párpado.
***
Vienen
de un mundo ajeno.
Para afianzar
su ser
han usurpado un vasto
espacio verde a los
paseantes.
Observo,
mudo,
la mímica del juego.
***
Abandonado
en este punto
geográfico
y a la espera.
El paisaje
son los otros,
las carcajadas y los
gestos,
alguna canina
perplejidad.
Cada parpadeo es una
tijera
oxidada,
parcial
inútil.
La mirada
deviene
playa desolada y
perpetua.
***
No alcanzo el
horizonte,
tampoco el cielo.
Las islas están lejos,
nada detiene al río ni
a las estaciones.
Es casi irreal
el cincel
de las hojas,
la demarcación
cromática de las temporadas,
la incursión
indefinida
del viento.
***
Panorama
en el lenguaje,
en el trauma.
Cada complejo un
risco,
una selva, un mar,
significantes.
Le temo al camino.
Muere
el paisaje
tras el vallado
del discurso en el
diván
***
Salta
en su única pierna,
me conduce por los
senderos umbrosos.
Mi secreto ha sido
descubierto.
Las mariposas azules
crecen
conforme nos acercamos
a lo más profundo
del bosque,
no se arriesgan
a revolotear
sobre los acantilados.
Allí
reinan los lagartos.
El recuerdo
de nuestro paso
se perderá,
pronto,
en la memoria de una
cascada.
***
Presencia
constante
del islote
frente a la felicidad.
¿Quién se atreve a
nadar con tiburones?
Al cálido manto del
agua
sucede
la frialdad de la
tierra.
El paisaje
que otros ven,
me incorpora.
***
Archipiélago
supérstite.
La ola
alegórica
se sacia
con la policromía
sinfín
de la materia.
Somos sutiles
caramelos
que acicatean
a una gula
prepotente.
***
Asfixia nacida
en una casa sin
ventanas a la calle.
Hacia el dibujo
psicomágico
me llevó
la intuición.
Fallé.
Ningún alivio trajeron
los vitrales que
horadaban
mansiones imaginarias.
El aire se precipitaba
al cielo
desde el patio
amurallado.
Así,
el país de la infancia
no se abandona jamás,
cerrada la frontera
por la certeza de que
para algunos
el paisaje
es imposible.
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“CARTA A UNA
AMIGA”
Mi querida Etelvina:
Luego
del mal trance
por el que he pasado,
hoy puedo decirte
que me siento mejor,
el transplante ha sido
de lo más exitoso,
salvo algún detalle
me lo dijo...el doctor.
Vos
me preguntabas
en que consistían,
los elementos puestos
en la intervención,
glándula de mono
y ovario de yegua,
que salvaron mi vida
me embarga...la emoción.
Después
de operarme
no se que me hicieron,
ya no soy el de antes
que era propio, un rey,
los veo y me trepo
a algún que otro árbol,
y por culpa del ovario
me siento...un poco gay.
también te confieso
que tengo problemas,
al zoo no puedo
a mi nieta llevar,
el mono excitado
me tira besitos,
y la mona enojada
me quiere...pegar.
Hoy tengo otros gustos
como diez bananas,
me constipo todo
que le voy a hacer,
entre sueños veo
venir a mi
encuentro,
a la mona chita
y a…Tarzán también.
Estoy en el trance
de ver lo que hago,
me crece el pelo
que es un horror,
me hice
mil brushing
claritos y rulos,
la vieja me huye
y ya no hago…el
amor.
Yo por este medio
les agradezco a
todos,
los buenos deseos
y la preocupación,
Espero el alta
Y que me la firmen,
Para que no crean
Que perdí…la razón.
Sin más que contarte
te dejo Etelvina,
verás que lo
mío
no es fácil de
llevar,
a veces por culpa
de la yegua que
llevo,
me vienen los
calores
y no me
puedo…aguantar.
(un desvarío de)
Boris Gold
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COLOFÓN
Por Viktor Gómez Valentinos
Dos
piernas, dos rodillas, dos tobillos,
los dedos diminutos de los pies
que son tan parecidos unos a otros
y suman sus falanges en parejas,
los huesos semejantes, sucedidos
y su contaduría vertebral
para escribir el peso o el fulgor
son nómina y carbón en papel copia,
perfecta simetría con que el cuerpo
busca no estar tan solo y se consuela
del lunes y su abrazo envenenado.
Por eso se acompasa en paridad,
escruta sus meninges, sus alardes,
su tiempo entristecido y concluyente
y cuenta sus costillas mientras gime,
porque es inmensa la llanura sola
y el sol está tan lejos como el mar.
El día en que nos faltan los afectos,
palabras olvidadas como trébede,
justicia, lapicera o resplandor,
cuando estalla la flor de la torpeza
y aroma los manzanos al troncharse,
el cuerpo se conforma como puede,
busca su concordancia, su acomodo
para la ley de las compensaciones
y balancea su peso duplicado
por el estrecho beso de lo dual.
Tan sólo los impares desiguales
-el sexo, el corazón o la cabeza-
revientan en su plomo solitario,
reclaman con ardor para la sed
y exigen de algún modo compañía,
un canto en que se enreden otras voces
haciendo más liviano el universo.
(de La ausente, Cáceres, Diputación/ Institución Cultural "El Brocense", 2004).
los dedos diminutos de los pies
que son tan parecidos unos a otros
y suman sus falanges en parejas,
los huesos semejantes, sucedidos
y su contaduría vertebral
para escribir el peso o el fulgor
son nómina y carbón en papel copia,
perfecta simetría con que el cuerpo
busca no estar tan solo y se consuela
del lunes y su abrazo envenenado.
Por eso se acompasa en paridad,
escruta sus meninges, sus alardes,
su tiempo entristecido y concluyente
y cuenta sus costillas mientras gime,
porque es inmensa la llanura sola
y el sol está tan lejos como el mar.
El día en que nos faltan los afectos,
palabras olvidadas como trébede,
justicia, lapicera o resplandor,
cuando estalla la flor de la torpeza
y aroma los manzanos al troncharse,
el cuerpo se conforma como puede,
busca su concordancia, su acomodo
para la ley de las compensaciones
y balancea su peso duplicado
por el estrecho beso de lo dual.
Tan sólo los impares desiguales
-el sexo, el corazón o la cabeza-
revientan en su plomo solitario,
reclaman con ardor para la sed
y exigen de algún modo compañía,
un canto en que se enreden otras voces
haciendo más liviano el universo.
(de La ausente, Cáceres, Diputación/ Institución Cultural "El Brocense", 2004).
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