domingo, 25 de noviembre de 2018

agua caliente de sol (Cecilio Olivero Muñoz)


Agua en cubos caliente de sol,
parir es el hoy, la fragancia fue en mayo;
cuando el dios del esparto frota tu yo
canturrea mientras te das un baño,
 oí mi nombre con cariñoso algodón 
 y con tu voz dabas caricia y milagro,
te nace la tarde en tu gran corazón 
y una pregunta acude al dolor descalzo.
Te contestan en el silencio con tos
y se persigna un destino en cada mano;
caben mil suspiros en esta canción, 
tapiz con pavos reales y papagayos,
cabe en este sueño vainilla un amor,
un ruiseñor, y tres niñas cuentan rebaño,
cabe pacato baile con despertador,
cabe lo precario, cabe un tiempo huraño, 
cabe una prisa ajena y doña coliflor,
una risa, una pena, una siembra en vano,
cabe agua en cubos caliente de sol,
cabe una tristeza que mira hacia abajo,
sin ti, ninguna navidad será luz y color,
 tu calor partirá como parte el verano,
si en la paella de domingo, tú eres el arroz,
también eres fuerza e instinto, lo cotidiano,
eres moral despierta, sentimental educación,
sacrificio que se levanta temprano,
agua en cubos caliente de sol
te imitan auroras, te olfatean el rastro,
agua en cubos caliente de sol,
tu sombra atrae refugios en su simulacro,
cada veinte de marzo es un sí y es un no
y una vértebra agota su función de diario,
finges desdén ensayado tras tu emigración 
 un telón que sube torpe en cada entreacto,
así es la vida, dureza y tesón,
 y espejo del mundo inmundo hecho teatro.
Agua en cubos caliente de sol,
la sepultura espera, 
cada final tiene un último acto.]

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Nostalgia de Johnny Hallyday (Juan A. Herdi)


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El mismo año de la muerte del Boris Vian, 1959, un jovencísimo Johnny Hallyday, con apenas 16 años, debutaba en la radio y en la televisión. Comenzaba así una larga carrera musical en el que el cantante francés se decantaba por el rock, fue a todas luces la rama rockera de la «chanson française», después de que quedara fascinado por Elvis Presley tras verle en la película «I love you».
No sé si Johnny Hallyday conocía en su debut al escritor, músico y articulista Boris Vian. Quiero creer que sí. Ambos estaban fascinados por la cultura de los Estados Unidos, por su música desde luego, el jazz, el rock, los espirituales negros o la música sinfónica del periodo de entreguerras, por su cine, que es la gran aportación norteamericana a la cultura mundial, y por su literatura, es la época de los beatniks, protagonistas de los 50 y 60, pero también de Faulkner, de Truman Capote, de Mailer, de Flannery O´Connor, de Salinger o de Steinbeck.
No es de extrañar: hubo una relación intensa entre las culturas norteamericana y francesa a lo largo del siglo XX, pero sobre todo a partir de los años cuarenta, relación que bien podríamos calificar de ida y vuelta. Del mismo modo que en Francia fascinaba lo norteamericano, lo francés atraía a muchos artistas de Estados Unidos. Josephine Baker se quedó en Paris desde que arribara a Francia en 1925 mientras que gran impacto causó en Charlie Parker la vida musical de la capital francesa, un músico que inspiró, por cierto, uno de los mejores relatos cortos de Julio Cortázar, «El perseguidor». Sería enorme la lista de autores y músicos de ambas orillas fascinados por el otro lado.
Resultaría interesante buscar lo común entre Boris Vian y Johnny Hallyday, aunque tal vez compartieran sólo esa fascinación por lo norteamericano, por el hecho de quedar ambos muy imbuidos de esa cultura ágil y convulsa, lo cual fue un rasgo incluso generacional, pero puede también que hubiera una cierta influencia en el cantante del escritor. En todo caso, fueron dos ejemplos de ese vínculo estrecho entre ambos países. Si escuchamos atentos a Johnny Hallyday podemos incluso sentir en ese tono suyo tan melancólico y sentimental algo muy propio de algunos relatos literarios, musicales o cinematográficos que nos llegan de Estados Unidos. Aunque tal vez esta sensación apenas sea una divagación mía.
Sea lo que fuere, hace un año que murió Johnny Hallyday. Apenas es conocido fuera de la francofonía, aunque colaboró con músicos de otros países y actuó también fuera de Francia. En España Loquillo realizó un dueto en 2008 con el cantante francés, del que resultó «cruzando el paraíso». En esta canción se entrevén algunos de las referencias sempiternas de Johnny Hallyday, referencias al descenso a los infiernos, a la sensación melancólica de pasar por la vida casi de puntillas, a la impotencia de no poder aportar más al mundo, a una vaga impresión de pérdida y soledad. Creo que hay mucho de esto en casi todas las canciones de Hallyday. También en él mismo lo hay, en una figura algo hosca en su aspecto, pero también no poco taciturna y nostálgica.
Incluso en su paso por el cine, porque también tuvo su faceta de actor en un puñado de películas, se nota esos rasgos. En «L´homme du train» («El hombre del tren»), de Patrice Leconte, interpreta a un ladrón de bancos que llega a una pequeña ciudad francesa y ante la imposibilidad de alojarse en un hostal, están todos cerrados, acaba en la casa de un profesor de literatura jubilado, interpretado por Jean Rochefort, con quien charla largo y tendido, más bien charla el antiguo maestro, y se siente que ambos renunciarían sin dudarlo en absoluto a sus vidas respectivas por encarnarse en el otro, cuya vida les parece a cada uno de ellos mucho más interesante.
A un año de su muerte resulta imposible no sentir una nostalgia más que notable por Johnny Hallyday. Es un tópico: nos queda sus canciones y sus actuaciones periféricas en el cine. Pero también su propia presencia, sus palabras, su melancolía entre sus gestos.

martes, 6 de noviembre de 2018

Réquiem del crisantemo funeral (Cecilio Olivero Muñoz)


No puedo negar que te tuve a ratos presente
en mi sofá, en mi mirada, en el paladar;
la vanidad suele ser morada frecuente,
¿No sabes que es corto el camino por andar?
A veces yacemos rezando por el ausente;
renuncio al cemento, prefiero el oquedal,
echar de menos la incógnita latente
de si es la nada o si la nada es adimensional,
el alegre palpitar que deja el sí reciente,
la mortaja fría en un triste hospital,
déjame la paz, déjame ser calma decente,
no ser mentira, tampoco ser verdad,
déjame partir de este baile para siempre
 donde se respira el réquiem del nunca jamás,
réquiem es la vida un uno de noviembre,
quizá acuda al lecho un ejército del mal
liderado por el esqueleto de la muerte,
acude este réquiem como prisa vegetal
y que ya no expliquen ¿¡quién fuese suerte!?
Para derramar el gran milagro del pan
que consagra su espiga y su sal al quererte,
te dirán que fuiste bueno, una, y otra vez más,
que fuiste cobarde y que fuiste valiente,
la gente habla porque es muy fácil hablar,
reposo final de dar un paseo inocente
como un paso al frente, y no regresar atrás,
la vida es parte del negro luto solemne,
la vida es beso que se evapora de aguarrás,
siempre quedará ese paseo total pendiente,
siempre habrá sonrisas partidas por la mitad,
siempre caerá el diente antes que la simiente,
siempre habrá lugar y una última soledad.