jueves, 1 de agosto de 2019

Luis Pastor (Juan A. Herdi)


Al igual que aquellos periodistas despistados que se preguntan con aire extraño qué ha sido de los cantautores, yo me lo he vuelto a preguntar también hace apenas unos días y motivado por una lectura reciente, la de la novela Los Baldrich, de Use Lahoz, dos de cuyos personajes escuchan hasta la obsesión, incluso cuando su tiempo parecía haber pasado, a ese grupo de cantantes de la Nova Cançó catalana, que recuperó el uso de una lengua y una tradición, y la vinculó a temas de aquellos años, los sesenta y setenta tan convulsos, los ochenta y noventa más intimistas. 
También aparecieron cantautores en otros lugares de la Península, en el País Vasco, a su vez recuperando una lengua bastante reducida hasta aquellos años, limitado su uso casi a lo local, en Castilla, ligando su música a tradiciones históricas, en Andalucía y Extremadura, y no digamos en Portugal, cuya Revolución ha quedado enmarcada para siempre por una canción mítica ya, todo un himno, el Grândola Vila Morena de Zé Afonso.
¿Qué fue por tanto de todos esos cantautores a los que perdí de vista (o de oída) en un momento dado, cuando dejé de seguirles por circunstancias varias que sería largo de contar?
Y ha sido casualidad que me planteara tal pregunta justo cuando la realidad testaruda y caprichosa me ha devuelto nada menos que a Luis Pastor a primeras páginas de los informativos. Resulta que el recién nombrado equipo del Ayuntamiento de Madrid ha cancelado un concierto que estaba cerrado para el 8 de septiembre en las fiestas de Aravaca y que iba a dar con su hijo Pedro. La decisión la ha tomado el distrito y ha alegado para ello que lo que se pretende es que el concierto de ese día sea más generalista, por ello habían buscado otro grupo.
Ni qué decir tiene que la decisión ha creado no poca polémica, se habla directamente de prohibición y hay quien insinúa incluso que estos tiempos que parecen haber cambiado tanto respecto a aquel momento de censura y represión –la noche más larga, de la que hablaba Aute, en referencia a los últimos fusilamientos del franquismo– en realidad han cambiado poco. Claro que no es así, al menos lo espero, digamos a lo sumo que acechan algunos peligros, pero  el que haya levantado la polémica permite tener una mínima confianza, al tiempo que la responsable de cultura, Andrea Levy, ya ha mostrado su disconformidad con la decisión.
Sea lo que fuere, me he dado de bruces con Luis Pastor, un cantautor que me fascinó cuando lo descubrí, a mediados de los ochenta, con su voz consistente y sus letras a la vez líricas, épicas y un tanto pastoriles, si se tercia. Le escuché por primera vez en Radio3 como descubrimiento y lo vi físicamente en TVE, cuando grabó aquellas coplillas que a mí me remitían a las letras populares de otras épocas que ya por entonces tanto me interesaban.
Cuando yo lo descubrí, en los ochenta, Luis Pastor llevaba ya mucho tiempo cantando. En los sesenta había dejado su Cáceres natal y vivía en Vallecas, en la colonia Sandi. Descubre a Paco Ibáñez y con él se acerca a nuevas formas de cantar, pero también a la poesía. Versiona a principios de los setenta El niño yuntero de Miguel Hernández y la poesía estará muy presente en sus discos, desde los primeros, Fidelidad o Nacimos para ser libres, hasta En esta esquina del tiempo / Nesta esquina do tempo, en el que canta a José Saramago tanto en castellano como en portugués (no es baladí la importancia de la raya en Extremadura, región por cierto también de tradición revolucionaria, con Llerena, al sur de Badajoz, con una experiencia por lo menos importante).
Supongo que nos dejamos llevar por el debate, a todas luces inocuo, de lo nuevo y lo viejo, el arte de antaño y el arte de hogaño, y más en estos tiempos del espectáculo donde todo ha de seguir girando sin remedio. Pero no, no es cierto que las expresiones del arte, sean las que fueren, pasen (más allá de las cuestiones físicas particulares e inevitables), sino que están allí, presentes, permanentes. ¿Qué fue de los cantautores? Pues que algunos lo dejaron, cambiaron de oficio, de actividad, pero otros siguieron y allí están, entre el ruido actual ocupando su lugar y buscando nuevos vericuetos. No hay nada mejor que recordar a Bernardo de Chartres y asumir que somos enanos a hombros de gigantes, y entre esos gigantes no son pocos los cantautores. Concurren por tanto en un mismo tiempo varios estilos y formas, muchas veces en paralelo, nada más paleto que dejarse llevar por las modas.
Sea lo que fuere, la metedura de pata o el peligro acechante me ha devuelto a uno de mis cantantes predilectos que, es cierto, llevaba tiempo sin oír y espero que me sirva no sólo para recuperarlo, sino también para que a su vez Luís Pastor pueda ser descubierto por los ingenuos y los valientes de nuestro tiempo. 



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