domingo, 28 de junio de 2020

Belén Bermejo, in memoriam

Que sea en un momento como éste, cuando tan necesarias son las miradas dignas, críticas y clarividentes, cuando los defensores de la poesía resultan tan imprescindibles porque la poesía es la única manera de escapar al desasosiego, que nos enteremos justo ahora, a las puertas de un verano, también de una nueva distropía que a muchos nos sobrecoge, y que sea casi por sorpresa, aunque fuera previsible, vuelve su muerte más dolorosa si cabe. Nos habíamos acostumbrado a que lanzara por twitter sus píldoras de optimismo y sapiencia, en un momento en que es fácil derrumbarse en el fatalismo porque el paisanaje muestra su lado más brutal, cuando el pensamiento o la belleza se sustituyen por lo banal y lo superficial, y por ello nos faltará ese comentario suyo siempre irónico, la ironía es, ya se sabe, fruto de la inteligencia. Echaremos de menos sus recomendaciones literarias, sus fotografías, las de los rincones que tanto amaba pero también las que iba conformando con sus comentarios. Nos faltará desde ahora sus descripciones de la realidad, apenas una brecha, pero podíamos vislumbrar a través de ella todo un mundo distinto, un mundo de palabras, de reflexión, de belleza, de libertad.
Ha muerto Belén Bermejo y, aun cuando pudiera ser previsible, nos conmueve porque de pronto sentimos que con ella se nos va parte de nosotros mismos, aunque sea una parte chiquita, una pizquita de lo que somos. Ahora mismo la literatura es uno de los pocos ámbitos en los que el yo se diluye necesariamente en un nosotros, es fundamental que nos mezclemos en una comunidad conformada por autores, editores, lectores, paseantes todos de un paseo de palabras que transportan sentimientos, ideas, visiones, emociones. Por eso, al enterarnos de una muerte, la muerte de alguien que forma parte de esta comunidad, lloramos por la persona que marcha, pero también por nosotros mismos, que nos quedamos más solos. 
Belén Bermejo había sido editora y se había comprometido con la difusión de la poesía. A todas luces, era una tarea titánica, pero se había empeñado en ello, lo había convertido en uno de sus trabajos esenciales. Utilizó todos los medios a su alcance para despertar el interés por pensar y leer, por alentar una rebeldía ante la adversidad, y lo llevó a cabo hasta el final, con su ironía y sin ocultar las debilidades del momento, tanto en lo personal como en lo colectivo, quizá no haya distingos. 
Es un tópico: nos queda su labor editorial, sus aportaciones al mundo literario. Pero también la certidumbre de que sólo desde la proximidad y el diálogo permanente, pausado y sin alharacas, podremos construir un entorno mejor, incluso en medio del peor de los mundos, que es algo que nos demostró. Seguirá formando parte de ese entorno, no cabe duda.
Gracias, Belén Bermejo. 


sábado, 6 de junio de 2020

El Bembé (Cecilio Olivero Muñoz)

Es un estigma en la memoria europea el haber esclavizado y torturado a millones de africanos, pero aún más el estigma es más profundo y arraigado para la comunidad afrodescendiente. En el Caribe y en América Latina los españoles, en Brasil los portugueses y en las Antillas y América del Norte franceses e ingleses. Es de cajón recordar el significado de la impronta que dejaron los europeos en cada grupo de esclavos africanos como los apellidos del patrón, caporal o mayoral, odio decir que fueron amos, nadie es amo de nadie, pero sí fueron jefes que les hacían trabajar a éstos esclavos comprados a un precio no muy elevado a cambio de nada, porque es conocido que éstos esclavos se alimentaban de los despojos de las reses sacrificadas y bebían el agua que se les daba a las bestias. Y digo bien, bestias, que es como trataban a la comunidad negra esclavizada. Es un estigma para la memoria mundial el que estas personas trabajaran de sol a sol a cambio de las miserias del patrón y su familia, ¿y qué dejaron ellos como huella hereditaria para la civilización de occidente? 
En Cuba y Brasil se hacía una fiesta religiosa llamada el bembé, de ahí han salido músicas como el guaguancó, la guaracha, la salsa, esto en Cuba y Puerto Rico, y en Brasil el africanismo dio lugar al tropicalismo que dio músicas como la samba y la bossa-nova, y danzas como la Capoeira. No hay que el olvidar en el norte de América por el río Mississippi salieron músicas como el jazz en Nueva Orleans, y el Blues en estados sureños como Alabama y Texas, de ahí fueron evolucionando hasta llegar a lo que es hoy día el RockandRoll por mediación también del Country y la música folk, que ésta era propia de blancos. También han evolucionado las músicas negras en Estados Unidos, como el Rap, Funky, y el Soul y se han globalizado por todo el mundo. Todas provenientes de la religiosidad como el Gospel. También en Venezuela se encuentra música como el Arrullo, son unas nanas que las madres esclavas africanas cantaban a sus hijos a modo de susurros. También Perú, emparejada con el vals peruano se encuentra el negroide, que es una fusión de tambores y cajas peruanas. Y esto es una mínima parte del tesoro otorgado a la humanidad a cambio de sufrimiento.

En esta fotografía muestro la puerta del no retorno, está en Senegal (África) que es de donde salían los esclavos para ser esclavizados y vendidos, tiene un aspecto tétrico y es un monumento histórico lamentable, yo como europeo siento vergüenza ajena. He intentado recrearla a mi manera haciendo un llamamiento en contra del racismo que sea, de la índole que sea, es una fatalidad y una sombra oscura del pasado. 

jueves, 4 de junio de 2020

Vidas que importan (Juan A. Herdi)

Durante algunos meses entre 1929 y 1930, no llegó al año, Federico García Lorca vivió en Nueva York. La ciudad era ya en aquellos años un gran centro social y cultural, un polo atractivo y también contradictorio, sin duda, de ese mundo en construcción y que, en su caso, dadas las dimensiones y la tecnificación, acentuaba la dicotomía entre naturaleza y civilización, tema este a todas luces muy actual al que no fue ajeno el autor andaluz. Huía García Lorca del ambiente un tanto cerril de España, pero también necesitaba tomar distancias para pensar en sí mismo, en sus circunstancias, y nada mejor para ello que cierto retiro, aunque fuese en un lugar tan dinámico como esa ciudad gigantesca que tanto nos influye en lo cultural. Sea lo que fuere, tal vez por ese mismo dinamismo, le resultó imposible no atender a lo que le envolvía.

Vivió la gran crisis del 29 en su epicentro. Descubrió también la vida de los negros que no pudo menos que sorprenderle, con su vivacidad y su marginación, con sus contradicciones, sus esperanzas y su frustración colectiva. Escribió: «(…) No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos, / a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro, / a tu violencia granate, sordomuda en la penumbra, / a tu gran rey prisionero en un traje de conserje.» Es parte de un poema titulado El Rey de Harlem, de su libro Poeta en Nueva York, cuyo manuscrito entregaría a José Bergamín en 1936, el mismo año del asesinato de Lorca, y tras la guerra española se publicó simultáneamente en México y en Estados Unidos, en 1940.

Han pasado noventa años de su estancia en Nueva York y ochenta de la publicación de su libro. Hoy, como entonces, estamos en plena crisis, ya no sólo sanitaria, también económica, aunque no somos todavía tan conscientes de su envergadura, aun cuando haya voces que apuntan que va a ser casi tan grave como la del veintinueve. No sé tampoco hasta qué punto se repiten los fenómenos históricos, sea en forma de tragedia sea como miserable farsa, que diría Marx, Karl, aunque la frase hubiera sido también digna de Groucho; o, dicho de otro modo, si los ciclos de crisis actuales desembocarán, como desembocó aquella, en fascismo y en un nueva guerra mundial. Esperemos que no, a pesar de los signos que indican que por desgracia estamos ante la farsa miserable. Lo que no cambia es la situación de los negros en Estados Unidos. La muerte una vez más de un ciudadano a manos de la policía por una detención brutal ha desencadenado protestas en todo el país y no pocos enfrentamientos. Puede ser verdad que al día se dan cientos de operaciones policiales que no conllevan la muerte de nadie, pero no es la primera vez que ocurre y tampoco es la primera vez que quien muere es una persona negra.

¿Cuántas muertes se necesitan para que una estadística se convierta en un dato infame, cruento y repugnante?

No creo que haya que responder a la pregunta. Aunque fuera una sola vez, el hecho resultaría por lo menos inaceptable. Pero hay quien se fija sólo en la reacción, no en el hecho; hay quien pone el grito en el cielo por el vandalismo sin querer ver que la violencia la desata lo que es un nuevo asesinato o incluso, antes, una mirada recelosa, un gesto prejuicioso, esa línea muy tenue que coloca a cada uno en un lugar diferente de la escala social.
En 2013 se inició un movimiento que se conoció por su lema: Black lives matter (Las vidas negras sí importan) a raíz de la absolución de quien mató a un adolescente negro por un disparo. A partir de entonces el lema se ha ido repitiendo cada vez que moría alguien afroamericano por actuación policial o se producía alguna detención policial cuestionable, y no han sido pocas tales ocasiones. Estamos acostumbrados a verlo en películas o en series y no nos damos cuenta de que, otra vez, como dijera Oscar Wilde, la realidad supera la ficción.

En Europa tales muertes y las protestas que provocan tienen un enorme eco, abren informativos y ocupan las portadas de los diarios. Se ven como una característica muy propia de los Estados Unidos, esas cosas que pasan allí, es fácil simpatizar con las víctimas del racismo y de los abusos del poder cuando se dan lejos. Quizá domine la idea de que eso no puede pasar ya aquí. Pero surge aquí una nueva extrema derecha que vocifera lemas xenófobos y algunos datos calculan en 20.000 los muertos en el Mediterráneo desde 2014 (https://news.un.org/es/story/2020/03/1470681), nuestros muertos que no aparecen tanto en los informativos o apenas provocan protestas en Europa. Casi nos hemos olvidado con la pandemia que en Grecia miles de personas esperan sus peticiones de asilo mientras muchos países europeos les cerraron sus fronteras o gestionaron el problema a cuentagotas. Como hemos olvidado que en 2010 el Gobierno de Francia, por poner sólo un ejemplo, expulsó a comunidades gitanas, aun cuando algunas de ellas tenían ciudadanía de algún país de la Unión Europea.

Nos hemos insensibilizado a la crítica o a la exposición del problema. Es lo que hay, el mundo es así y como mucho servirá de argumento a futuras películas y series, o ser objeto de atención de algún poeta sensible. Todo volverá a su cauce hasta la próxima vez que ocurra algo así, que no parece que vaya a ser muy tarde.