viernes, 26 de febrero de 2021

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)



Laura Ferrero

La gente no existe

Alfaguara, 2021


Este es un libro de relatos en los que domina la emoción, hay en ellos mucho sentimiento y una emotividad general que está incluso a flor de piel. No es extraño que sea así, los temas que trata no son fáciles de afrontar con distancia o desde la frialdad: la soledad, la muerte, las relaciones de pareja, la pérdida de los referentes personales o familiares, el desencanto que lleva siempre a una nostalgia que puede llegar a ser mórbida, insana, frustrante, hablan de impotencia, también de esperanza, pero sobre todo de miedo, se trasluce un miedo enorme a la vida que, sin embargo, pese a todo, se sigue viviendo, tal vez porque no queda otra alternativa. No es una materia fácil de tratar: cualquier exceso puede resultar empalagoso.

No es el caso de estos diecisiete relatos, no estamos ante una emotividad que importune o que resulte cargante, molesta, al contrario, el lector va a entender muy bien lo que se le cuenta porque la experiencia narrada forma parte de la cotidianidad más absoluta, nos es común a todos. No hay duda de que vamos a encontrar en cualquier de ellos, o en varios incluso, algo que nos afecta y nos conmueve porque la autora está compartiendo experiencias universales, una intimidad que no es propia, que nos pertenece a todos, son experiencias al fin que nos vuelven humanos.

Lo narra además con una sencillez extraordinaria. Lo que requiere desde luego una destreza enorme, una maestría incluso. No hay estridencias ni parece que los personajes pretendan un heroísmo malsano, asumen esas formas de lo real compuesto, como se dice en un momento dado, por el miedo o el dolor. Cada uno de los relatos se van componiendo poco a poco, las piezas van encajando y se cuenta tal cual, quizá porque la vida hay que escribirla para darse cuenta de su alcance y de su envergadura. Sólo alguien muy consciente de lo que significa la escritura, como sin duda lo es Laura Ferrero, sabe en definitiva lo importante que son las palabras para la vida.

Cada uno de los relatos se convierte de este modo en un retrato en los que vamos a sentirnos reflejados y que nos dejarán, no lo duden, un sentimiento extraño de zozobra y de dulzura a la vez. El libro se vuelve un álbum de fotos que, como los álbumes, vamos a necesitar leer varias veces, sin que la prosa de esta autora nunca nos canse de veras, al contrario, siempre nos descubrirá algo nuevo.

martes, 23 de febrero de 2021

Reflexiones de una ondjundju-La cocina de la mujer fang-Juliana Mbengono



Así vivían y así siguen viviendo muchas mujeres en el pueblo de mi madre: en el universo de la cocina. El abaha, la casa de la palabra, el parlamento y corte suprema, está reservada para los hombres mayores al igual que el salón de la casa. 

 En el pueblo de mi madre y en todos los pueblos fang, lo normal es que la mujer tenga su espacio de dominio en la cocina, pero siendo sincera, diré que lo llamo cocina porque es el espacio usado para guardar la batería de cocina y en el que a veces se cocina, porque los fogones están en el patio.

La cocina de la mujer fang es un dormitorio, una sala de reuniones, una sala de recuperación para enfermos, una habitación para los huéspedes, un salón, un comedor, una escuela, un espacio público sin intimidad… es el centro de la vida en el hogar.

Las habitaciones principales y el salón, a menudo forman un espacio independiente. Ahí los hombres reciben visitas en privado, ahí come el padre de familia sin la molestia de los niños a los que llamará a recoger la mesa al acabar, en caso de que no se haya reunido con otros hombres en el abaha para comer juntos. El salón es un espacio tan privado que incluso los niños de la casa no pasan mucho tiempo en él. Es el espacio del orden y la limpieza, donde el gallo de la casa se puede tomar unas horas de relax después de un trabajo “de hombres”.

En la cocina siempre hay dos o más camas de bambú, las construyen los hombres y se puede dormir sobre ellas sin un colchón, aunque esto no resulte cómodo. Esas camas sirven como asientos, en ellas duermen los niños y algún que otro huésped, en ellas duermen los enfermos y desde ahí resulta fácil atenderles y tenerles cerca.

Las camas de la cocina son cálidas y están cargadas de recuerdos, recuerdos de la infancia, de cuando no podíamos poner los pies en el suelo porque alguien acaba de contar un cuento sobre monstruos y algo nos decía que el coco estaba bajo la cama. Si las camas de la cocina fuesen grabadoras, podrían contar la vida de muchas mujeres y sus hijos.

Al fondo de la cocina, en el atum nkieñ, está el armario o la vitrina, allí se deja toda la batería de cocina y los cubos con agua para cocinar y beber. Curiosamente, en fang lo llamamos coboat casi igual que en inglés.

Las mujeres del pueblo no tienen electricidad constante ni neveras. Así que para conservar los alimentos queman leña sin dejar la llama y sobre esas brasas colocan la carne sobre una parrilla para ahumarla y luego la dejan en un depósito que llamamos ákang. A veces el gato roba carne del akang, pero ¿qué se le va a hacer? es el gato de la casa, no es de la vecina y, además, ahuyenta a los ratones y lagartijas.

Donde están el akang y cobat en el atum nkiem es también donde se machaca la yuca para preparar las barras que se consumirán como guarnición para cualquier plato, ahí también se machaca la rica bambucha, el plátano, el arroz, los dátiles y se preparan todos los guisos que acabaran sobre los fogones de leña.

Las cocinas son parlamentos para mujeres y niñas, ahí los niños escuchan a las mujeres hablar de sus problemas conyugales, familiares, etc. Es el espacio donde las mujeres interactúan con sus hijos educándoles a través de recados, encargos y broncas.

También son los hospitales donde muchas prefieren dar a luz sobre el piso y donde se sigue aplicando algún que otro tratamiento tradicional tras recibir el alta del curandero.

Las cocinas de las mujeres fang son los comedores donde los más pequeños comen sentados en círculos sobre el piso compartiendo un plato de comida entre quejas, peleas y llantos; porque el hermano mayor nunca hace un reparto igual, como hermano mayor, siempre se lleva la mayor parte y eso elimina muchas posibilidades de risa y alegría durante las comidas. Ahí también comen las mujeres con la olla entre las piernas o sobre el regazo, pudiendo compartir su ración sólo con el más pequeños de la casa, que, aun siendo un lactante, aceptará un pedazo de yuca mojada en salsa o un hueso de pollo que se llevará a la boca como un chupete.

El espacio de la mujer fang está en la cocina, ahí tiene su intimidad para pensar y organizar sus planes entre niños que corren de un lado a otro y gallinas que picotean todo lo que se cae.

martes, 16 de febrero de 2021

Joan Margarit, en catalá y en castellano (DEP)



Hace bien poco Joan Margarit declaraba que Franco le inculcó el castellano a patadas, pero que no pensaba devolvérselo. Por eso mismo, tal vez, nos haya dejado tan bellos poemas, con imágenes agradables y galácticas, tanto en castellano, la lengua impuesta y adoptada, como en catalán, su lengua materna. 


Solía decir que la poesía era un arte de acero inoxidable, que podía con todo. Hace poco también se publicaba un volumen con su poesía completa, la escrita entre 1975 y 2017. Fue antes de que le concedieran el Premio Cervantes, en 2019, cuyo acto no pudo celebrarse por la pandemia. Pero Joan Margarit, poco afín a los actos de marcado protocolo, prefería ofrecer su poesía «a pecho descubierto» a las damas y caballeros que iban a verle y a escucharle, como magnífico orador que era. Ahora se anuncia una edición nueva de su obra completa.


Sin duda, de Joan Margarit nos queda su luminosa obra poética. Quienes le hemos leído no olvidaremos sus imágenes y metáforas fascinantes que permanecerán como parte privilegiada de nuestras lecturas preferidas. El poeta Luis García Montero, gran admirador y amigo del autor catalán, sin duda se refería a él, a su estilo, cuando afirmó en una entrevista que «si la poesía muere, habrá que reinventarla».


Cabe destacar su profundísima manera de ver la vida, pese a haber sufrido tragedias en su vida como aquella posguerra tremenda o la muerte de su hija. Como bien dijo una amiga al enterarnos de la mala noticia de su fallecimiento a la edad de ochenta y tres años, la muerte siempre es una tragedia. Joan Margarit, a través de su poesía, nos mostró el sentido profundo y bello de la vida. 


Desde Nevando en la Guinea queremos rendir homenaje a este gran poeta catalán bilingüe. Era admirado en esta España plural y difícil a veces, que tiende a mostrar cierta solemnidad sólo por sus poetas fallecidos, aunque bien valdría el reconocimiento en vida.  


Gracies Joan. 



sábado, 13 de febrero de 2021

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)



Anton Arriola

El ruido de entonces

Erein, 2021


A todas luces estamos ante un libro mestizo cuyos fragmentos van componiendo las circunstancias de ese hecho dramático e inaceptable que es el asesinato de un ser humano. En este caso el del José María Ryan, ingeniero jefe en la central nuclear de Lemoiz, en construcción. El autor descompone los elementos que rodearon el crimen cuyas circunstancias conoció de primera mano, aunque a cierta distancia, y al tiempo ofrece al lector la novela escrita a partir de aquel hecho tan presente en su propia vida y que es, por tanto, una narración paralela a su propio testimonio, rememorando uno de los capítulos más importantes, penosos y duros de la historia del País Vasco. Aquella semana de hace cuarenta años, la del 29 de enero al 6 de febrero de 1981, es la del secuestro y asesinato de José María Ryan, sin que podamos olvidar las semanas anteriores y posteriores del suceso trágico, sin duda entre las más tensas de la historia reciente.

A muchos no nos sorprende que ahora mismo la literatura vasca, tanto en euskera como en castellano, lleve a cabo un ejercicio de memoria de los últimos años, los del terrorismo, los de un conflicto que a veces no parecía que fuera a acabar nunca. Pero acabó y de pronto, a pie de calle, esa larga época parece desaparecer del recuerdo colectivo, mientras que desde las instituciones y en clave política se hace mención de todo aquello, a menudo como carga entre partidos, con fines no siempre claros, más bien interesados. En el caso que nos atañe, el asesinato del ingeniero Ryan, ni siquiera ha habido en estos días, cuarenta años después de lo ocurrido, un acto oficial, empresarial o social, la aparición de este libro ha sido el único recuerdo de aquel crimen que, además, para muchos significó el final de la mistificación revolucionaria de ETA.

Este texto, novela y testimonio reflexivo, recoge el guante y muestra bien a las claras las heridas que se produjeron en aquella larga noche que duró más tiempo de lo indicado en la canción de Aute. Logra sobrecoger este ejercicio de memoria tan necesario. Es evidente por otro lado que todo crimen posee unas circunstancias que lo envuelven, que no justifican en absoluto el acto en sí, pero explican lo ocurrido y, sobre todo, ahondan en muchas contradicciones de todos los agentes sociales, sin excepción. Arriola nos expone tales circunstancias. Nadie sale inerme de la tanatopolítica y la alusión a Hannah Arendt y su análisis sobre la banalidad del mal nos interpela a todos, porque muchas veces el silencio de una mayoría, por indiferencia o por exceso de comprensión a ciertas reacciones, fue cómplice del horror.

Con este libro Anton Arriola participa de una forma de entender la literatura que parte de una implicación muy necesaria con la realidad, que actúa como espejo donde reflejarnos, que conlleva una reflexión sobre la realidad, dejando al lector la carga de dicha reflexión y su necesidad de resituarse ante los hechos. Deja claro que el acto de matar es siempre indigno. A partir de aquí cada cual ha de saber qué pensar, cómo actuar. Sobre todo, porque el mal sigue existiendo en otros contextos y otros lugares muy cercanos, y la banalización, por desgracia, sigue vigente.

domingo, 7 de febrero de 2021

Café con Pina Bausch-Eleine Etxarte



La primera vez que escuché el nombre de Pina Bausch, si mal no recuerdo, fue en segundo de carrera. Alguien que estudiaba el Método de Stanislavski dejó caer la idea de que esta bailarina alemana de Wupperthal había creado algo llamado Danza-Teatro, que había traspasado ya la frontera entre el teatro, el ballet y el musical.


Yo estaba en un momento convulso, mi interior se llenaba de información de una manera pantagruélica. Los artistas hacían miles de cosas, todas diferentes, diferentes ámbitos, disciplinas, técnicas. El mundo se abría ante mí de una manera brutal, las emociones eran tan intensas que había momentos en que se me cortaba el aliento y para colmo ahí estaba Pina para demostrarme que aún había más.


Pero, ¿quién era Pina Bausch?


A partir de ese momento comencé a investigar, llevada por una gran curiosidad.


Recuerdo la primera imagen de uno de sus espectáculos, “Café Müller”, seguido leí las asociaciones, las consignas con las que trabajaban ella y los bailarines de su compañía:


Una queja de amor. Recordar, moverse, tocarse. Adoptar poses. Desnudarse, permanecer cara a cara, zafarse del prójimo. Buscar lo perdido, proximidad. Llevarse en brazos. Correr contra la pared, lanzarse, chocar. Desplomarse y levantarse. Repetir lo que se ha visto. Atenerse a patrones. Querer ser uno. Ser desmontado a piezas. Abrazarse. He is gone. Con los ojos cerrados. Caminar hacia el prójimo. Sentirse. Bailar. Querer herir. Proteger. Salvar obstáculos. Dar espacio a las personas. Amar.


Era todo fragmentario, retazos de una realidad existente en la que podemos reconocer ciertas partes porque quedan iluminadas, ampliadas. Descubrí que era un rasgo recurrente en las obras de Pina Bausch. Era el intento del individuo por luchar contra lo efímero de las palabras y de las imágenes, de las situaciones y las experiencias; y de afirmarse en una realidad que a menudo se le escapa. A través de medios supuestamente objetivos, los personajes tratan de conseguir seguridad en un entorno inseguro.


Poner una trampa a alguien/ Construir pirámides/ Pensar en una frase sencilla y expresarla sin palabras/ Cuando los canguros están en peligro, se agarran al otro animal con las patas traseras y con las delanteras le rajan la barriga/ Álbum de poesías/ Poses fotográficas/ Formas correctas de la danza y como se debe bailar/ Imágenes de María/ ¿Sabéis cómo se arrastran los indios?/ Lenguaje de signos de los indios/



A medida que descubría su trabajo se despertaban en mi sentimientos muy poderosos, sabía que estaría ligada a ella aunque quizás nunca nos conociéramos, eso era lo de menos.

 

Pasó el tiempo. Fue en el anteúltimo año de carrera cuando decidí visitar a mi amiga Jasone que era bailarina en París y cenando con ella, hablando de danza, en su pequeño estudio de Rue de la Roquette salió en nuestra conversación el nombre de Pina, ella me contó, que uno de sus sueños había sido bailar en la compañía de Wupperthal y que hacía dos años había acudido a una audición en Berlín donde Bausch estaba seleccionando parte de su elenco de bailarines.  Según me contó, las palabras de Bausch eran escasas e iban dirigidas al interesado “Cada uno tiene que poder ser lo que él quiere o lo que ha desarrollado”.


No fue una de las elegidas, pero me contó que la experiencia de ver a Pina concentrada, sin impacientarse, buscando a su grupo, su tono de voz suave y los silencios que la acompañaban lo habían convertido en uno de los momentos más intensos de su carrera.


Contar una historia con ruidos/ Cuando te enciendes en ira/ Sumisión/ Defenderse/ Cuando un animal quiere morder/ Seis sonidos para mostrar la fascinación/ Pensar en una frase muy importante e imaginar que hay una cascada y que el ruido no deja entender las palabras……..



El 12 de septiembre de 2008 se representaba Cafe Müller y la Consagración de la Primavera en el Teatro del Liceo de Barcelona y yo tenía una entrada para el lateral uno, cerca de la entrada Sant Pau.

Tomé asiento y seguido me tuve que levantar para que se sentase la mujer que ocuparía el asiento de mi derecha durante el espectáculo.


Bonsoir, bonsoir respondí yo.


Bona tarda, escuché desde mi izquierda, bona tarda contesté al caballero que se sentó al otro lado.

Nos inundó la oscuridad y dio comienzo la obra.


Es de noche, la luz de la luna entra por la ventana, iluminando sutilmente un escenario lleno de sillas, en el que una mujer flaca tropieza. Lleva un camisón blanco, el cabello suelto, revuelto, salvaje, como si hubiera escapado de un manicomio. Sus manos apuntan hacia arriba, como las de una sonámbula. Tiene los ojos cerrados, camina con dificultad, como un alma en pena. Tras ella, al fondo, hay otra mujer, también lleva camisón blanco, es muy parecida a la primera, pero lleva el cabello lacio y recogido y es aún más flaca. Sus costillas sobresalen, sus pómulos se dibujan, los huesos de su cuello se estiran, el vestido blanco dibuja sus senos, los huesos afilados le dan una misteriosa sutileza a sus manos, a sus finos dedos. Es como si la contextura de su cuerpo le diera a la obra su impronta: el cuerpo alargado, huesudo, parece más triste.


Las mujeres son gemelas, es como si en medio de las dos hubiera un falso espejo que reprodujera la realidad casi tal y cómo es, o como si la una fuera el alma de la otra, una especie de doble que repite infinitamente sus pasos. La música de Henry Purcell les atraviesa la piel………


La intensa primera parte dio paso al ritual que anunciaba la segunda, el proscenio se cubre de tierra fresca.


Un olor profundo me situó otra vez en mi butaca. Observé que sobre el escenario se movían un gran número de personas removiendo lo que constituía la única escenografía. El público estaba en silencio como si “La consagración de la primavera” ya hubiera comenzado.


Salen los bailarines y con ellos la más hermosa danza, el olor a tierra se mezcla con el sudor y mi corazón palpita rápido me inunda una gran emoción y siento que no puedo contener las lágrimas. No sé en qué momento miré a mi compañera de asiento francesa y ella también, digamos, se refugió en mí. Éramos un mar de lágrimas, no había palabras, el teatro de Pina Bausch tiene demasiado que ver con lo sientes.


Bailarina, coreógrafa y directora de ballet, nacida en Solingen el 27 de julio de 1940, cuyo nombre original es Philippine Bausch está considerada como la creadora del teatro-danza en Alemania. Falleció en Wupperthal el 30 de junio de 2009


“Quiero lo infinito/ Volver hacia mí/ Ya florece la flor intemporal del otoño/ de mi alma/ Tal vez sea demasiado tarde para volver/ ¡Oh, muero entre vosotros¡/ Porque con vosotros me ahogo/ Quisiera tejer hilos a mi alrededor/ !Acabando en confusión¡ Enmarañando/ Turbándoos/ Para huir/ Hacia mi”

martes, 2 de febrero de 2021

Reflexiones de una ondjundju-El espejismo en la moda Afro-Juliana Mbengono



Los cantantes más famosos del mundo actual están trabajando con artistas africanos que viven en África, lo que el sueño de muchos hecho realidad; Netflix y el Festival de Cannes están apostando por producciones africanas como Catching Feelings o Rafiki. ¿Quién sale ganando en realidad?

Hasta hace poco, la cultura africana era un conjunto de prácticas salvajes y absurdas; algo tan cierto como la existencia de los gladiadores en la antigua Roma, los encierros de San Fermín en España o las sepulturas en el rio Ganges de la India. De repente ¡África es la moda!




Alguien o algo ha logrado poner lo africano como moda, igual que Constantino hizo con el cristianismo. Las empresas de moda y del espectáculo están empezando a vender África como una joya recién encontrada, todavía no se ha explotado. Ya se ha dicho que África no es un país, pero se sigue hablando de África como si fuese un país. Y con eso, la riqueza cultural de los pueblos africanos queda como algo público que nadie puede reclamar: abierta al expolio para los nuevos colonos.

 Basta con que un vestido de diseño europeo sea cosido con telas estampadas para que se diga que es un “precioso vestido africano”; basta con que alguien se haga unos nudos en la cabeza para decir que lleva unas trenzas africanas; lo mismo con el baile, la música y el maquillaje, agitar un poco las caderas por ahí, una simulación de tambores por allá y algún collar grotesco con un toque masái por aquí y ya ¡tenemos un baile tribal, una canción étnica o un maquillaje africano! ¿A que no es tan difícil ni queda tan mal? El caso es que esto no es africano, es un producto adulterado para seguir explotando el gran mercado que es África para occidente. 

Cualquier cosita que se haga en algún punto minúsculo del continente llega a representarlo en su totalidad. Si en Guinea Ecuatorial las diferentes etnias bantúes tienen diferentes ritmos, bailes, guisos, etc. ¿Cómo es posible que un solo baile sea de origen africano? Creo que es posible ser más concretos. Que se diga que la Capoeira brasileña tiene su origen en Angola. Igualmente, sabemos que el flamenco es español y para ser más concretos, de Andalucía; la paella también es española, pero sobre todo valenciana y la pizza es una comida italiana. 

Entre los fang existe un proverbio que dice Dos pueblos no tallan el mango del hacha igual”. Una expresión cultural común tendrá diferentes matices en cada poblado, etnia y país. Las mujeres fang cargan la cesta de alimentos en la espalda, como una mochila, mientras las bisio lo cargan sujetándolo a la nuca con una banda que rodea su cabeza. Lo mismo con los tambores, en unos pueblos son más grandes que en otros y se usan por diferentes motivos.




El problema principal podría ser que los africanos somos como las mujeres que aprenden sobre sí mismas a través de los estudios que han realizado hombres que jamás tendrán la regla ni estarán embarazados. Nuestros hijos, afrodescendientes, han ido más allá y veo en Facebook e Instagram que son incluso más celosos por nuestra cultura que nosotros mismos. Yo les mando un enorme abrazo desde la excolonia española de África Central. Si África es una moda actualmente, esto no está generando un gran beneficio para el contiene… bueno, la vida es una lucha donde gana el más fuerte, seguimos en la selva. 

Nadie hablará de apropiación cultural porque no se trata de Rosalía cantando como los gitanos. África, ni está siendo valorada ni está siendo respetada, está siendo expoliada culturalmente para seguir nutriendo el gran mercado de las metrópolis a cambio de baratijas.