martes, 2 de marzo de 2021

Reflexiones de una ondjundju-La pobreza del envidioso-Juliana Mbengono



LA POBREZA DEL ENVIDIOSO


Doña Trinidad Morgades Besari era una de las intelectuales ecuatoguineanas que seguían obsequiándonos con libros que sólo los académicos y un par de amigos suyos leían. En la última de sus presentaciones a la que asistí, la de “El pidgin de Guinea Ecuatorial”, la señora Morgades explicó que necesitamos las lenguas maternas para aprender a razonar, que pensamos desde las lenguas maternas.

Además de pensar, también entendemos el mundo en nuestras lenguas maternas, entendemos la realidad según el sentido y el significado de las cosas en nuestras lenguas maternas; por lo menos los fang o por lo menos yo.

Mi maestra de poesía, Adelaida Caballero, no entendía por qué los fang decimos “hacer envidia”; hasta entonces, ni yo misma había caído en la cuenta de que para nosotros la envidia es una acción y no un simple deseo o sentimiento.

Durante el mes de febrero se celebra el día de la lengua materna y yo que voy siempre retrasada quiero hablar ahora del sentido de la envidia para los fang, no sólo porque implique una reflexión dese la lengua fang ni porque la envidia, para nosotros, conlleve más acciones destructivas que sentimientos negativos hacia otros, sino porque entender la envidia desde la cultura fang nos ayuda a ver lo despreciable que es anidar este sentimiento en nosotros.

Traduciendo directamente, diré que en fang decimos que “el envidioso hace envidia”, no decimos que lo siente. ¿Por qué? Porque descubrimos la envidia a través de acciones intencionadas.

Lo más curioso, en la cultura fang, es que los acusados de envidia, por lo general, son personas muy mayores que malgastaron su juventud y pasan la vejez en la miseria. A estos se les conoce a menudo como “okukut”, un término con el que se hace referencia a la pobreza en general, a nivel material, moral e incluso espiritual. Para el fang, el viejo okukut es como una bruja decrépita que vive dando pena, pero se esfuerza lo suficiente por sabotear la vida y los planes de quienes la rodean.

Si bien esta concepción del “envidioso” como un “fracasado” rendido puede alentar a un joven a ser más competitivo o a luchar por sus sueños en vez de desear los logros de otros, también es la excusa perfecta para quienes no dan un palo al agua.

Para abandonar los estudios, un joven se refugiará en que el okukut de su abuelo es quien está haciendo vudú para que no tenga éxito en los estudios o a nivel laboral; e igualmente, alguien eludirá la responsabilidad de saber cuidar de sus padres ancianos porque son unos envidiosos y podrían estropear su familia. De hecho, actualmente, muchos padres no se molestan en llevar a sus hijos a visitar a los abuelos en los poblados con la excusa de que ahí se hace mucha envidia y vudú. Queda claro que para pensar así se debe ser muy supersticioso; sin embargo, la envidia sí existe como acción de sabotaje, no es en forma de vudú ni mucho menos, sino esos pequeños y grandes actos que engañan y hacen daño a otros para que no alcancen sus metas o para que sean más miserables que nosotros.

Cierta gente vive como los cangrejos argentinos de los que habla “Bernardo Stamateas” en su obra “Gente tóxica”; Se esfuerzan por hundir a los demás, no porque quieran ascender, sino porque la única forma que encuentran para ser mejores es que los demás sean peores.

Por lo tanto, querido lector, desde una visión fang, la envidia es algo por lo que avergonzarse. Descubrir este sentimiento en uno mismo es una confirmación de su maldad y sólo lo mantiene aquel que ha aceptado ser mediocre y de corazón oscuro, aquel que no confía en sus capacidades, carece de valores morales y fortaleza espiritual.

Si tiene amigos fang de Guinea Ecuatorial o si algún día visita este pequeño país, no se sorprenda si escucha a alguien decir que Fulana o Mengano “le hace envidia”; tampoco crea que tiene poco dominio de la lengua española; más bien, recuerde que, para los fang, la envidia es más que un sentimiento: es el vergonzoso deseo que empuja al okukut a hacerle daño a los demás. Ser envidioso no se aleja mucho de ser un villano.

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