martes, 6 de julio de 2021

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)



Cecilio Olivero

Cibernética esperanza

Ediciones Vitruvio, 2021

 

En 1985 el editor Enrique Murillo apuntaba el inicio de un cambio en el panorama literario español. Preveía la aparición de nuevos autores con historias que contar, narradores puros los denominaba, frente a los escritores que ilustran verdades preconcebidas mediante ejemplos y que constituyen, estos últimos, en gran medida, la tradición literaria española, tan dada al realismo. Estos nuevos autores, según Murillo, evitan en cierto modo la trascendencia en el relato y lo conciben como experiencia. Sin estar del todo de acuerdo con su apreciación, me parece que las categorías nunca son cerradas y ha habido de todo en todo momento en la literatura española, sí que es cierto que a partir de los ochenta se aposentan y surgen escritores que ya escriben de otra forma, los tiempos y la sociedad española son distintos, y hay nuevas influencias y vínculos con otras maneras de contar.

Pero además, en estos últimos lustros, desde poco antes del salto de siglo hasta ahora, creo que se están dando otra vez síntomas de renovación en la literatura. Hay que tener en cuenta el reto que supone la aparición de nuevos medios y hemos de asumir el predominio actual de lo audiovisual, reforzado por esas nuevas herramientas que parecen ya absolutamente dominantes en nuestra sociedad, y no sólo entre las generaciones más jóvenes. Desde luego, no creo que la literatura corra peligro de desaparecer, no lo estuvo con la eclosión del cine, no lo está hoy, pese a todo, y si lo está, será más por la excesiva comercialización editorial y por la no poca ramplonería desatada en nuestros días, con demasiados escritores más de pose que de esfuerzo.

La literatura actual ha de asumir en todo caso el reto que le permita seguir incidiendo, de ser algo importante, y esto pasa en mi modesta opinión otra vez por la experimentación y por el rigor, también por la necesidad imprescindible de ser penetrante y aguda. Como muy bien indica Enrique Murillo, y con ello estoy por completo de acuerdo, «todo relato que no produzca alguna forma de catarsis es un relato fallido».

Experimentación está habiendo bastante, es verdad. Aunque frente a ello haya una reacción de las editoriales a fórmulas en exceso convencionales, novelas y formatos que se repiten una y otra vez bajo una maquinaria de marketing que muchas veces es ajena a la literatura pausada y reflexiva. Imagino que toda época de cambio produce miedos a los saltos al vacío y tampoco las editoriales quieren perder oportunidades de negocio, pero esto es otro debate que no viene al caso, o tal vez sí, pero no tengo espacio suficiente para desparramarme al respecto. En todo caso, hay experimentación, algo que resulta imprescindible ahora mismo.

Claro que no siempre la experimentación sale bien. Pero creo que ahora mismo es de agradecer que se nos ofrezcan nuevos formatos, que se tantee con las palabras y los estilos, que se pruebe, aun cuando los resultados no siempre sean los esperados. En la literatura y sus procesos sí nos podemos permitir los experimentos; es más, son de agradecer.

Viene todo lo anterior a colación por este libro sobre el que pretendía escribir, que iba a ser una reseña, pero que al final me ha llevado por otros derroteros. Cibernética esperanza es ante todo uno de esos experimentos y tendrá sus claroscuros, quizá algunas rarezas, tal vez ciertas imprudencias, pero que apunta a una necesidad intensa de escribir con valentía, osadía y clamor. No es baladí recordar aquí que la escritura tiene mucho que ver con la vida. Es más, cada vez tengo más claro que no puede haber distingos entre literatura y vida, ni siquiera entre ficción y realidad. La verosimilitud forma parte de lo real, al fin y al cabo.

Una cuestión a solventar es cómo podemos catalogar este libro. Cecilio Olivero ha dicho alguna vez que se trata de una novela. Sin intención de impugnarle o de contradecirme a mí mismo, ya que vengo hablando tanto de experimentación, yo no lo creo. Combina prosa, introduce también poesía. Hay una narración temporal de hechos y unos personajes, más o menos reales o imaginados, si es que podemos apurar tanto en estos tiempos, y visto lo visto, los límites de la realidad y de lo ficticio. Pero me decanto más por el lado de la poesía. Aunque sólo sea porque me resulta muy evidente que Cecilio Olivero es un poeta, un animal poético, aunque a veces le dé por la prosa con resultados en mi opinión muy por detrás de su poesía. Pero ha experimentado con la prosa y el resultado le ayudará a sacar algunas conclusiones de su labor literaria, espero.

Aconsejo por tanto leer este libro como un ejercicio más poético que prosístico. Incluso la prosa es poética, aunque aquí he de reconocer que con resultados no siempre homogéneos.

Respecto al contenido, a todas luces no resulta fácil ni grato mantener el tipo ante lo que se cuenta. No es un libro amable que intente apaciguarnos ante la descripción de lo crudo que tiene vivir, del dolor y el desasosiego que entraña la existencia o incluso, cabe entenderlo así, la falta de heroicidad para el reto de luchar consigo mismo. No tranquiliza, sino que inquieta y algún que otro lector no quedará ajeno ante la figura del personaje o personajes.

Sin duda estamos ante un nuevo tipo de formato que nos invita a otros escenarios en esta sociedad del espectáculo global que estamos conociendo. Al menos es una oferta interesante.

 

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