sábado, 20 de noviembre de 2021

Reflexiones de una ondjundju-recoger dinero caído-Juliana Mbengono



LA SUERTE DE RECOGER DINERO CAÍDO


Cuando nos pasa algo bueno por sorpresa podemos decir que ha sido una suerte o algo así. Una mañana salí a correr y encontré un billete de mil francos cfa. Fue una alegría para mí, una suerte. Lo recogí y seguí corriendo con más ganas. Durante los tres días siguientes, seguí la misma ruta al ir y volver, por si se repetía la suerte. 

Después de unas semanas, encontré una botella de cerveza y un bocadillo justo donde antes había recogido el billete de mil francos. Entonces me di cuenta de que cada vez había algo ahí que parecía olvidado o guardado. Me entraron dudas y pensé que recoger aquel dinero no había sido buena idea y, definitivamente, no lo había sido; pero un billete de mil francos no es algo que se encuentra todos los días en la calle.

Durante varios días le estuve dando vueltas al tema pensando en cosas como que, si no hubiera recogido ese dinero, otra persona lo habría hecho. Incluso llegué a pensar que aquel sitio era un escenario de vudú.

Resulta que ahí, en ese lugar, al borde de la acera, en el antiguo barrio Pequeña España (actualmente Caracolas), vivía un hombre con problemas mentales, un loco al que otros tiraban monedas y daban de comer. Cuando le vi, estaba rompiendo botellas en la calle y dando vueltas. Si estuviéramos en otra parte diría que es un mendigo, pero la verdad es que es difícil ver a un guineano cuerdo viviendo en la calle. Lo bueno de la familia africana es que se extiende hasta los amigos y los hermanos de pueblo, por lo que uno siempre encontrará donde vivir mientras se busca la vida.

El billete de mil francos que había recogido en aquella esquina era de un hombre enfermo. Yo le había quitado lo que otros le habían dejado. Me sentí peor que si hubiera cogido el dinero ofrecido a un demonio durante un ritual de vudú. Y como si todo estuviera preparado por secuencias, desde entonces veo a ese señor con frecuencia cuando regreso a casa. Está sucio y desarrapado con el pelo lleno de barro. 

He llegado a pensar que quizás es un drogadicto y no un loco, los drogadictos, a veces, se parecen a los locos y viven en la calle; pero es que solo hace unos días vi a una señora con pintas similares en la calle y no creo que ella sea una drogadicta. La verdad es que no entiendo qué hace un enfermo mental en la calle. Cuando el gobierno abrió el psiquiátrico de Sampaka, todos los hombres y mujeres que se agrupaban en las puertas de la parroquia Santuario Claret y los que andaban desnudos gritando y removiendo los vertederos desaparecieron de las calles. Ahora, los únicos que remueven los vertederos son las mujeres y los niños que buscan latas para vender.

Desde entonces, me he encontrado con monedas de cien y cincuenta francos en la calle. No es tan tanto pero ya me da algo recogerlas por el simple hecho de que no quiero volver a quitarle el dinero a nadie, mucho menos a un niño que seguramente se iba a la escuela y se le ha caído el dinero del bocadillo. Es un poco absurdo, pero ya no siento que recoger dinero del suelo sea una suerte.

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