sábado, 29 de enero de 2022

Nostalgias de un emigrante-Tiempos Duros-Antonio Miguel Oliveros Quiroga



¡Cuentan de un sabio que un día... tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba... de unas hierbas que cogía! Así empieza un poema de Espronceda y esto es lo que pasó durante un tiempo en nuestro país, no se sabía quién era más pobre, en muchas casas de familia no sabían si tendrían para comer ese día o al siguiente, la búsqueda de cualquier trabajo para conseguirlo era la odisea diaria, con la única meta… la supervivencia.

Los que tenían posibles y los gobernantes eran los únicos que lo tenían más fácil, con dinero unos y los privilegios otros, tenían lo que de “sus” desechos otros comían. La pobreza era extrema, la explotación de los braceros del campo, por sus patronos era atroz, llegando a obligarles y trabajar en condiciones infrahumanas a toda una familia por la comida, una choza para dormir y unos retales, para remendar las ropas raídas de tanto uso. El derecho de pernada era una práctica habitual, las niñas adolescentes eran ultrajadas por los dueños y capataces de algunas fincas, sin que nadie pudiese hacer nada para impedirlo, porque si lo denunciaban las represalias eran peores.

En las fincas a los braceros, los capataces y manijeros les hacían trabajar de sol a sol, amenazándoles con despedirlos si protestaban.

Si se negaban a denunciar la caza furtiva eran despedidos, convirtiéndolos en chivatos y poniéndolos en contra de quien no tenían otro medio de vida.

Para trabajar y llevar el jornal a casa el orgullo y la dignidad se lo tenían que tragar junto con las lágrimas y el sudor, para no ir a buscar trabajo donde fuera, porque en todas partes era igual, sin poder quejarse de los abusos y humillaciones sacándoles hasta el último resuello.

El campo tenía muchos recursos para la subsistencia de muchas familias, aunque no lo ponían fácil porque se contraían muchas enfermedades digestivas, sobre todo a los niños que eran los que más lo padecían.

Para paliar la ruina que padecían tenían que dejar la escuela para emplearse de lo que fuera y poder colaborar en la economía familiar. También la sanidad precaria, la falta de higiene, junto a la peor alimentación, hacía que los más débiles sufrieran las más diversas enfermedades. Si las familias no tenían medios ni dinero para remediar estas adversidades, tenían que pedir prestado y endeudarse, para salvar si se llegaba a tiempo a quien por desgracia enfermara, pues habían muchos lugares que no tenían médicos ni los medios adecuados para remediar al enfermo y tenían que desplazarse hasta la capital, para ser atendido en un hospital por un médico especialista. Para los pobres era un alivio, que un miembro de la familia pudiese salir de aquella miseria, aunque fuera a costa de tener una mano de obra menos, provocada por quienes teniendo los medios para evitarla, no hacía más que empeorar la situación, para seguir humillando a los miserables campesinos. Hoy aún quedan terratenientes y empresarios que pretenden con su actitud, seguir esclavizando a los trabajadores del campo como dueños y señores de todo lo que les rodea.

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