viernes, 21 de abril de 2023

Mi padre- Antonio M. Oliveros Quiroga


 Sin apenas asistir a la escuela tenía una buena letra y en las cuentas no le engañaban y sin tener ningún título no les faltaba sabiduría y destreza para realizar todo lo necesario en su trabajo, desde reparar los aperos para las bestias, hasta presupuestar los trabajos por su cuenta.

Nunca quiso ser jornalero, él contrataba cualquier trabajo y lo realizaba, pues no consentía que nadie le mandara en el trabajo igual que en su vida.                                                                                                                       Sabía hacer de todo de trabajos y de ninguno rehuía, pero… ¡los manijeros eran para otros! que arrearan a quien se dejara.                                                                         Hacia cisco, sacaba arena o grava de las riberas, segaba cereales, o machacaba piedras de las canteras… pero jamás consintió que nadie le pusiera la pierna encima.                                                      

Orgulloso, pero honrado como decía, se levantaba ante de salir el día, dinero era lo que no tenía, eso sí… cuando alguien le pedía un favor, aunque tuviese que sacarlo de debajo de las piedras lo tenía por su parte.

¡Cuántas riñas! por haber prestado el dinero que ganaba y en su casa no tenían más que deudas.  

A sus animales el pienso que no les faltara y era lo primero que pagaba cuando cobraba y el resto para pagar “las ditas” … si llegaba.                                                                                                                           Cuando le salían bien las cosas y a nadie le debía, iba al zapatero y le encargaba unas botas para vestir cuando no trabajaba. 

Como buen bebedor de vino y cazalla que no despreciaba, más de una vez en la mesa a comida se quedaba.

¡Que orgulloso y buena persona!  ¡Que tieso y serio caminaba!


***La incorporación en el ejército de mi padre le hizo coincidir con mi madre en Sevilla, fue entonces cuando se hicieron novios.

Una vez acabada la contienda, él volvió al pueblo y ella siguió en Sevilla algunos años más, hasta mediados de los cuarenta, que dejó el trabajo de niñera para casarse.

Se casaron a los 8 o 9 años de novios y en el 46 nació mi hermana Mª Dolores, mi hermano Fermín en el 48 y cinco años después nací yo, aunque pudo tener algún hijo más, porque un aborto de mi madre y sus consecuencias lo evitó según contaba, pero no muy claramente, porque de estas cosas no se hablaba abiertamente delante de los niños, pues eran cosas de mayores y a los niños los traía la cigüeña.

Tan difíciles eran esos años para ellos, que no tenían ni casa propia y estaban viviendo de alquiler, hasta que mi abuela Carmen les dejo instalarse en su casa del “roero” poco antes de nacer yo.

No recuerdo que mis padres salieran juntos nunca a ningún sitio, de compras, a pasear, etc. los domingos él se los pasaba arreglando sus cosas del trabajo o en la taberna y mi madre haciendo las labores de la casa.


***La vida tan dura que le tocó vivir siendo un niño, la guerra, la cárcel y las dificultades de aquellos años, le hizo más fuerte en su carácter y no esperar nada de nadie, fue un hombre muy orgulloso pero buena persona y serio con sus compromisos, siempre estaba dispuesto a hacer favores sin esperar nada a cambio.

Siempre decía que él no se humillaba ante nadie ni perdía la dignidad por un trabajo, lo que le acarreó más de un problema, pues nunca quiso estar a las órdenes de ningún cacique.

Tenía muchos conocimientos en cosas que no se aprenden en la escuela, por haberse hecho a sí mismo, haciendo todo tipo de trabajos por todas las comarcas de los alrededores.


***Por la falta de trabajo y obtener un poco de dinero…

A finales de los cuarenta o principios de los cincuenta, mi padre y unos paisanos del pueblo, idearon una forma para ganar algún dinero, de algo que ellos creían no ser delito.

Se reunieron en la taberna preocupados por la falta de trabajo y el mal tiempo para salir al campo… acordaron poner una especie barrera en el cauce del arroyo el molinillo, para que no impidiese el paso del agua.

Con juncos y ramas de adelfas hicieron una especie de presa para retener las bellotas que caen al agua y la corriente de agua las arrastra barranco abajo hasta la ribera donde se pierden.

Aprovechando que es época de cisco y esa zona es bastante buena para los cisqueros, van construyendo de la “barrera” sin llamar la atención, para luego estar pendientes de ir recogiendo las bellotas cada día que van llegando y escondiéndolas hasta tener suficientes mientras encuentren un comprador que se las pague bien.

Pero es mala época para todos, las enemistades, la envidia y la fatalidad, hizo que “alguien” se enterara de las intenciones del grupo y no tuvo escrúpulos en denunciarlos, creyendo que iba a tener alguna recompensa fue al cuartel de la guardia civil y les contó lo que hacían.

Los guardias solo tuvieron que seguirles y localizar donde tenían las bellotas, esperar a que fueran a por ellas y detenerlos en el acto.

Cuando ellos consideraron que tenían suficientes, una noche cada uno con un burro fueron a cargarlas para llevarlas al comprador, las tenían escondidas bajo una gran adelfa junto al agua y se tenían que meter dentro para sacar los sacos y cargarlas en las bestias.

En eso estaban cuando se vieron rodeados de guardias civiles y apuntándoles con sus armas los detuvieron, sin tiempo de escapar ni de salir del agua.

Por la forma de la detención se supone que los guardias les estaban esperando escondidos y cuando vieron que no tenían escapatoria, salieron de su escondite, allí estaban todos los guardias que conformaban el puesto que había en el pueblo.

Lo tenían todo estudiado para que no escaparan, porque sabían que eran buenos conocedores del terreno y si hubiesen tenido la más mínima oportunidad, no los hubieran detenido.

El regreso al pueblo tuvo que ser muy penoso para los detenidos, los burros delante cargados con los sacos de las bellotas, iban delante conducidos por un guardia, los hombres andando con atadas las manos atrás y cogidos por la cintura unos a otros.

Llegaron al pueblo de madrugada con las ropas empapadas, con frio y agotados, los metieron en un calabozo hasta que se hizo de día, que los montaron en un camión camino de la prisión de Sevilla.

Lo que les hicieron en aquel calabozo nadie lo sabe, ni ellos tuvieron la oportunidad (o el atrevimiento) de decirlo nunca y lo que paso con las bestias y las bellotas tampoco se atrevieron a preguntarlo.

El juicio fue muy rápido, alguien se encargó de que así fuera, porque se trataba de dar un escarmiento ejemplarizante, para tener al pueblo bajo el control de los gobernantes.

Del delito y las condenas, lo único que se conoció fue la condena a más de dos años de prisión, por coger algo que no tenía dueño poder llevar algún dinero a su casa de lo que se perdía en la ribera…

Solo mi padre tuvo mejor suerte que los otros y salió a los nueve meses de prisión, porque alguien con influencia de la capital a quien conocía mi madre intercedió por él y al no tener antecedentes políticos, estar destinado en la “zona nacional” durante los tres años que había durado la guerra y no tener delito de “sangre” le salvó de cumplir esa condena.

Uno de los detenidos enfermó en la prisión al cogen una grave enfermedad, los otros cumplieron la totalidad de la condena.

Nunca se preocupó nadie en el pueblo de las familias de los presos, ni tampoco dijeron a quién benefició esa denuncia y por qué fueron condenados a tanto tiempo de cárcel por unas cuantas bellotas.

Esto hace pensar que la guardia civil y la justicia, en aquella época solo defendían a los que más tenían y los que estaban del lado de los poderosos. 

1 comentario:

antonio.m.oliveros@hotmaol.es dijo...

Gracias por publicar estos mis recuerdos sobre mi padre, su vida no fue fácil igual que otros tuvo que desde muy pequeño buscarse la vida sin una figura paternal, en una mala época en su niñez y dos dictaduras con una guerra, por culpa de unos políticos y una sociedad capitalista que solo les interesaba el poder y la humillación de la clase obrera.