***El niño no tenía prisa por ir a su casa cuando salía del colegio, sabía que posiblemente no hubiese nadie, así que se quedaba por los alrededores hasta última hora, esperando que para entonces hubiese llegado su madre y poder comer. Otras veces evitaba ir por miedo a encontrarse lo que más temía, escuchar las discusiones de sus padres, que por un motivo o por otro eran muy frecuentes y nunca acababan bien, pues los problemas cada vez eran mayores, siendo los económicos los más graves. Sentía que les importaba poco, que el cariño que demostraron años antes por él, cada vez era menor y pasaban los días sin que le preguntaran por cómo estaba o iba en el colegio, ni recibir un beso de buenas noches. La situación empeoraba por días, el padre se pasaba semanas fuera de casa, su madre tenía que salir a trabajar en lo que le salía, para poder salir de la situación que estaban y las deudas iban en aumento, sin tener medios para ir pagándolas. Las discusiones de los padres, se volvieron en peleas y agresiones, por eso el niño prefería no estar en la casa cuando se producían, así que pasaba la mayor parte del tiempo jugando en la calle, solo acudía a casa para comer y dormir, salía por la mañana para la escuela, a veces sin saber dónde estaba su madre, buscaba algo de comida y no volvía en todo el día. Pasaron los años y al cumplir los catorce, después de escuchar desde su habitación una pelea de sus padres, tomó la decisión de marcharse de casa sin decir nada para no volver. En una mochila metió algo de ropa y se dirigió a la estación de trenes, se escondió en un vagón de mercancías y esperó que lo llevara a cualquier parte, no tenía previsto ningún destino ni prisa por llegar. Han pasado varios años, no sabe si sus padres le buscaron o echaron de menos y si aún continúan juntos, pero él no tiene intención de volver con ellos, después de irse de casa y trabajar en multitud de empleos de diferentes ciudades, para salir adelante sin más ayuda que él mismo, prefiere hacer su vida sin ellos y no les guarda rencor, pero el cariño que alguna vez les tuvo había desaparecido.
***Salen los niños de la escuela … corriendo y alborotando, menos uno que sale el último con la cabeza baja, triste y el caminar muy lento. Le acaban de decir que su madre no está en casa, que se la han llevado a la capital al médico de urgencia, no sabe lo que le pasa, ni que tiene por dentro, pero sospecha que es, lo que llena su alma de sufrimiento. Otra vez solo, otra vez sin su aliento, ¿dónde estará su madre, donde su sustento? ¿Quién le tapara de noche? ¿quién le contará un cuento, hasta que se quede durmiendo? ¡Qué alegría cuando la ve por la cuesta subiendo! ¿Dónde estabas madre? ...No sabes cuánto te echaba de menos. Mientras se abrazan, ella muere por dentro y no quiere que sepa el mal de su sufrimiento, porque poco a poco se le escapa la vida, sin poder poner remedio. Tiene tanto que contarle... le duele tanto dejarlo... que solo quiere tenerlo entre sus brazos, besarlos y acariciarlo, como hace cada noche antes de acostarlo. ¡Que injusta es la vida! primero se fue su padre a un largo viaje, según le contó su madre... ahora ella también le deja y a él se le rompe el corazón viendo cómo se aleja, sin poder hacer nada para retenerla. ¡Maldita enfermedad! que se lleva a personas indefensas jóvenes o viejas. Solo y triste se queda el niño, ¿Porque se quedó sin padre y ahora también sin su madre?... ¿que será él? nadie le querrá nunca como ella. ¡Cuánto quiere una madre!... ella da la vida por su hijo, noches enteras sin dormir o duermevela, vigilando para darle calor y protección cuando lo necesitan… Todo le parece poco y su cariño está por encima de todo, de su lucha y su entrega solo nos damos cuenta, cuando no la tenemos nuestro a lado.
***No podía saber por su corta edad que tenía, jamás olvidaría el día que salió de su casa cogido de la mano de su madre, camino de la dehesa donde ella tenía que trabajar, limpiando maleza y monte bajo con un grupo de hombres y mujeres de diferentes edades. No podía quedarse solo en casa y no había colegio, por lo que su madre decidió llevarlo con ella, no era mucha la distancia desde el pueblo y tenían que hacerlo a pie, aunque algunos llevaban algún animal de carga para transportar las herramientas. En el grupo iban varios chicos y algunas chicas, una de ellas iba montada en un caballo, con solo una manta por encima del lomo, al cabo de un rato se acercó a la madre del niño y le dijo que si quería podía montarlo con ella, pues aún faltaba un buen trecho para llegar al tajo, acepto la mujer el ofrecimiento y le ayudo a subir detrás de la chica. Parecía que ella no era muy diestra con el manejo del animal y este se iba para donde quería o se paraba a comer por la orilla del camino, por lo que siempre marchaba detrás del grupo. Ella iba montada a horcajadas, de manera que llevaba una pierna a cada lado y muy cerca de las patas delanteras del animal, por lo que el movimiento de ellas al caminar, subían y bajaban a un ritmo regular que frotaba la entrepierna de la muchacha, ella cada vez iba más excitada y tensa. El niño la cogía por la cintura para sujetarse y ella le cogía las manos llevándolas a su bajo vientre, mientras suspiraba y lo apretaba contra ella. El resto del trayecto fue así y al llegar donde tenían el trabajo, la muchacha se alejó rápidamente del grupo diciendo que tenía que hacer sus necesidades, se dirigió a unos matorrales donde desapareció durante un rato. Mientras tanto las miradas de los más jóvenes del grupo riéndose las dirigían hacía el niño, preguntándole que le había ocurrido a su compañera de viaje. El niño no entendía nada y no sabía que le había ocurrido, pues su corta edad y su inocencia no podía interpretar la actitud de la muchacha y mucho menos su comportamiento encima del caballo, hasta pasados los años, la propia experiencia al montar él mismo a pelo los burros y caballos, comprendió lo que pudo sentir aquella chica.
***¿por qué hay tantas casas cerradas en nuestra calle? – Porque se han marchado a vivir a otro sitio, pero quizás algún día vuelvan, pues aquí no tenían trabajo para mantener sus familias. –Entonces… ¿volverán otra vez mis amigos y compañeros del cole? ahora cada vez somos menos en clase. – Tú no te preocupes, que nosotros estaremos aquí cuando vuelvan. Esa conversación con su madre nunca la olvidará, porque a los pocos meses ellos, tuvieron que hacer las maletas y marcharse del pueblo. Aquella mañana cuando su madre le despertó aún no había amanecido…
--Anda vístete que es tarde y el autobús está a punto salir, tenemos un largo viaje y no podemos perder el tren. --¿Es que vamos a montar en tren? ¡Qué alegría madre, será la primera vez! ¿dónde vamos?... La madre se lo quedó mirando con los ojos llenos de lágrimas y le cogiéndole de la mano le dijo… anda vamos que tu padre nos espera. Salieron a la calle y la madre cerró la puerta de la casa, él nunca la había visto cerrada, esa fue la primera y la última vez que la vio, luego cogieron calle abajo tropezando con las piedras por la poca iluminación existente. El viaje era una novedad para el niño, todo le parecía extraño pero su curiosidad lo mantenía con ilusión. Después del largo viaje llegaron a una tierra extraña, no conocían a nadie y todo el entorno era distinto a lo que estaban acostumbrados. Sin amigos y en un colegio con normas distintas, el idioma era lo de menos, pero las expresiones y forma de hablar, no todos lo hacían igual, porque en el colegio eran niños de todos los rincones de España. Pasan los meses y el niño no se olvida de sus antiguos amigos, de sus juegos, su libertad ni de su pueblo, cada día le preguntaba a su madre por su vuelta, como ella le dijo que harían sus amigos, cuando se marcharon… Ella intentaba consolarle como podía, pero en su interior sabía que el regreso sería muy difícil y que quizás nunca se produciría, se le rompía el corazón porque veía al niño triste sin olvidarse del pueblo. Los planes no salieron como habían previsto y el regreso no llegaba nunca, unas veces, por un motivo y otras por otro. Han pasado los años y es el único reproche que tiene hacia su madre es por no haber cumplido su promesa, de que algún día volverían a su tierra, ella ya no está para cumplirlo, aunque él sabe que ella hizo lo que estuvo en sus manos para cumplir su promesa. El banco te quita la casa si no pagas la hipoteca y no acepta explicaciones, pero hasta el director te recibe si debes muchos millones.
¡¡Lo que de balde te dan...caro te saldrá…o en cara te lo echaran! ***Un momento memorable era la navidad, la víspera de noche buena las mujeres se pasaban el día haciendo pestiños, rosquillas, piñonates y otros dulces, junto con los mantecados y el anís, acompañaban los villancicos de la noche buena, reuniendo a toda la familia, después de haber hecho una cena con las mejores carnes (pavo o pollo principalmente) junto con los embutidos curados de la última matanza. ¡Qué recuerdos más entrañables! La vida siempre alrededor de la familia, el interés por todo lo referente a ella, para lo bueno y lo malo, compartiendo las penas y alegrías, todos como una piña, las disputas (que también las había) duraban mientras duraba la discusión, al rato todo volvía a ser como si nada hubiese ocurrido. Con los ojos cerrados estaba pensando todo esto, cuando oyó una voz que conocía muy bien a su espalda, era su mujer que venía acompañada de su hija, con las que pensaba pasar una temporada en aquel lugar, mientras acondicionaban la casa donde vivieron sus padres y que él había heredado, por haber renunciado sus hermanos a las partes y no querer invertir en algo que no tenía interés para ellos. ¿Cómo se puede renunciar a algo que formó parte de nuestras vidas? ¿Dónde quedan nuestras raíces y el esfuerzo de nuestros padres para darnos lo que somos? y ¿Por qué se desintegran las familias y nos olvidamos de dónde vinimos? Estas preguntas son las que se hace con lágrimas en los ojos pesando en que ya será imposible recuperar aquello que se perdió, pero que él está dispuesto a no renunciar y es lo que toda su vida había tenido presente con su mujer y su hija… amar a la familia lo primero, las raíces y la gratitud a los mayores por ser todo lo que somos.
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