Me gusta el tabaco mentolado
por dos razones.
Una, porque durante la EGB,
en clase de literatura y lengua castellana,
mi profesor, Juan Luis Gómez,
fumaba Fortuna Mentolado.
Hoy ya ni existe.
La otra, porque me recuerda al Vick Vaporub
que me daba mi madre
en los catarros.
Esto no tiene que ver con Proust.
Ni la Magdalena, ni el té, ni el jardín
de mi abuela.
Me gusta el tabaco mentolado
porque es como una golosina.
Como un caramelo de eucalipto.
Esto no tiene que ver con Proust.
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