viernes, 10 de noviembre de 2023

MIS PADRES- Antonio Miguel Oliveros Quiroga



Mis padres se casaron a los 8 o 9 años de novios y en el 46 nació mi hermana Mª Dolores, mi hermano Fermín en el 48 y cinco años después nací yo, aunque pudo tener algún hijo más, porque un aborto de mi madre y sus consecuencias lo evitó según contaba, pero no muy claramente, porque de estas cosas no se hablaba abiertamente delante de los niños, pues eran cosas de mayores y a los niños los traía la cigüeña. 

Tan difíciles eran esos años para ellos, que no tenían ni casa propia y estaban viviendo de alquiler, hasta que mi abuela Carmen les dejo instalarse en su casa del “roero” poco antes de nacer yo. 

No recuerdo que mis padres salieran juntos nunca a ningún sitio... de compras, a pasear, al cine, etc. los domingos él se los pasaba arreglando sus cosas del trabajo o en la taberna y mi madre haciendo las labores de la casa. 

*** Yo era muy pequeño cuando mis padres se fueron a cuidar un rebaño de cabras a la “venta de la leche”, una finca a dos o tres kilómetros del pueblo. 

La higiene en el campo y la alimentación no serían muy buenas y para un niño recién nacido aun peor, aquello no benefició en mi desarrollo normal. 

Al cumplir un año estuve a punto de morir por una grave enfermedad, con fiebres, vómitos y diarreas, pues cuando me vio el médico del pueblo pensó que no sobreviviría y mandó que me llevaran a un especialista de la capital, porque él no podía hacer nada por mí. 

Como no tenían dinero para pagar la visita ni el tratamiento, seguramente alguien se lo prestó y eso me salvó la vida.

 Según les dijo el especialista tenía el peso de un bebe de cinco meses y si conseguían que pusiera peso y con mejores atenciones higiénicas y alimentarias, tendría posibilidades de sobrevivir. 

(Desde entonces para muchos yo era "el chiquinin"). 




Así fue como con el tratamiento y la vuelta al pueblo, consiguieron que con quince meses empezara a andar, algo providencial porque unos meses antes no tenía fuerzas ni para levantar la cabeza, de lo débil y pequeño que estaba. 

***Tuve una infancia como la mayoría de los niños de mi época, muchas horas en la calle o por el campo y en la casa solo para comer y dormir. 

Mi padre se iba a trabajar y a veces tardaba días en volver, mi madre solía trabajar en lo que le salía casi todos los días, al campo o en algunas casas del pueblo haciendo faenas para las familias acomodadas. 

Pocas veces estrené ropa nueva, pues la que usaba habitualmente era de segunda mano, regalada por amistades o amigos que se les quedaba pequeña, el calzado era lo único que estrenaba y usaba hasta que quedaban destrozados. 

Casi nunca recibí juguetes de regalos en los reyes, por cumpleaños o por mi santo, la economía de la familia no lo permitía, solo el día de reyes encontraba al levantarme algunos lápices de colores, una cartera o la pizarra para el colegio. 

Mi familia no era ni más ni menos, que todas aquellas que dependían del jornal, para hacer la compra diaria y ese era el objetivo que tenían como prioridad, el resto se obtendría como o cuando se pudiese. 

Fueron años duros pero que poco a poco se iban superando las dificultades, yo tuve la “suerte” de no tener que trabajar, hasta que terminé los estudios primarios, pero para otros no fue así y sin apenas saber leer o escribir tuvieron que dejar la escuela. 

Ahora mirando hacia atrás y pensando lo que mi padre me dijo un día…   (Si no quieres estudiar en casa todo el día no te quiero, así que te pones a trabajar, pero luego no te arrepientas, porque otros no tuvieron tu misma oportunidad).

Qué razón tenía, aunque para él no salieron las cosas como quería y que poco le duró la vida. 

Mi padre se iba a trabajar y a veces tardaba días en volver, mi madre solía trabajar en lo que le salía, en el campo o por las casas del pueblo haciendo faenas para las familias más acomodadas. 

Para mí, estos primeros años de mi niñez con tantas horas solo, me marcaron mucho, pues mi padre casi siempre estaba una o dos semanas fuera de casa, trabajando en lo que le salía y mi madre salía por la mañana y lo mismo no regresaba hasta por la tarde, lavando ropa o encalando las fachadas de la casa de alguna familia pudiente del pueblo, a veces fuera, en el campo arrancando monte, cogiendo garbanzos o incluso rebuscando cascarilla en los boliches una vez recogido el carbón, para usarlas en la cocina de la casa. 

En aquella época yo tenía tal libertad que podía juntarme con quien quisiera o irme con el primero que me lo propusiera y esta libertad era como consecuencia, de que mis padres y mi hermano tenían que dejarme solo para ir a ganar algún dinero, con que poder hacer la compra de la próxima comida. 




En verano iba a bañarme a la ribera o a la alberca del Porra, aprendí a nadar en el barranco del marmolejo, en las charcas que se formaban, con el agua que bajaba desde las cañadas, entonces nos podíamos bañar, mientras las mujeres lavaban la ropa, ahora ya no baja agua nada más que cuando llueve. 

Mi madre me remendaba la ropa tantas veces que el hilo, era lo único que aguantaba cuando la desechaba, jamás me compraron un balón o algún juguete por los reyes, porque si podían… era algo para la escuela. 

Pero nunca envidié nada de lo que otros tenían, desde siempre supe de las diferencias de clases, (ricos y pobres) los que tenían de todo y los que no teníamos de nada, aunque éramos iguales de felices, porque nuestras carencias las suplíamos con imaginación y libertad de ir y hacer lo que nos daba la gana sin miedo a rompernos los “pantalones”. 

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